El actual sistema económico cubano no tiene remedio. Hay que cambiarlo. Algunos creen que alguna circunstancia coyuntural lo arreglaría. No dudo de que determinados hechos alarguen la agonía, pero solo eso es posible ya: alargar la agonía que precede a la muerte que, incluso, a veces parece que ya se ha producido. Las opciones son prolongar la agonía o acelerar el fin del sistema económico cubano. No tendremos los cubanos, bajo las circunstancias de un sistema económico totalmente centralizado, con la ineficiencia como estilo de actuación y la explotación de los cubanos que trabajamos, una mejoría en el nivel de vida ni en nuestro desarrollo integral. Y este es el final de cualquier sistema: que no pueda esperarse nada nuevo ni bueno de él.
Por Karina Gálvez Chiu
Pudiera ser que un problema importante en el análisis actual de la economía cubana sea que partimos de un supuesto equivocado: pensar que algo que se haga o suceda ayudaría a la economía cubana a seguir tal y como está funcionando. Nos detenemos a pensar que es posible que podamos continuar el mismo sistema económico por mucho más tiempo si quitan las restricciones económicas de los Estados Unidos, o los empresarios europeos conceden más plazos financieros, o si liberan el trabajo por cuenta propia, o aumenta el turismo norteamericano, o si disminuyen los gastos del Estado al eliminar empleos…
Creo que las actuales opciones para el sistema económico cubano son solo de tiempo: se alarga la agonía (incluyendo la ligera mejoría que antecede casi siempre al fin) o se acelera el fin evitando mayores cuotas de agonía. Depende sobre todo de los cubanos.
Durante las últimas décadas, el gobierno cubano ha tenido oportunidades diversas de realizar cambios económicos que verdaderamente condujeran al mejoramiento del nivel de vida y el desarrollo integral de los cubanos y cubanas contando con empujes como la ayuda del desaparecido campo socialista, el florecimiento del trabajo por cuenta propia y la inversión extranjera en los noventas, los millonarios ingresos por remesas familiares, la ayuda de Venezuela.
Sin embargo, la resistencia a disminuir su poder económico ha llevado al gobierno cubano a no aprovechar estas ayudas para el desarrollo sostenible y sustentable de la economía cubana, sino para el fortalecimiento del sistema político y el aumento del poder en manos del Estado, en detrimento de la libertad y el bienestar de la nación.
Pero resulta que el problema ahora no es de sostenimiento del poder económico del Estado, sino de condiciones precarias de vida y de una situación social y política insostenibles. La situación del desabastecimiento de las tiendas por divisas, de la escasez de productos como el arroz y la carne de puerco, o del agua, no son problemas que se resuelven con promesas. El descontento social hace del pueblo la más fuerte oposición al gobierno cubano. La situación política es cada vez más incierta y desconocida. No sabemos de estrategias o proyecto social, político o económico desde hace tiempo. Hay cada vez más problemas en Cuba que no se resuelven con el poder económico del Estado.
Si estamos seguros de que la única solución sería aquella que trajera como consecuencia un aumento del nivel de vida de cada cubano y de todos los cubanos, también lo estaremos de que, aunque ocurran hechos o se den circunstancias favorables para Cuba, con el actual sistema, no hay solución posible para la economía cubana. Y creo que esto se debe, desde el punto de vista económico a algunos problemas de fondo que no se solucionan sino con un cambio esencial y profundo: la excesiva centralización, la ineficiencia como estilo de vida, la mala retribución del trabajo.
La centralización económica
Aún cuando aumenten los fondos disponibles por facilidades en el comercio con los EU, o por concesión de créditos o nuevos plazos de pago o por aumento del turismo a la Isla, si esos fondos continúan en manos exclusivamente del Estado, no se producirán cambios considerables en el nivel de vida del cubano.
El ejercicio de la iniciativa económica privada es un derecho, no es cuestión de opción política. Y debe proveerse al ciudadano de las posibilidades reales que permitan ejercerlo. De lo contrario nada lo sustituirá y el desarrollo personal y social quedará truncado.
Si el Estado continúa bloqueando la iniciativa privada, con restricciones al trabajo por cuenta propia y la falta de oportunidad real para adquirir mercancías o materias primas a los cuentapropistas, y los fondos adquiridos son destinados a la producción de las empresas estatales, al aumento del control y la fiscalización, o al fortalecimiento del aparato político, no mejorará la economía cubana.
La ineficiencia como estilo de vida
Los trabajadores de las empresas estatales son todo lo ineficientes que se puede ser. Parafraseando la ley de Murphy: si algo puede quedar mal, que quede peor. En estas empresas, la productividad y los beneficios están escasamente relacionados. Por eso, los que trabajan tienden generalmente a compensar su salario injusto con falta de trabajo o la apropiación de recursos que deben “ahorrar” de la producción o los servicios para el uso personal o el lucro. La vida del panadero depende de la harina de trigo o la grasa que pueda vender en el mercado negro y esa harina o grasa debe quitársela al pan que produce. Mientras más pueda quitar, mejor para él y peor para la calidad del pan. A él no le perjudica que la gente no compre el pan o se queje. Y la gente se queja pero no tiene opción. Ese pan o ningún pan.
