María, la ginecóloga.

Serie De la Cuba del mañana:

Centro materno en la ciudad de Pinar del RíoMaría es una señora aún muy elegante a pesar de sus más de cuarenta y cinco años de edad que le han hecho engordar un poco…

(Serie De la Cuba del mañana)

Hogar Materno en Pinar del Río

Hogar Materno en Pinar del Río

Por Eduardo Martínez Rodríguez (E-Maro)
María es una señora aún muy elegante a pesar de sus más de cuarenta y cinco años de edad que le han hecho engordar un poco, pero aún conserva su figura primigenia que tantos admiradores le acercó. De todas formas ella aún cree que tiene veinte, o mejor 23, como cuando se graduó por primera vez de Doctora en Medicina. Después, a los veinticinco llegó el título más rimbombante de Doctora especialista en Gineco-obstetricia en la antigua facultad de Ciencias Médicas de Girón en Siboney. Les sucede a muchas señoras que ven con disgusto más allá del cumpleaños treinta.
Mary tiene una amiga que se llama Odalys. Esta es flaca, hiperactiva y temerosa de todo. Esta flaca vive dentro de un universo permanente de incertidumbres, temores irracionales y melancolías cercanas a las depresiones. Ahora está muy preocupada por el cambio.
Poco antes de que cayera el gobierno anterior, Odalys había quedado cesante en su trabajo como peluquera y manicura en uno de los salones cerrados porque nadie deseaba hacerse cargo de su operación en forma arrendada o cuentapropista, ante los onerosos e irracionales impuestos que obligaba el estado policial.
Este cuentapropismo en Newspeak, es la palabra que el gobiernosocialista había inventado para no tener que usar la aborrecida de propiedad privada, la cual no aparecía en nuestra constitución socialista de 1976.
Mary había laborado casi toda su existencia en un hospital general relativamente cercano a su domicilio. El trabajo allá era horrible.
Todas las mañanas tenía que caminar unos cinco kilómetros hasta el lugar donde estaba instalado su consultorio dentro del centro asistencial del gobierno, pues no existía la medicina privada desde 1959.
Allí había adquirido una buena reputación como ginecóloga ultraespecializada en cáncer cérvico uterino a pesar de las inconveniencias y enormes carencias del oficio. Ya acumulaba una extensa clientela en todas las categorías sociales.
A pesar del cansancio y el sudor provocado por la caminata generalmente al sol y con alta temperatura tropical sobre su cabeza, María se iba directo a la farmacia del hospital con la finalidad de recoger el listado actualizado de medicamentos que el almacenero-farmacéutico le entregaría. Este pequeño documento es imprescindible cada vez cuando terminaba de examinar a una paciente y así poder recetarle con exactitud algo de las magras existencias. En muchas ocasiones se ve obligada a aguzar el cerebro para descubrir las alternativas farmacológicas de los medicamentos. No había cosa que odiara más como tener que preguntar a alguna cliente:
“¿Tienes algún familiar en el extranjero?”
La aludida generalmente se le quedaba observando como inquiriéndose qué tenía que ver un pariente en la USA con la ginecología, pero cuando asentía se enteraba:
“Pues pídeles que te manden el antibiótico tal y…” allá seguía algún nombre rarísimo que siempre tenía que anotar María con su letra deformada ilegible de galeno de la escuela cubana.
La mayoría de los facultativos cubanos se había visto en la necesidad de pasar un curso intensivo de seis meses para aprender sobre la herbolaria medicinal tradicional local, para con estos conocimientos añadidos, poder resolver o mitigar de alguna forma los graves problemas para los cuales no existía alternativa química en los laboratorios nacionales, casi siempre debido a la eterna falta de materias primas, al bloqueo imperialista, o cualquier otra justificante. Una infusión de tilo y un par de galletadas fuertes en la cara funcionaban muy bien para una perreta de una suicida dentro de una camisa de fuerzas. Esto es medicina alternativa.
Una o dos veces a la semana María tenía que hacer guardia en el piso dedicado a la obstetricia. Allí tenía que estar disponible las veinticuatro horas para la sala de partos y los salones de cesáreas.
Los nuevos nacimientos se sucedían regularmente unos tras otros, pero lo peor no es el cansancio que en ocasiones les abrumaba, sino la carencia de instrumental y materiales gastables para las intervenciones quirúrgicas.
