¿Formar “campesinos emergentes” o estimular el desarrollo rural?

Por Alfredo Pérez
Image
Formar un campesino es un proceso mucho más complejo de lo que en ocasiones se piensa o se pretende.
En los últimos tiempos se puede ver en los medios de comunicación de nuestro país una imagen sobre la vida campesina, que, al confrontarla con la que veo en mi comunidad rural de campesinos tabacaleros en San Juan y Martínez…

Por Alfredo Pérez

Foto: Jesuhadín Pérez

Campesino trabajando la tierra.

Formar un campesino es un proceso mucho más complejo de lo que en ocasiones se piensa o se pretende.
En los últimos tiempos se puede ver en los medios de comunicación de nuestro país una imagen sobre la vida campesina, que, al confrontarla con la que veo en mi comunidad rural de campesinos tabacaleros en San Juan y Martínez, no la siento en concordancia con la realidad, por lo que me animé a compartir mi criterios sobre este hombre tan importante de la sociedad cubana, que es el campesino.
He tenido la oportunidad de escuchar algunos criterios de campesinos que por lo general pasan de 50 años. Aquí cito algunos: “Mi hijito, nosotros empezamos así y nos vamos a morir igual”, “Toda mi vida cosechando cientos de quintales de tabaco y mi nivel de vida no ha cambiado, aquí la ganancia va para otros”. Criterios dolorosos desde el punto de vista ético y espiritual, pues para el campesino murió la esperanza de que su trabajo sea una fuente de dignidad y de sosiego económico, tras una larga experiencia de golpes, engaños y sometimientos a un único monopolio: el Estado cubano.
Pongamos por ejemplo el caso de los tabacaleros. Cuando llega el momento de la venta del tabaco, el Estado establece el precio que él considera oportuno, dentro de un margen establecido, sin ningún respeto al campesino, desde el punto de vista de cómo se debería realizar un verdadero negocio. El precio establecido es ínfimo comparado con el valor al que el Estado lo comercializa en el extranjero y dentro de nuestro país. Consideremos que 1 quintal de tabaco de sol, el campesino lo vende, como máximo, a 52 CUC, y un tabaco estándar se vende en un precio aproximado a 10 CUC, por lo que el precio de “un puro” representa el 20 % del precio máximo al que se le paga al campesino 1 quintal de tabaco. Regresa a su casa sintiéndose como un instrumento del Estado en esta cadena, sin saber cómo compartirá la pequeña ganancia que recibe, para asegurar la inversión y la vida de un año completo.
En lugar de descansar y dedicar los meses del llamado “tiempo muerto”, a mejorar las tierras y el mantenimiento de sus medios de producción. Debe continuar plantando otros cultivos para equilibrar la economía de subsistencia en la que vive, por lo que no hay descanso ni en la vida de este hombre ni en la tierra que trabaja.
También sucede que, en las últimas décadas, el reconocimiento social del campesino ha sido pisoteado, muchas zonas rurales en la década de los 60 fueron desalojadas para pequeños pueblos como Briones y Sandino. Ya los hijos de estos campesinos nacieron y se educaron en un ambiente urbano completamente ajeno a sus raíces y muy lejos de sus tradiciones.
Si a esto le sumamos las becas y la formación de los jóvenes por generaciones en: maestros, médicos, distintas ingenierías para la antigua Unión Soviética, técnicos de la salud, deportistas, instructores de arte, informáticos, formando la conciencia de una sociedad titulada donde la tenencia de un título profesional es lo primero, luego, ¿cómo pretender que los jóvenes de esta generación vean y sientan su realización en un sector relegado durante muchos años?, un sector aún visto como la labor que acaba con la salud de los hombres, como el trabajo sin descanso y sin resultados, que lo sitúan muy por debajo del nivel social y económico de un profesional e incluso de un cuentapropista; visión que no está lejos de nuestra realidad y que ha sido el principal motivo de rechazo a la vida campesina .