Por tanto, si el Estado consigue más fondos disponibles, no logrará que el panadero haga mejor pan por mucho tiempo. Esta estrategia se repite como estilo de vida, en cadena, en toda la sociedad. Y la gente como que lo acepta por falta de opciones y también porque si el panadero lo hace, tiene que comprender cuando lo hace el comerciante, el camarero o el farmacéutico.
Este problema no se arregla con mayor disponibilidad de fondos por parte del Estado. Sería necesario que cambiaran el escenario y las condiciones actuales.
La mala retribución del trabajo
En forma de bajos salarios y numerosas exigencias, la explotación de los trabajadores que caracteriza al sistema económico cubano, hace que repercuta muy poco un aumento de disponibilidad de fondos del gobierno, en el mejoramiento del nivel de vida en Cuba.
Si el trabajo es mal remunerado, el consumo no aumenta. Con poco dinero, no puede aumentarse el nivel de vida. Aún en aquellos renglones económicos en los que se pueda resolver lo de la ineficiencia, será imposible que los productos y servicios estén al alcance de la media de la población. Ya lo hemos experimentado con la apertura de centros turísticos al turismo cubano. Muy pocos pueden acceder a hoteles y ofertas turísticas debido a los precios que son más que altos, inalcanzables. (Ej: tres noches en un hotel de Varadero, para una persona sola puede representar su salario de un año).
El aumento de la eficiencia tiene que ir aparejado con la garantía de salarios reales justos, de manera que el acceso de los cubanos a la riqueza creada, dependa de su esfuerzo y no de su oportunidad de robar en su trabajo, cumplir misiones médicas, educacionales o artísticas, ni de la situación de sus familiares en el extranjero o de otras circunstancias ajenas a su esfuerzo propio.
Si esto no cambia en Cuba, poco podrán hacer nuevos fondos disponibles para el Estado cubano, para salvar la economía.
Relación entre los tres problemas
Estos no son los únicos problemas que no se arreglarían con mayor disponibilidad de fondos o facilidades económicas por parte del gobierno cubano. Claro que podrían enumerarse algunos más, porque cada uno de ellos da lugar a otros, y los otros, a otros.
Sin libertad de iniciativa privada no habrá eficiencia. Sin eficiencia, imposible pagar salarios adecuados y bajar el índice de inflación. Sin trabajo que genere riqueza ningún país se desarrolla y sin posibilidades de vivir mejor no hay desarrollo humano.
Un sistema que no pueda resolver estos problemas, no funcionará aunque alguna circunstancia lo haga parecer mejor. Claro que corresponde a los cubanos hacer lo necesario para que se alargue la agonía o se acelere la historia. Una historia que ya no tiene más posibilidades que llegar al fin.
La posibilidad del modelo económico chino en Cuba
No creo que la aplicación del modelo chino, en cuanto a combinación de una economía de mercado con un sistema político de partido único, sea posible ya en las actuales circunstancias en Cuba. Además de las diferencias culturales, de las historias diferentes, de las experiencias vividas por el pueblo cubano que no han sido vividas por los chinos, está el hecho de que el problema cubano no es principalmente económico.
Los últimos acontecimientos políticos y sociales en Cuba (Muerte de Orlando Zapata, Damas de blanco, Huelgas de hambre y sed de Fariñas y de Juan Juan Almeida, la evidente pugna de poder en el gobierno cubano, el activismo de la creciente sociedad civil, dentro de ella los blogueros y blogueras) que han acelerado la historia en Cuba, no han sido provocados por cuestiones económicas.
Ya no es satisfaciendo las necesidades de consumo que los cubanos se conformarán. Las necesidades van cada vez más allá del estómago y el bolsillo, gracias a Dios. Estamos hablando de libertad y libertades, de oportunidades y disposición al esfuerzo y al sacrificio. Esto también se logra desde la economía. Pero no con mayores posibilidades de poder para el gobierno cubano, sino desde las libertades económicas de los ciudadanos que los impulsen hacia mayores grados de libertad y responsabilidad.
La situación económica ya empeoró lo suficiente como para llamarla precaria, como para ser insostenible. Y debido a la propia esencia del sistema. No por ninguna circunstancia o situación coyuntural. Entre los cubanos y los que quieren ayudar debemos evitar alargar la agonía del sistema cubano, con la certeza de que cualquier medida internacional o actitud ciudadana solo influirá en el tiempo de duración del final. No tiene ya posibilidades de vida nueva el sistema económico cubano.
No podemos otorgarle ni el beneficio de la duda. Pero la economía cubana tiene todas las posibilidades si cambia el sistema.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968)
Licenciada en Economía. Profesora de Finanzas
Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de
Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.