Por Yanet Martínez Basabes
La postmodernidad en América Latina ha suscitado diversos debates. Todavía hoy, hay quienes se preguntan si América participa de la postmodernidad. La modernidad en nuestro continente nos fue impuesta, el proyecto moderno no fue más que otro de los recursos totalizadores que tuvieron nuestras antiguas metrópolis para sus colonias. El resultado es muy cuestionado, ya que entre el rechazo y la aceptación se han construido la identidad de gran parte de nuestros países.
En cuanto a la postmodernidad, como plantea Jesús Martín Barbero, es una cuestión de estilo. Con la colonización se nos impusieron muchas conductas y de una forma u otra las asimilamos. En este sentido pudiéramos reflexionar acerca de nuestra mentalidad ya acostumbrada, a asimilar cosas. Sin embargo, creo que a la altura del siglo XXI hablar de una postmodernidad latinoamericana es mucho más creíble y ajustado, puesto que la coordenadas que hoy rigen el panorama global apuntan a esto.
Quizás la periferia ya no sea tan periferia, la colocación de muchos de los países latinoamericanos en diversos puntos protagónicos de la política y la economía los convierten en blanco principal para esta era. El capitalismo de nuestros países, hoy día siguen la línea del capitalismo de los grandes centros de poder. El sujeto latinoamericano, construido históricamente por la inyección cultural de otros sujetos, se alimenta de los productos culturales que estos centros le ofrecen.
En tal sentido la amenaza identitaria de lo autóctono americano y la penetración violenta de la era postmoderna son cuestiones que no dejan de sorprendernos. Los asuntos en este sentido seguirán siendo diversos.
Cuba: la isla perdida en las manos de Cronos
Si hablar de postmodernidad en América es difícil, hacerlo con Cuba lo es mucho más. La historia de nuestra isla es sumamente complicada. Si bien costó sacrificio y requirió de la heroicidad de muchos hombres para lograr nuestra ansiada independencia, hoy día la historia de nuestro país ha transcurrido lenta y atropelladamente.
Con el triunfo revolucionario el 1ro de enero de 1959 ocurrieron diversos cambios que fueron operados sucesivamente a favor de la nacionalización y socialización cultural, económica, política… En aquellos primeros años se confirmó, de manera popular, el apoyo a la Revolución tras los sucesivos ataques terroristas. Muy tempranamente, el 16 de abril de 1961, Cuba proclamó ante el mundo su carácter socialista. Este paso constituía una posición radical para el futuro de nuestro país.
Aquellos años estuvieron acompañados del espíritu socialista que se vivía internacionalmente. El mundo se dividía entre países socialistas y capitalistas, la dialéctica entre ellos puso al mundo en el umbral de una tercera guerra mundial. Cuba seguía el modelo soviético, este fue nuestro paradigma por muchos años hasta la caída del muro de Berlín que puso fin a aquella dicotomía.
Con la caída del muro, nuestro país quedó huérfano y sin respaldo ante el mundo. Económicamente estábamos (y estamos) desnudos, pues siguiendo a aquel paradigma, no nos dedicamos a construir el nuestro, el propio. Los años 90 amenazaron con la inestabilidad. Entre el recrudecimiento del bloqueo y nuestra ausencia económica el país estuvo ante uno de sus momentos más críticos. Salir de aquel periodo especial, (si se puede afirmar) ha sido una sorpresa y a la vez un cuento de hadas donde la magia y el invento fueron las soluciones más alentadoras. No pretendo ilustrar cómo lo conseguimos porque realmente sería como para no descansar, pero hasta este punto, lo que he planteado es que las condiciones de nuestro país no favorecen la presencia de una postmodernidad ni lógica como en Europa y Estados Unidos ni asimilada como “estilo”, como en América.
Vivimos en un reloj lento, donde la memoria de aquellos “gloriosos” años donde la URSS y el CAME nos apoyaban, se convierten muchas veces en recuerdos, anhelos, delirios y hasta en justificaciones. Nuestra historia detenida es uno de los conflictos que afronta nuestro país. El deseo de mejorar, de vivir el anhelado “sueño norteamericano” ha provocado fuertes migraciones que no han dudado en recurrir a la más loca aventura.
Entonces, ¿cómo analizar la postmodernidad en un país con una ausencia de capitalismo – base fundamental de la postmodernidad- desde hace más de cincuenta años? Las condiciones postmodernas han penetrado muy pasivas como el INTERNET (que hoy día sigue siendo muy limitado), la era de las imágenes como parte crucial de la visualidad de la ciudad, la televisión y el cine dirigidos a la venta de productos… La televisión, importante medio informativo en nuestro país, trastoca esa venta de productos consumistas que luego podemos encontrar en el supermercado, por mensajes algunos de carácter muy filántropos como la homosexualidad (muy reciente), el SIDA y otras enfermedades, y aquellos que están más vinculados al proceso revolucionario. Las imágenes representativas del poder se convierten en productos porque precisamente son la fuente de nuestra sociedad. Si es postmodernismo o no, sí es cierto que es un recurso muy característico.
Quedarnos solos ante el mundo bajo la bandera del socialismo, además del bloqueo, nos hizo aislarnos y encerrarnos en nuestro heroísmo y capacidad de resolver nuestro problemas. El mundo continuó desarrollándose, unos países con más rapidez que otros, moviéndose entre las coordenadas del centro y la peri- feria, algunos de forma totalizadora y otros con un espectro más reducido, entre el hambre y el poder, la pobreza y la “bella vita”, pero siguiendo todos la matriz revolucionaria de la era que vivimos.
