Por José Antonio Quintana de la Cruz
Quiero comenzar este artículo invitando al lector a sobreponerse a la relativa aridez del primer párrafo. Si logra superar este primer párrafo le garantizo ulteriores gratificaciones. Como se conoce, todo el mundo espera la supresión de la dualidad monetaria. Casi todos creen que el establecimiento de una única moneda traerá beneficios apreciables en el nivel de vida colectivo casi de inmediato. Pero no será así. Que se establezca una sola moneda es bueno para la economía, pero lo fundamental no es su existencia solitaria, sino el tipo de cambio que la relacionará con otras monedas extranjeras. Es el tipo de cambio o paridad lo que determina que la moneda sea fuerte o débil frente a la divisa de referencia internacional, y cuya determinación se hace comparando las economías de ambas monedas a través de sendas cestas de productos y servicios representativos. Es la comparación de los precios ponderados de las dos canastas de mercancías significativas lo que posibilita determinar las cantidades en que se cambiará una moneda por la otra, y , finalmente, en el fondo de todo, es la productividad de las dos economías la que determina el tipo de cambio.
El efecto inmediato del establecimiento de una sola moneda no se apreciará en los bolsillos de la gente. Mejorará, no obstante, el cálculo de la rentabilidad de muchas empresas. Hoy, con las dos monedas, empresas con pérdidas pueden aparecer como rentables y viceversa. Cuando esta distorsión cese, algunos bolsillos recibirán lo que les correspondía y otros perderán estímulos inmerecidos. El sistema de incentivos operará en un marco más justo y las motivaciones serán auténticas.
Pero, ¿y “Liborio”?. El pueblo espera que mejore su estado de cuentas, que el balance de la economía doméstica de muchos cese de aparecer en números rojos y se perciba un alivio en su lucha por la subsistencia. Intentaré explicar qué puede pasar a “Liborio” si se establece una sola moneda y se mueve o no el tipo de cambio. Pero antes debo llegar a un acuerdo con el lector.
Le propongo que consideremos un dólar igual a un CUC. Ello nos evitará los decimales en los cálculos y hará más sencilla la exposición.
Acordado lo anterior, supongamos que mañana se establece el peso como única moneda nacional. Supongamos que los precios continúen siendo los de hoy. Mañana usted llega a la tienda y paga 25 pesos por lo que hoy le costaba un CUC. La moneda es una sola pero para usted nada cambió.
Supongamos que el nuevo peso es más fuerte, que usted compra un dólar con la mitad de los pesos con que los compraba hoy. Recuerde que los precios de las mercancías no cambian. Así, usted llega a la tienda y compra con veinticinco pesos dos productos valorados en un dólar o en un CUC. Este cambio de paridad lo beneficia a usted. Es posible que las tiendas se vacíen en dos días y que mucha gente se convierta en rica por decreto. Se crea el caldo de cultivo para que se dispare una hiperinflación.
Hagamos la suposición contraria. El nuevo peso se devalúa, es más débil; pierde, asumámoslo así, la mitad de su poder de cambio. De ese modo usted deberá pagar cincuenta nuevos pesos por un dólar. Cuando mañana vaya a esa tienda en que los precios se mantienen fijos, deberá pagar cincuenta pesos por el artículo que hoy le costaba un CUC. Este tipo de cambio lo perjudica a usted. Posiblemente las tiendas puedan ser visitadas por muy pocas personas y muchos ciudadanos se empobrezcan por decreto. Se incrementarán las tensiones sociales. Habrá protestas. Los más ricos vivirán un poco menos holgados. Usted y yo …
Pero los tipos de cambio no solo afectan al ciudadano y a las empresas individualmente. El impacto de la apreciación o devaluación de la moneda en la economía es importante y puede ser catastrófico… o sanador.
Si el peso nuevo y único aparece fortalecido, apreciado, Cuba comprará más dólares o euros con la misma cantidad de pesos que hoy. La capacidad de importación del país se incrementará y se podrá importar más frijoles, medicinas y piezas de repuesto. Si por el contrario, el nuevo peso se estrena devaluado, el país deberá entregar más pesos por la misma cantidad de dólares o euros y las importaciones deberán contraerse. Pero las exportaciones y las entradas de turistas al país se incrementarían, pues los extranjeros entregarían menos divisas por la misma cantidad de pesos. No es difícil deducir que es necesaria una paridad que satisfaga los requerimientos de importar y de exportar. En ocasiones será táctico o estratégico privilegiar una acción del comercio exterior en detrimento de la otra. Un país con una política de sustitución de importaciones y necesitado de ingresos provenientes de las exportaciones y el turismo, posiblemente elija un peso devaluado. La paridad correcta, generalmente, se debe a la cordura y sabiduría de los decidores político… y a contingencias.
La paridad puede ser manipulada concientemente o dejada a las oscilaciones, muchas veces espontáneas, del mercado. Libre flotación se le llama a esta variante. Por ejemplo, si Cuba elige la libre flotación de su tasa de cambio, es probable que mañana haya que entregar tres mil pesos por un dólar. Si esto sucediera, el peso vería reducido su precio en 120 veces y el Doctor “equis” que tiene 600 mil pesos en cuentas a plazos fijos producto de haber convertido 24 mil CUC en pesos, vería reducida su fortuna a 5 mil dólares equivalentes. Si esto sucede, usted y yo moriríamos de hambre.
Las tasas de cambio están vinculadas necesariamente a las tasas de interés y de inflación, con un vínculo dinámico y no siempre predecible. Digo esto para terminar la exposición y hacer notar la complejidad del problema de la moneda única y su paridad. Pero es un desafío que el gobierno deberá enfrentar de la manera más incruenta y eficaz posible.
José A. Quintana
Economista jubilado.
Médico Veterinario. Pinar del Río. Cuba.