Ella misma se veía obligada a hacer la bandeja personalmente y así conocer exactamente con qué contaba y no tener que estar pidiendo eso o aquello y recibir la respuesta negativa del asistente o enfermera instrumentista: “¡No hay!” Hasta las enfermeras instrumentistas habían desaparecido de los salones en toda la nación debido en primer lugar a la pésima paga que les designaba el gobierno.
Durante los peores momentos del Período Especial, en la Crisis de los 90, se vio obligada a pedirle a quienes acudían a su consulta con un padecimiento que requería cirugía urgente, que consiguieran tal o más cual tipo o medida de hilo para suturas, pues hasta de eso se carecía. Los ingresados se veían en la necesidad de llevar sábanas limpias cada día, alimentos y líquidos, pues la institución no se los podía proveer.
Lo más pesado después de esas 24 horas de guardia despierta y laborando, los médicos se ven obligados a realizar cuatro horas matutinas de consultas en el piso de emergencias del propio hospital que ni siquiera les paga las guardias. No es raro ver a estos galenos irritados, con ojeras, cansados y locos por marcharse a sus casas a dor…a realizar las tareas del hogar y atender al marido y los hijos.
¡Potencia Médica!!Humm!
La carencia de médicos es aguda aunque los hospitales tienen sus plantillas completas. Los médicos laboran en algunas de las 67 naciones donde existe colaboración cubana fraternal u operaciones milagreras de neopropaganda del socialismo cubano de forma gratuita. No importa que quienes permanecen aquí tengan que hacer la tarea de los ausentes, generalmente en misiones de dos hasta cinco años lejos de sus familiares y bien adentrados en territorios inhóspitos donde los locales no asisten.
Algunos de quienes van, reúnen algún dinerito por la izquierda. Otros nunca vuelven, pero los que sí lo hacen viven entonces un poquito mejor que quienes han decidido quedarse acá dentro de la isla.
María nunca ha salido para nada. A donde más lejos ha llegado es a la Isla de Pinos. Odalys lo mismo, aunque su trabajo de peluquera-manicura pagaba mucho mejor que el de médico especialista, pero la situación ahora estaba cambiando.
El gobierno de más de 53 años se desmoronaba ante el enorme empuje de la crisis del 2012 y el accionar creciente de los disidentes internos, apoyados fuertemente por los del exilio y cada vez mayor cantidad de descontentos desempleados por el grupo ejecutivo, cargando como de costumbre la crisis sobre los hombros de los trabajadores.
¿Qué hacer? En la isla se notaba ya gran caos debido a la real falta de dirección inicial e ingobernabilidad. Se sucedió un tumultuoso golpe de estado y pronto el nuevo gobierno comenzó a cambiarlo todo. Dentro del país se generó una ola galopante de privatizaciones. Ni María ni Odalys tenían un medio para adquirir nada, pero se les alumbró el bombillo.
Apenas se enteraron de la mitad de las nuevas posibilidades y las ofertas de los flamantes recién abiertos bancos, se fueron a solicitar un crédito con una hipoteca a su residencia y montaron una clínica privada en un arreglo apresurado que habían construido en una de las terrazas de la casa.
María logró rápidamente una buena clientela la cual conocía de su buena reputación en su profesión y eliminó las consultas gratis y no acordadas en mitad de la calle por personas inescrupulosas o con pocas neuronas. Odalys le arreglaba el pelo y las uñas a las clientes que lo pagaban y esperaban por su turno en el pequeño saloncito antesala de la clínica.
Los cubanos veían aumentados regularmente sus ingresos desde el fondo a donde habían caído durante el régimen anterior. María pronto se vio obligada a contratar algún otro personal calificado para las desbordantes tareas del lugar. Es probable que pronto se viera obligada a rentar un nuevo local más amplio y apropiado debido a la creciente demanda.
Un buen día se compró un Mercedes Benz flamante en uno de los nuevos concesionarios. Comenzaba a ser persona en esta nación de sabios. Llegaba a ese nivel de clase donde siempre había pertenecido como componedora de la salud humana, mucho más del importante fondillo de las señoras nacionales.
María también compartía su tiempo en prepararse y atender un programa de dos horas donde es la anfitriona de una emisión al aire en la emisora radial de su marido. Allí comentaba sobre gineco-obstetricia en general, respondía a preguntas y ofrecía consejos.
Imperceptiblemente hacía propaganda comercial a su clínica en el sur de la ciudad.
Eduardo Martínez Rodríguez
Villa Clara (1957). Escritor
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