Carta abierta de un joven poeta al cantautor cubano Pablo Milanés
Vivo con fantasmas que alimentan sueños y falsas promesas
-Días de gloria-
Por Maikel Iglesias
Corren los días del primer mes del año 2011, y tímidamente, es anunciado por los medios oficiales de la isla cubana, el reencuentro de Pablo Milanés con su querido pueblo de Pinar del Río, millonésima parte de esa infinitud de seres, que nacieron, crecieron, aún sueñan y hacen el amor; y puede que hasta llegue a suceder un día, cortejen a la muerte tarareando sus canciones, para descansar en paz, la insólita belleza de la vida: Yolanda, Yo no te pido, El breve espacio en que no estás, Quién me tiende la mano al pasar, La felicidad, Para vivir, Días de gloria. Son tantas, y todas tan sublimes, tan íntimas y aladas en sus cálidos acordes, que transcienden cada una de ellas, esas clasificaciones y frivolidades, con las cuales suelen revestir las épocas, lo que siempre será, o mejor, eso que será por siempre: sencillamente Música.
Querido Pablo cubano, soñado Milanés de las Américas, amado trovador del Mundo. Gracias en mi propio nombre y en mis dos apellidos, por el formidable gesto de venir a un pueblo, al cual, aunque le falte luz, le sobran dones y almas para cantarle al amor. Gracias a todos los músicos que han acompañado durante varias décadas la hondura de tu voz, ellos te han hecho relucir más grande en cada concierto o fonograma y cada día más humilde, dejándonos por enseñanza, además del placer de sus interpretaciones y arreglos formidables, que nada trascendente de todo lo que existe sobre este planeta, jamás podrá ser obra de una sola persona; que un solo palo es capaz de hacer monte, solamente en la medida en que es capaz de contar, con sus árboles hermanos.
Ante esa frase hecha del comienzo: Corren los días…,impregnada en su índole por el vertiginoso ritmo que impulsa a nuestra Era de Internet y desambiguaciones; debería permitirme el elegir de otra conjugación verbal, que reflejase en forma más exacta el paso, con el que se mueve Cuba. Mi país, nuestro país. Luego de tantos estancos y no pocos retrocesos, quedará más atinado apuntar, gatean los días. Pero sucede contigo, poeta, lo que ocurre con todos los ángeles guardianes de la cultura de los pueblos, en cada una de sus mejores obras, las dimensiones del tiempo y el espacio, se nos tornan inconmensurables.
Ellos andan tan libres del reloj de las historias y esos metros cuadrados, con los que muchos proyectos sociales, han intentado amoldar a los hombres, a imagen de sus sueños y esperanzas -hipotecándoles en cada una de sus corridas, lo que menos pertenece a las personas y gobiernos, el futuro-; que siempre nos alertan que las cosas, aún las más abstractas, deben pasar por aquí, o sea, por el sol de los barrios, por el corazón interno, epicentro de toda existencia, y que nunca es demasiado tarde para comenzar ahora. De nuevo. Hacia lo nuevo. Por una realidad que nos libere, de verdad, de veras, los nudos que las otras se encargaron de apretarnos.
Te debía un poema, Maestro. Quizá por eso vuelque en estas motivadas letras, un puñado de metáforas que me tenía guardadas, para ese momento histórico en el cual pudiera disfrutar al fin, la comunión contigo, con tus letras y tu música que es toda la música y la poesía, para aquel suceso mágico en el que millones de personas de varias generaciones y diversos mundos, han logrado elevarse sobre el cotidiano muro de las intolerancias y otros egoísmos, por vivir y cantar en libertad, así de simple, para ese gran instante en que perdura al menos, la dichosa paz de tus conciertos.
¡Qué regalo de Dios ser profeta en su tierra! Dador de paz, exorcista, traficante de bálsamos. Pinar del Río te ama. Cuba te guarda hasta siempre en su pecho mayor.
Mas ni es esta una elegía ni está próxima la hora de encenderle velitas a tu obra, que es en definitiva tu inmortal legado, algo que nadie podrá desterrar de esta isla, con sutiles promociones en estilo de susurro, quizá como venganza a tus declaraciones libres en España, México y tantísimos lugares, acerca de nuestro presente y la importancia de la juventud, en todo proceso de cambio. Con muy bajo perfil e incertidumbres para tu estatura, fuiste anunciado por los estatales órganos de prensa de mi ciudad natal. Por eso no fuimos puntuales, ni muchos ni pocos, aunque sí los suficientes, a esa cita legendaria en la que un caballero, invitase a la gente del pueblo, a ese duelo fraterno con la vida, al que solo consigue guiarnos el amor al Arte, en el que nadie muere ni sale vencido.
Ni que alguna vez tú te hubieras marchado de nuestros corazones. Ni que hubiese incoherencia alguna en lo que dicen tus canciones con la sabia honestidad de todas tus entrevistas. Ni casuales o causales coincidencias que por estos días han hecho de mí otro de los tantos que se muestre ansioso y expectante por la prosperidad de su pueblo, ni ese maleficio del espejo roto de mi cuarto, la semana en que curiosamente me leía, unos relatos agrupados bajo el título, El espejo que tiembla, obra de luz de Abelardo Castillo, un maestro del verbo argentino y del lenguaje universal. Ni esa luna rellena rodeada de un halo enigmático, ni neblinas feroces de año nuevo, ni los cantos de lechuzas sobre una descabezada palma real; pudieron impedirnos que cientos de jóvenes aprobaran con sobresalientes notas y afinando y redesafinando hasta el delirio, sin sabernos de memoria muchos de tus principales temas; lo mejor que un ser humano puede compartirle a otro. Qué otra cosa puede ser sino toda su alma.
Por eso hoy quiero atreverme a trastocar tus ya casi setenta años, y te cuento con los míos, 30, y te ofrezco la edad de todos esos jóvenes a quienes alentaste, con las manos en la calle y con sus besos en el aire, a ser actores del presente más que espectadores impacientes del futuro. Yo no tengo memoria de un artista, más aplaudido y coreado en mi tierra, y a la vez tan cubano y tan joven en sus 7 décadas. Que una de tus hijas arribara de sorpresa para regalarte el beso más tierno del mundo, justo cuando te animabas a cantarle, esa nana al auténtico ritmo de son, con la cual presiento, muchas niñas habrán de despertarse un día; fue la confirmación de ese cariño que tenemos por ti.
Qué importa que estuviesen viejos muchos de los que nacieron, crecieron, soñaron y amaron inspirados en tu canto, que algunos prefirieran un partido ordinario de béisbol entre Santiago de Cuba y Pinar, o permanecer del lado de los que censuran, o quedarse prendidos a una computadora, un DVD, la radio o la TV; en cada corazón de todos los que fuimos a cantar contigo, juro que estaba presente la familia cubana. Aunque sufrida y dividida tanto que ya apena, sí todo lo numerosa como para que no sea hipérbole, decir que a tu concierto asistieron millones. Fue provisional la plaza en la que te acogimos, Pablo, pero no la humanidad de tus canciones.
Maikel Iglesias Rodríguez (Poeta y médico, Cuba 1980)