Poesía – Otras cartas apócrifas y un bastón de ciego

 

(Poemas escogidos del cuaderno inédito: El jardín de los insomnios)
Por Maikel Iglesias Rodríguez
Odio y Amor.

Odio y Amor.
Carta a mi hermano preso
Mientras llega la hora de la libertad,
hermano:
recuerda que no hay peores celdas,
a las que castigan la mente de los hombres;
ni cadenas más difíciles de quebrantar,
que los miedos que se enroscan en el alma.
No permitas se convierta en piedra el corazón,
ni se amarguen tus pupilas con rumores de cicuta.
Contigo han condenado a mucha gente,
la familia,
tus amigos,
al amor,
y a la escolta materna;
con tu pena también la condenaron.
Aunque a ratos te embargue la idea,
de que nadie sufre esta cana tanto como tú,
a otros les duelen tus heridas,
les torturan también tus alaridos,
y tu madre
la sufre doblemente;
por haberte dado a luz a un mundo de secuestros
y por el inmundo libre que hoy te ha dado las espaldas.
Más temprano que nunca,
te devolverán al sol,
y sentirás despertarse allá en el pico de la loma de aguas secas,
aquello que te parecía muerto.
Aunque ya hayas perdido la cuenta de las noches,
como si fueran cometas extraviados,
en el rumbo contrario de sus órbitas.
No hagas un funeral por más de 24 horas,
en nombre de las ilusiones muertas.
Los celos que la rabia descompone,
deben ser enterrados sin vacilación.
En un barrio invisible en los mapas,
en alguna ciudad sin iglesias ni clérigos,
en un pueblo sin palacio de justicia, ni corriente eléctrica,
a un millón de lunas de tu jaula.
Amanecerá sin odio,
sin importar los gallos que hicieron silencio,
el día que a tu canto lo pusieran entre rejas.
“Con Fe y Sin Fe” (III).

“Con Fe y Sin Fe” (III).
Bastón de ciego
Como todo poeta,
más temprano que tarde he comprendido,
que mi patria verdadera está en la poesía.
Sólo quise decir algo a una mujer que amaba
y terminé por engancharme al vagón de los silencios;
a ese tren descarrilado de los Hombres
y otras cosas inefables.
Ni siquiera sé bien si esa palabra existe.
¿Inefable?
Prefiero jugar a ese niño que no se preocupa,
de lo caro que se han puesto los juguetes;
ser rebelde a las patrullas que prohíben a los padres,
llevarse tantos sueños a remolque.
Disfruto las cabriolas hasta conseguir con ellas,
una tesis de grado acerca de la mística de aquellos parques,
donde solo los abrazos y los besos testifican.
Cuando digo desdigo,
donde pierdo mi rumbo,
he de encontrar mis huellas algún día.
Fui tras la corneta de la gran locomotora cósmica.
He sido solamente un pasajero más.
Quien halló entre los versos su bastón de ciego,
mientras unos pasaban desde un coche a otro,
asiendo sus dos manos a la vida.
Image
Carta para Dios
Cada vez que me alejé de Dios,
me alejé de mí.
No es que habite un superhombre dentro de mi pecho,
sucede que cuando al inconmensurable,
le agradecen en el nombre de los otros,
o le donan a la tierra sus ofrendas;
algo mío también se ilumina
y por supuesto,
algo tuyo también.
Aunque no percibamos del todo.
O se cumplan a medias en los descendientes,
lo que hubimos de esperar en el pasado.
No son negociables ciertas libertades,
nadie debe comprar la promesa que te corresponde
ni el camino que eligieron tus sandalias;
demás está decir si vas descalzo,
o te toca marchar solo en esta vida.
He pedido a mis amigos que remitan sus epístolas a ti,
están tan ocupados los buzones de los presidentes.
Pero dicen algunos que estoy loco,
aquellos que no creen ni en ellos mismos
y piensan que el supremo tiene un doble,
para esos momentos críticos de la película.
Que puede matar de infarto a su mamá;
quien decide correr tras tus huellas.
Esta mañana
El bardo planea herido en una cápsula de viento.
Una flecha prohibió silbar
entre las gélidas mazmorras del poniente.
Nunca supo cuál arco tensaría su cuerda,
jamás miran de frente los traidores,
ni esto creo podrá importarle mucho o algo
a su fantasma aunque quisiera.
Hay tanta oscuridad en derredor de sí,
las córneas de la noche pueden descolgarse
con tan solo un parpadeo.
Sin embargo, o peor,
con embargo;
ni una chispa de lágrima en sus alas,
le impide descorrer la sombra que enmudece el aire.
Tan silenciosas de luz las uñas de los miedos,
rasgan con ternura su guitarra ecléctica,
percuten los 40 hombros de la angustia.
Y un chasquido de Rap,
improvisa en sus bridas de alado corcel:
es mejor una danza de moscas,
que todos los bailes cautivos.
Un agosto implacable
Quise ser pinareño y cubano.
Cuando Dios le encargara a sus ángeles,
me escoltasen a la Tierra
por el vientre absoluto de mi madre;
tuve la certeza que amaría por siempre,
el sueño de nacer en esta isla.
No obstante a que aguardase las 42 semanas,
deshaciendo las brumas de las predicciones
en el manantial amniótico de la infravida.
Ese lago redondo u ovalado
cubierto de vapores y otros tegumentos,
distintos a las túnicas del hielo.
Membranas que se expanden o se magnetizan
apenas comenzamos a morir,
apenas aprendemos a estar solos.
No tenía conciencia de la plenitud geométrica.
El álgebra encriptado de los días y las noches.
Contrario a los pronósticos inteligentes,
los cuales osaron confundirse
ante el oscuro crucigrama de mi alumbramiento,
como yerran algunas jovencitas,
esa clave de acceso a su alcancía menstrual,
la caja fuerte de sus gestaciones,
o negra;
depende de su arcano más fecundo,
influyen los abonos naturales
y el conjuro trashumante.
Más allá del reloj detenido
en las horas posteriores a los 9 meses,
fui dado a luz pinareño y cubano.
Prueba es que no vine al mundo por cesárea.
Por más que me lleven los mares a otros puertos
y sirenas a otras playas,
y acertijos a otros paraísos:
con escalas en infiernos medievales,
limbos prehistóricos,
y otras patrias mendicantes del abismo.
Soy de aquí,
luzco la cruz del ahora.
Cuando venga esa dama vestida de blanco o tal vez tornasol,
o quién sabe si vendrá desnuda
la señora que tiene a su cargo,
ese censo temible al resumen de la vida.
Cuando llegue el instante de decir:
qué bueno o cuán malo,
se nos va.
Sin importarles cuánto a cada segundo nos estamos yendo
al otro lado de las cosas,
y las gentes que no aceptan despedidas.
Tendrán que apuntar en sus actas de objetos,
milagros y seres humanos.
Dos amantes predilectas:
Cuba,
Pinar del Río.
Ínsula boyante en los confines,
de una tierra que adora sus palmas ungidas.
Esplendor de un Agosto implacable
bajo un árbol de flores violetas,
ave que vuela encantada contra la corriente.
Maikel Iglesias Rodríguez
(Poeta y médico, Cuba 1980)
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