En Cuba las coordenadas de centro y periferia se mueven entre La Habana y sus provincias. Basta solo para encontrar el camino de los “pasos perdidos” y viajar desde La Habana con el traje de los primeros años del triunfo de la Revolución hasta cooperativas que parecen núcleos fundacionales de siglo XIX. Realmente es un fenómeno que ocurre en muchos países sobre todo en los latinoamericanos, donde perviven diferentes etapas históricas. Sin embargo, en nuestro país, los límites espaciales e históricos son un poco más trágicos.
En tal sentido vale replantearnos hacia dónde nos dirigimos y más que nada, preguntarnos qué suelo pisamos.
Los diversos trajes de la postmodernidad.
Anteriormente me refería al paro temporal que existe en nuestro país. Esta suspensión ha provocado muchas salidas, una de ellas la migración y otra está más enfocada hacia la búsqueda de una identidad que nos permita conexiones paralelas con otros espacios. En esta cuerda quisiera apoyarme en las distintas fórmulas que emplean nuestros adolescentes para lograr estas aproximaciones con los adolecentes de países más desarrollados que el nuestro.
Me refiero a la adolescencia, porque es en esta etapa donde decidimos que no somos como nuestro padres, sino como nos lo impone la época. Nuestros adolecentes notan nuestro atraso cultural y como ellos están viviendo su momento de soñar, crean una identidad a través de los medios visuales como el cine, la televisión (telenovelas, series…), INTERNET y las revistas. La música también ejerce en ellos una fuerte influencia. A partir de estos elementos que le sirven de guía construyen su propia personalidad. La genética en esta época actúa como un factor obsoleto, así que la exteriorización de lo que son es extraída de otras fuentes.
A menudo oímos algunas definiciones como miki, friki, repa, emo…El adolecente busca refugiarse en una clasificación, pues esto lo hace partícipe de un grupo determinado y de esta manera logra la aceptación del mismo. Como ya decía, la música es un factor incisivo. Los ritmos se convierten en modas y patrones de exteriorización. La música se convierte en ellos en modos de vida y en actitudes ante la sociedad.
A partir de las clasificaciones se definen diversas expresiones culturales. Los músicos se convierten en sus ídolos y es así como vemos a multitudes de jóvenes vestidos como ellos y actuando como tal. Un ejemplo clásico son los llamados reparteros, estos se hacen distinguibles por sus ropas anchas, pantalones a media nalga, ropas cortas y ceñidas para las mujeres, es decir, que existe un patrón muy vinculado a la “estrella” musical que idolatran. Asimismo los emos, clasificación con la cual se identifica buena parte de la juventud cubana, adoptan un largo cerquillo negro que deja al descubierto un solo ojo y se visten de negro con detalles rosa y jeans y pullovers ajustados.
Es decir, vemos una búsqueda de la autenticidad que muchas veces nos separa de nuestras costumbres. Hablar de raíces en estos momentos en la juventud cubana es un poco ingenuo, pues la invasión cultural que ha llegado a nuestro país es realmente alarmante. Estos jóvenes buscan la aceptación por parte de los que ya están legitimados y para esto recurren a cualquier mecanismo por muy caro que luego les cueste. La integración a estos grupos incluye algo más que la forma de vestir, en muchas ocasiones tras este deseo de pertenecer viene la adopción de nuevas costumbres que pueden ser desde el consumo de drogas, hasta las que son legales (cigarros, alcohol) o las ilegales, aún más nocivas.
Lo más perjudicial en este sentido es que en medio de la búsqueda, en lugar de ser auténticos, los jóvenes caen en la mera repetición de juicios, posiciones y estereotipos, que al final distan mucho de la autenticidad. Igualmente la posición asumida ante la sociedad deja mucho que desear. Hoy día los jóvenes están tan inmersos dentro de su grupo e interés personales que se han olvidado de los modales, de la educación, y sobre todo, de las relaciones familiares. Muchos de ellos sienten que no hay nada que los relacione con sus padres o abuelos, así que recurren a los amigos, esos que también presentan las mismas problemáticas. Incluso cuando sus padres no pueden facilitarles los medios que los hagan homogéneos a sus grupos, crean un estado de descontento e irritación hacia sus progenitores.
No considero que todos los problemas de la juventud cubana de hoy sean responsabilidad de los grupos o clasificaciones. En todo este panorama se esconden muchas cuestiones. El recurrir a los grupos o clasificaciones bien puede considerarse una escapatoria o salida a problemas mayores, además de que no podemos olvidar que este momento también es una etapa de la vida del hombre.
La falta de identidad con el yo interno o externo, el deseo de aspirar y de soñar con modelos aparentemente mejores y que en casa no tenemos, es una forma de colocarnos y situarnos a la altura de lo que se mueve en otros lugares. Nos ha tocado vivir una historia forzada y paralizada que incide de forma tempestuosa en el futuro de nuestra generación.
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Bibliografía
Forcade, Carlos Simón y Hamlet Fernández Díaz. Selección de lecturas. Teoría de la Cultura Artística. Facultad de Artes y Letras. Universidad de La Habana. Pp 323-396.
Enríquez Romero, Jennifer. El dilema de la postmodernidad, en http://www.elhabanero.cubaweb.cu/2010/enero/nro2775_ene10/com_10ene835.html
Emos Cubanos: Rompiendo Mitos, en http://www.parada-emo.com/
Yanet Martínez Basabes, (Cuba, 1990)
Estudiante Historia del Arte (Universidad de la Habana)