Por Juan Carlos Fernández Hernández
¿A qué sociedad le conviene sembrar en su seno odios, rencores y resentimientos?
¿Qué se busca cuando se atiza a cubanos contra cubanos?
¿Es saludable para la nación ignorar y excluir a una parte de la sociedad que propone salidas a la actual situación y pide se respeten sus espacios y por ende su representatividad en ella?
¿Quién o quiénes son jueces para determinar en manos de quién se deba depositar el futuro de nuestro país?
¿Se está gestando en nuestro país un verdadero diálogo en donde todas las partes estén representadas?
Las preguntas que llenan mi cabeza podrían desbordar todas las cuartillas que uno desee escribir, así como las respuestas a cada una de ellas, muchas de estas, tristes para todos, por lo menos de manera inmediata, debido en gran medida a los hechos que las acompañan. Se está llevando al país hacia un punto de no retorno del que nos vamos a arrepentir todos si no ponemos sentido común y corazón a la problemática que ahora mismo estamos viviendo en el interior de Cuba. El ser humano no es una liga que se tensa de manera interminable, no lo puede ser por su misma naturaleza. No se puede manipular y vapulear a las personas, persiguiendo tal vez, muy buenas intenciones, pero sin tener en cuenta que estas últimas tienen que estar subordinadas a la persona y su dignidad, cuando esto se invierte las consecuencias pueden ser catastróficas. La historia está llena de noches de cuchillos largos y quiero creer desde lo más profundo de mí ser que nadie quiere eso para nuestro país.
Pero tengo que confesar que los hechos, en mi humilde opinión, marchan en la dirección equivocada. Porque aunque en Cuba, hasta el momento, no se ha desatado un conflicto de dimensiones mayores, las actitudes, confirmadas por los hechos que, hasta el día de hoy, manifiestan las autoridades del país no son las del diálogo y la reconciliación, sino todo lo contrario, ejemplos los hay a diario:
1- ¿A quién o a quiénes beneficia haber tenido por 48 horas cercados, hostigados y atacados en una vivienda a un grupo de personas que solamente deseaba reunirse pacíficamente para expresar sus ideas?
2- ¿Por qué Reina Tamayo es hostigada, agredida y detenida por el solo hecho de querer visitar la tumba de su hijo fallecido en una huelga de hambre?
3- ¿Por qué son presionados los prisioneros de conciencia y políticos a abandonar el país?
4- ¿Es verdaderamente mediador el papel de la jerarquía de la Iglesia Católica en este conflicto?
5- ¿Por qué percibo un empeño, sobrevalorado, de las autoridades de ofrecer una imagen de apertura y tolerancia en el país fundada solamente en las preferencias sexuales?
6- ¿Por qué no se trata de la misma manera cuando es de preferencias políticas el asunto a debatir?
7- ¿Por qué un licenciado en Derecho no puede enseñar a un grupo de personas la Constitución Cubana?
8- ¿Por qué se continúa tildando de mercenarios y vendepatrias a todos los cubanos que no comparten las ideas y el proyecto social y político del Partido Comunista Cubano?
9- ¿ Por qué a la problemática cubana el gobierno le busca la posible solución puertas afuera, presentándolo como un diferendo con los Estados Unidos y la Unión Europea, ignorando a un sector de la sociedad cubana que desde hace mucho tiempo es parte, de las principales, de este problema?
Como expresé al inicio, preguntas hay muchas, pero el Estado y gobierno cubanos y un sector de la sociedad civil se empeñan en hacer oídos sordos a las múltiples propuestas emanadas, unas desde aquí y otras, no menos importantes, surgidas en la diáspora.
Jamás en la historia de nuestro país la oposición política ha sido tan mesurada, pacífica, incluyente y propositiva como lo es hoy. Jamás la sociedad civil en nuestra historia ha llamado más a la reconciliación y al diálogo, la propuesta y la cordura que la que hoy vive y trabaja por y desde Cuba. ¿Por qué tanta saña y descalificaciones en contra de esta?
¿Se repetirá en nuestra historia el bochornoso capítulo de las Guerras de Independencia? En aquella ocasión la mesa de negociación no estuvo completa, faltaron a ella una de las partes: los cubanos que habían luchado por ella. Hoy se dan señales que indican que las cosas, parece que van por esos caminos. Ojalá y esté totalmente equivocado.
Ignorar un problema no es sinónimo de que no existe, con esto sólo se consigue propiciar el ambiente para que salgan a flote las reacciones más viscerales del ser humano. Con estas actitudes la situación se complica cada vez más y se tiene la incertidumbre, siempre acompañada de miedo, que no se sabe qué es lo que va a pasar en la Isla.
La solución la tenemos a mano, solo hace falta voluntad de buscarle la mejor salida para todos. Si fallamos, todos, absolutamente todos, saldremos perdiendo. Sembrando odios y rencores se cosecharán solo huracanes, con la particularidad de que a estos no se les podrá pronosticar intensidad en escala alguna, como tampoco trayectoria y duración. De lo que no cabrá duda alguna es el altísimo costo humano que significará para Cuba toda.
Sentarnos a conversar, respetando las diferencias es el principio del fin de la larga noche que atenaza a nuestro país. Solo de esta forma estaremos contribuyendo a que sanen las heridas y entre todos levantar a Cuba.
No debemos permitir que todo lo que está sucediendo y lo que está por suceder se nos vaya de las manos.
Debemos poner a Cuba por encima de intereses, sean estos partidistas, económicos, religiosos o de cualquier índole.
Para que sanen las heridas que hoy permanecen sangrando, todos debemos jugar al médico, nadie se puede arrogar el derecho de tener la receta perfecta. Todos tenemos una parte de ella, hasta que no consensuemos esfuerzos entre todos, sin exclusiones, no irá saliendo de a poco la cura para nuestros males.
De nosotros y solo de nosotros depende que salgamos del coma actual.
Tengo fe en que, una vez más, los cubanos sabremos salir adelante sin que la liga llegue a partirse.
Juan Carlos Fernández Hernández. (Pinar del Río, 1965)
Ex – corresponsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Diócesis de Pinar del Río. Miembro del equipo de trabajo de Convivencia. Animador de la sociedad civil.