Por Luis Cáceres
Cuando somos niños creemos ser merecedores de todo, creemos tener derecho a arrebatarles los juguetes a los demás niños, tenerlo todo y si se le permitiera a otro niño jugar, las reglas serán puestas por el dueño de los juguetes. Es el instinto de dominar, ese es el animal que nace, pero que en el hombre no crece por la educación que recibe durante las distintas etapas de su vida en sociedad, donde además irá aprendiendo a conocer sus deberes y también sus derechos. Afortunadamente ya son pocos los que aún conservan ese instinto animal que hace que la persona se crea con derecho a dominar a su antojo todo a su alrededor solo infundiendo miedo y quiera obligar a los demás a que piensen como ella. En el fondo esa persona sabe que no surgió de un molde, sabe que no hay otra como ella, por lo tanto, debe reconocer el derecho a ser distinto.
Hay una serie de vivencias durante la vida donde se crean en la mente de cada uno las preferencias, comparamos y elegimos lo que creemos mejor, sin creer que los demás tengan que ser iguales, sus vivencias fueron otras.
¡Qué aburrido fuera el mundo si no existiera lo diferente y las diferencias, las distintas iniciativas! Así crece la calidad humana en todo, no con caprichosas órdenes de autoritarios incapaces que creen ser dueños de toda razón. Lo que se haga por miedo o en contra del deseo saldrá mal. ¿Qué frutos puede traer aquello que se hace cuando se está convencido de que no tiene ninguna lógica realizarlo?
Todos tenemos derecho cuando pensamos, de equivocarnos. ¿A quién no le ha ocurrido?
A lo que no tenemos derecho es a estar equivocados siempre, ni tampoco tenemos el deber de aceptar las constantes equivocaciones de otros.
¿Por qué nuestros criterios, opiniones o iniciativas tienen que ser vistas como un delito cuando son distintas?
Cuando nos quitan el impulso de una iniciativa nos parece que nos ponen un muro por delante.
¿Puede ser alguien feliz y aceptar a la vez llevar esta carga por el resto de la vida a todas las generaciones? No somos un campamento militar.
Los que abogan aún por el hombre molde tratan por todos los medios aislar la información o comunicación sin un átomo de persuasión que convenza.
Cuando Adolfo Hitler quiso hacer el molde del hombre físicamente igual, el resultado fue el bochorno de hasta los que después de adultos supieron que ellos habían sido fruto de aquel experimento.
Hoy el molde ideológico también es un fracaso en todas partes.
A los creadores, a los de iniciativas, esos que quieren ser libres de actuar, denles una palanca y moverán la economía, al arte, la cultura, en fin, el bienestar en general, podemos vivir bajo el mismo cielo siendo distintos con iguales derechos, sin dudas saldrán las mejores cosas. A todos nos gustan las afinidades, pero las espontáneas, no las impuestas.
Es hora de oír a los excluidos que por mucho tiempo solo han escuchado hablar de deberes, nunca de derechos, donde no se les ha permitido decidir en nada en medio de tantos problemas no creados por ellos.
Luis M. Cáceres (Pinar del Río, 1937)
Pintor. Reside en Pinar del Río