La formación de un campesino es algo un poco más complejo de lo que en ocasiones se piensa, no consiste en entregar una tierra en usufructo, facilitar algunos recursos y lanzar una campaña nacional mostrando el éxito de este sector.El campesino es mucho más que eso, primero es un hombre que ama y conoce la tierra, la cuida y disfruta trabajar en ella, estos sentimientos no llegan mediante una ley, al contrario, son el resultado de varias generaciones de cultura, tradición y de relación hombre- naturaleza, estos elementos se transmiten a los más jóvenes, creando desde la niñez su identidad en relación con la comunidad rural. Al pasar de los años llega para este niño el momento de decidir su futuro. Aquí comienza a observar un entorno carente de espacios sociales que le faciliten su desarrollo, que al compararlo con el de la ciudad, le resulta atrasado y cerrado, sumándole a esto la influencia que su familia ejerce debido al poco resultado de una vida de mucho sacrificio.Decide partir a la búsqueda de otra vida dejando atrás la oportunidad de adquirir las experiencias y habilidades que su padres y abuelos le podían legar, para ser un verdadero campesino.
Según mi criterio, una opción para el desarrollo rural integral y creíble a los ojos de las nuevas generaciones debe ser, que el desarrollo y la prosperidad económica lleguen a nuestras comunidades rurales, y esto es posible si el campesino pasa a ser verdaderamente un hombre independiente de las estructuras del Estado, que actualmente lo limitan a una labor de obrero indirecto de él, sin posibilidad de decidir libremente sobre la finca que trabaja. La ilegalidad es un instrumento muy fuerte de control sobre el campesinado, puesto que el único proveedor y comercializador del campesino es el gobierno, mediante sus empresas parásitas, y fuera de ellas está ilegal.
Otro factor para un buen desarrollo es la propiedad, si el campesino fuera dueño de su vega, tuviera sentido de pertenencia y seguridad a la hora de invertir en ella, cercar, sembrar árboles maderables y frutales, abonar los suelos. Actualmente se mantienen al margen y se limitan a extraer todo lo que puedan de esta parcela que les fue prestada por algún tiempo, sin ningún interés de cuidarla, haciendo así más pobres e infértiles las tierras que fueron alguna vez “las más bellas que ojos humanos hayan visto”.
Aparejado a la prosperidad económica, deben llegar criterios y oportunidades empresariales que le permitan a la comunidad rural obtener el valor agregado a sus producciones llevando sus cosechas directamente o lo más próximo al mercado, disminuyendo las empresas intermediarias que sean innecesarias y dando así empleos, entre ellos, a las mujeres, que es un sector poco empleado en la producción en las zonas rurales.
Llegada la prosperidad económica y la visión empresarial a nuestras familias campesinas, deben venir las oportunidades socio-culturales para que las comunidades no sean lugares de campesinos adinerados, pero atrasados cultural y socialmente, sino personas con cierta dignidad y sosiego económico que se mantengan al ritmo social, político y cultural de la Nación, que se conviertan en hombres y mujeres que sientan y puedan usar el gran valor que representan dentro de un país eminentemente agrícola. Esto puede ser posible, si el campesino, mediante sus ingresos puede acceder a la información y a los medios de transporte que le faciliten el movimiento e interrelación con el resto de la sociedad. Además, si ya existe una comunidad rural empoderada y con roce social, los espacios culturales y recreativos comienzan a llegar hasta estos lugares y también se forman otros.
De modo general, estos son mis criterios de cómo debían ir los caminos del campo para que la herencia que reciban las próximas generaciones sea un campo, que sin perder su identidad y arraigo,constituya una buena opción de vida.

Alfredo Pérez González, 1990
Técnico Medio en Informática.
Miembro del Proyecto rural ¨La Isleña¨ San Juan y Martínez Pinar del Río.

Scroll al inicio