Laura: la pequeñez, la grandeza

Por Reinaldo Escobar
Laura Pollan (Derecha), junto otras Damas de Blanco.

Laura Pollan (Derecha), junto otras Damas de Blanco.
La más perdurable lección que nos ha dejado, Laura Pollán posiblemente no pueda ser encontrada en ninguna frase o documento producido por su escritura, en ningún apotegma capaz de ser citado o cincelado sobre una roca. Lo que todos podemos aprender de ella tendrá que ser leído en los actos de su vida, en la forma en que logró encontrar dentro de sí misma la fuerza, el valor, la perseverancia que se requieren para, desde la pequeñez de una ciudadana sin derechos, erigirse en una gigante moral.
A la pequeñez intentó condenarla un sistema machista y autoritario que le inculcó la subordinación indiscutible a los poderes del Estado, que la quiso someter a la obediencia, haciéndole creer que todo acto de independencia de criterio personal podría ser visto como una transgresión imperdonable, una traición a la patria. Para saltar sobre esa verja hace falta alcanzar una enorme estatura, tener una fuerza titánica y atesorar el coraje necesario para arriesgar la vida y aun más, el prestigio.
El crecimiento lo alimentó el amor, la fortaleza la traía consigo y solo tuvo que ponerla a prueba. El valor lo forjó en una secuencia de sucesivos atrevimientos en los que tuvo que vencer uno a uno todos sus miedos, los miedos del cuerpo y los del espíritu. Un buen domingo ya nadie podía detenerla y conoció el dulce sabor de la palabra libertad cuando se grita frente a quienes quieren pisotearla. Comprendió luego que no bastaba que liberaran a su esposo de la injusta sentencia a que había sido condenado, porque en fin de cuentas aquella primavera negra del año 2003 no había sido una casual equivocación, sino el resultado de la misma represión que pretendía reducirla, reducirnos.
Su muerte siempre nos parecerá inexplicable y no ya desde el punto de vista científico, eso quedará para los peritos forenses o para la mano de Dios que devele los misterios en nombre de la justicia o los cubra por piedad. Tenía tanto por hacer todavía que no logramos conformarnos y solo nos consuela haber tenido el privilegio de conocerla aunque nos queda el malestar de no haber hecho más por su causa, el disgusto de no haber estado a su lado todas las veces que lo necesitó.
He aquí ahora su grandeza sin alardes ni estridencias. Habernos mostrado que el miedo es un lastre del que podemos deshacernos en el minuto en que lo decidamos, que la verdad se abre paso aunque la mentira tenga todos los recursos a su disposición, que no estamos solos a pesar de la aparente indiferencia de tantos y que un ramo de flores portado dignamente puede ser un argumento irrebatible.
Después de Laura todos somos un poco más grandes, más generosos, más valientes. A partir de ahora no volveremos a compararla con nadie porque tendremos que empezar a compararnos con ella.
Reinaldo Escobar (Camagüey, 1947)
Periodista. Miembro de la Revista digital Consenso.
Reside en La Habana.
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