Por Livia Gálvez Chiú
Quien la defiende la quiere más. Pegajosa la canción. Casi todos hemos escuchado al menos una parte de su letra, la hemos tarareado, aplaudido, bailado…sobre todo en las escuelas, lo que supone que desde niños estamos familiarizados con aquello de defender a la Patria, la bella isla que nos vio nacer; pero… ¿de quién, de quiénes, o de qué, hay que defender a Cuba? Muchas pueden ser las respuestas:
De las leyes injustas; de las estructuras del Gobierno que martillan la vida de los cubanos; de los que usan el poder para someter a los demás y no para servir; de los que siempre están “sobre la cerca”, es decir, ni de un lado, ni del otro. Esta respuesta casi siempre es la primera que llega al pensamiento.
La segunda bien podría ser: De la gran confusión sembrada conscientemente por las autoridades en la que se mezclan conceptos que indiscutiblemente son diferentes: patria, partido, revolución. Una gran parte de nuestro pueblo los considera la misma cosa. Los cubanos no conocen los deberes y derechos ciudadanos y por consiguiente, no los ejercen. La educación cívica distorsionada se ha convertido en uno de los peligros más grandes que han acechado a Cuba desde hace años.
Una tercera: De la desorientación; el no saber a dónde vamos o a dónde queremos ir como país, puede provocar y de hecho, provoca, que no se defina el rumbo, que “saquemos la mano para doblar a la derecha y giremos bruscamente a la izquierda”, o vayamos de un lado a otro del camino dando bandazos. Peligroso, ¿verdad?
A todos nos vienen a la mente decenas de respuestas por minuto, porque lo que sí no es de dudar es que nuestra Cuba lleva ya muchos años sufriendo y se nos puede desplomar en cualquier momento.
Gracias a Dios hoy contamos con cubanos que buscan más allá del cansancio y se afanan en liberar cadenas, las propias y las de otros. Gracias a Dios todavía contamos con quienes insisten a pesar de todo, con quienes quieren defender a la Nación.
Quienes estemos dispuestos a hacerlo, hagámoslo. Defendámosla, sí, pero con muchos cuidados, con mucho tino. ¿De qué?
De actitudes egoístas, egocéntricas; de posiciones antidialogantes; de la cerrazón. De eso llevamos más de 50 años.
De las actitudes apresuradas, de las acciones impensadas, de las improvisaciones. Esto puede conducir a que “el remedio sea peor que la enfermedad”.
Defendámosla, sí, pero con mucha prudencia. ¿De quiénes?
De aquellos que no la prioricen por encima de conveniencias personales; de los que por vano orgullo no “dan su brazo a torcer”; de los que de tanto remar en el mar de la libertad, se concentraron tanto en los remos, en la marea y en la tempestad, que cuando levantaron la vista ya habían perdido el rumbo y no encuentran todavía el faro; de los que aún creen que la diversidad no es una riqueza y les estorba; de quienes piensan que el suyo es el único camino y desoyen a los demás.
Defendámosla demostrando a los que se cansaron, que a veces es bueno descansar, pero que abandonar aquello por lo que se lucha, o aquello que se sueña, puede conducir al vacío existencial; demostrando a los que siempre les ha sido indiferente, a los que se enajenan, lo indispensables que son para reconstruir la Patria, y que su papel protagónico no puede ser sustituido; demostrándoles lo mucho que la libertad de Cuba los echa de menos.
Demostrémosle a Cuba que quien la defiende la quiere más, encontrando cada uno su modo de hacerlo, buscando cada cual qué puede hacer. La salvación de la Patria está en sus ciudadanos, en todos y cada uno de ellos.
Livia Gálvez 1971
Lic. en Contabilidad y Finanzas.
Trabajó en la Consultoría Cívica de P. del Río.
Reside en Pinar del Río