Constitución de la República y protagonismo de los ciudadanos

Por Juan Carlos Fernández
Pensar en reconstruir la nación cubana, es algo imprescindible y que no admite más demoras.
Todos los proyectos, por lo menos de los que me he informado, contienen propuestas de una nueva Ley Suprema que proporcione las bases para la estabilidad política, las libertades individuales fundamentales, el crecimiento económico y el progreso social.

Por Juan Carlos Fernández.
Las constituciones son tan buenas o tan malas como el pueblo que tiene que obedecerlas”
Carlos Alberto Montaner (escritor, político y periodista cubano)
Pensar en reconstruir la nación cubana, es algo imprescindible y que no admite más demoras. Todos los proyectos, por lo menos de los que me he informado, contienen propuestas de una nueva Ley Suprema que proporcione las bases para la estabilidad política, las libertades individuales fundamentales, el crecimiento económico y el progreso social.
Algunos proponen que la actual Constitución, reformada, podría servir a los cubanos en la transición que ya ha comenzado. Otros proponen la muy vitoreada Constitución de 1940. Unos terceros se decantan por tomar de esta última el Título IV sobre los derechos fundamentales y que estos sirvan como plataforma transitoria hasta que se convoque a una nueva asamblea constituyente. En fin, que por falta de propuestas no tenemos nada que temer, existen para escoger y debatir.
Pero lo esencial, pienso, es que el pueblo que va a regirse por esa Ley Fundamental es el que tiene que estar debidamente educado para vivir bajo ella, sin este precepto de muy poco puede servir una Constitución.
Pienso en los padres del constitucionalismo moderno, los ingleses, que, irónicamente no tienen una Constitución como tal, pero nadie puede negar del progreso, el bienestar y la cultura cívica de los ingleses. Israel, es otro de los países que, tiene algo parecido a una Constitución pero no lo es formalmente, y, conflictos con los árabes aparte, es un próspero país. Y qué decir de los países nórdicos, Los Países Bajos, Austria, Canadá, Australia, Nueva Zelanda. Todos tienen un factor en común: una sociedad civil fuerte y por ende una ciudadanía empoderada.
Por el contrario, nos encontramos aquí mismo en nuestro continente a un Haití que posee una de las constituciones mejor pensadas de América y es el país más pobre del continente y el tercero del mundo. Continuando en América, esta vez al sur, está el caso de Ecuador que posee más Constituciones que presidentes; no olvidemos a la Argentina con sus desatinos constitucionales y la manía que más está de moda en América Latina: Las reformas constitucionales, que curiosamente hacen hincapié en los períodos presidenciales o en la reelección. Y estamos los cubanos que vivimos cantándole al mundo que tuvimos, en el año 40 del pasado siglo, una de las constituciones más avanzadas de América, sin embargo fue letra muerta cuando los ciudadanos no lograron, con su actitud cívica, darle vida o defenderla.
Y aquí me surge la pregunta: ¿es indispensable que los cubanos tengamos una Constitución? Pienso que sí, sin lugar a dudas, pero tan importante como ella lo es y lo será, la formación cívica y política que tengamos los cubanos que vayamos a aprobar la Ley de Leyes que regirá nuestros destinos.
Demostrado está, que los países en los que la educación cívica está arraigada en sus habitantes y sus sociedades civiles son fuertes, son los que lideran el mundo. Las sociedades que fomentan entre sus ciudadanos la investigación desde edades tempranas, así como, la responsabilidad de liderazgo a estas mismas edades, el fomento de la autonomía en todos los aspectos de la vida, el valor del riesgo y otros aspectos educativos forman hombres y mujeres libres y empoderados que cuestionan y controlan al poder constantemente y a su vez están creando riqueza material y espiritual para su pueblo. Un ciudadano informado, que exija información y transparencia, un ciudadano que luche por fortalecer las instituciones, que en definitiva son creadas para protegerle y favorecer un espacio para su servicio a la comunidad, es un ciudadano fuerte que nunca estará desarmado ante las posibles arbitrariedades del poder, porque tendrá las herramientas legales y constitucionales a su favor, y lo más importante, sabrá cómo hacer uso de ellas.
El escritor, periodista y político cubano Carlos Alberto Montaner en su libro “La libertad y sus enemigos” nos presentaba la hipótesis de lo que él llama “círculos concéntricos” que trazan algunas pautas sobre el crecimiento y el desarrollo en algunos países y la inestabilidad y el atraso en otros. Los cuatro círculos que componen la idea del profesor Montaner son: el psicológico, el cultural, el cívico y por último el económico, los cuales están debidamente interrelacionados, interdependientes y armonizados. Precisamente esto es lo que espero para mi país.
Ningún modelo es perfecto, pero los países que hoy llevan la voz cantante en cuanto a creatividad intelectual y científica, estabilidad social y política, al margen de las crisis, crecimiento económico, etc., son aquellos que poseen una comunidad civil que tiene como finalidad la personalización y socialización del individuo creando un ambiente de diversidad, tanto de personas como de iniciativas, en los que la participación es libre, activa y responsable, tratando siempre de ser eficiente sin olvidar la humanización de la vida.
Sin una sociedad civil fuerte y entrenada podemos parir la más bella de las constituciones, será solo eso, un alarde de buen uso del Derecho Constitucional y otra clase magistral que muy pocos llevarán a la práctica.
Por esas mismas razones pienso que nuestra futura Carta Magna debe tener los elementos para ser lo suficientemente sencilla y flexible sin que esto le reste efectividad para que llegue al ciudadano común y sea entendida e interiorizada por la mayoría del pueblo, que es en definitiva el sujeto a la que está dirigida, que es lo que al final de cuentas se pretende cuando se redacta una Constitución. Debe tener la virtud de: “Decir en ella lo suficiente, pero no demasiado”, como dijo un ex-fiscal general de los Estados Unidos cuando se refería a su Constitución.
Hay quien apuesta por una Constitución reformada y nada más. Pienso que en Cuba ha pasado demasiado tiempo sin que el pueblo ejercite un valor cívico y moral tan grande como el de gestarse una Constitución. Primero, la convocatoria a un referendo constitucional, después, la elección de los constituyentes y posteriormente someter al escrutinio público la Carta Magna para su aprobación, es un ejercicio del que no se puede privar al pueblo cubano. Aparte de representar la soberanía que mana del pueblo, se haría a este, partícipe de lo más sagrado que tendremos los cubanos en lo adelante: nuestros derechos y nuestros deberes como ciudadanos.
Creo que sería el primero de los pasos necesarios para que el cubano empiece a cuidar y velar por lo que tiene. Esta vendría a ser una gran clase de cívica en la que todos seríamos alumnos y profesores.
En lo personal, en la etapa transitoria, me decantaría por la Constitución de 1901, es lo bastante sencilla y flexible para el cubano de a pie. Además no es tan extensa y contiene de hecho todos los derechos por los que continuamos hoy luchando, aunque, como a todas, hay que hacerle reformas o actualizar artículos. Por lo demás para mí está bien, de todas formas es para el tránsito y de paso nos relacionamos un poco con lo pragmático y eficaz de esta Carta Magna y nos vamos entrenando para cuando tengamos que redactar la Nueva Ley de Leyes.
Mientras tanto debemos continuar formándonos como ciudadanos responsables y libres. Esta es la esencia de una buena o mala Constitución: nosotros mismos.

Juan Carlos Fernández Hernández (1965).
Miembro del equipo de trabajo de Convivencia. Animador de la Sociedad Civil.
Fue Co-responsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Pinar del Río.

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