No solo ya no nos queda mucho de socialismo, sino que tenemos bastante de capitalismo. No de una economía de mercado tal como se conoce en el mundo. Ni siquiera como el capitalismo de los años 30s o de la Cuba de los 50s; sino del capitalismo según discurso del gobierno cubano, del “lobo de la caperucita”. De ese que conocemos, porque oponérsele ha sido la razón de ser del sistema económico cubano después del 59. Resulta frustrante que después de todo este tiempo tratando de construir algo distinto, con los costos que esto implica, nos hayamos quedado con lo peor.
Por Karina Gálvez
Una vez que el gobierno cubano ha optado por una estrategia económica, planteada en los lineamientos económicos del 2010, que en nada recuerda a las ideas del socialismo (que, según los teóricos, prioriza los intereses sociales ante los intereses monetarios), sino que por el contrario, establece como lo prioritario la obtención de divisas aun a costa de importantes intereses sociales, resulta conveniente reflexionar sobre cuáles de las características de la actual economía cubana son evidentemente propias del “capitalismo”. Porque si nada bueno queda ya de socialismo en Cuba, mucho de lo malo del capitalismo estamos padeciendo.
Al hablar de capitalismo no me refiero a ninguna de las economías de mercado en particular; ni siquiera a las bases de cualquier economía de mercado en general. Me refiero a lo que en Cuba se ha llamado capitalismo. Lo que en el discurso oficial cubano, en los planes de estudio de todas las enseñanzas, en los medios de comunicación masiva se ha llamado “el capitalismo”. Dígase explotación del trabajador, despidos masivos, seguridad social insuficiente, política de “sálvese el que pueda”. Así y solo así hemos conocido el sistema capitalista los que estudiamos y hemos vivido toda nuestra vida, durante los últimos 50 años en Cuba.
El sistema capitalista ha sido el lobo de la caperucita. Y nosotros, la caperucita que se rebela ante el lobo. Una de las razones por las que alguna gente todavía duda de la necesidad de un cambio en Cuba es la idea bien enraizada en nuestras conciencias de que “lo otro” es malo. Y el romanticismo de ser los pequeños y frágiles que vencen al fuerte. Una isla perdida en el Caribe que desafía a casi el mundo entero.
Resulta que en la actualidad, la economía cubana (la sociedad en general, pero este artículo es particularmente de economía) tiene muchas de las características que, hemos identificado durante mucho tiempo como contrarias a nuestra política, y para evitar las cuales, hemos sacrificado libertad personal, relaciones de intercambio con otros países, libertad política y hasta el derecho a ser nosotros mismos.
Lo más preocupante es que se van produciendo los cambios en la política económica cada vez más abiertamente hacia otro rumbo sin que se produzcan cambios en el tipo de propiedad predominante ni en las relaciones de producción. O sea, que continuamos sacrificando cuotas de libertad a cambio de nada.
Consideremos algunos ejemplos:
– Explotación del trabajador
Cuando yo estudié en la universidad (año 1994) aprendí que una de las formas de reconocer la explotación consiste en demostrar la falta de correspondencia entre el salario y la productividad de un trabajador, o sea en comprobar que se pagan menos salarios de los que son ganados por los trabajadores, y en que toda la ganancia iba a parar a manos del dueño de la empresa.
¿Quién gana en Cuba según lo que trabaja? Y aun así, ¿a qué porciento de los trabajadores cubanos le alcanza el salario para vivir y mantener a su familia? Esta situación es reconocida por el propio gobierno cubano cuando trata de compensar el salario con cuotas de artículos de aseo personal como estímulo, o cuando subsidia artículos de primera necesidad. No creo que haya muchos cubanos que se atrevan a asegurar que el salario representa su posibilidad de vivir con un mínimo de dignidad. Sin embargo mucha gente continúa trabajando con el Estado porque es el único empleador legal. Trabajadores mal pagados = explotación. Con el agravante de que trabajar para el Estado es la única opción legal.
– El temor del desempleo
Este está entre los males más denunciados por los socialistas. La inseguridad que representa que en cualquier momento puedas ser despedido y quedarte sin trabajo, no deja vivir en paz. El sistema planificado de la economía debía garantizar trabajo para todos. Pero el problema actual de Cuba es que el Estado no puede garantizar trabajo para todos. Ya sé que no existe la sociedad de pleno empleo en el mundo real. Pero Cuba lleva 50 años sacrificando su libertad para construirla, según sus gobernantes.
El Estado ha anunciado despidos masivos y los va llevando a cabo. El desempleo crece en Cuba. La diferencia con los demás países del mundo es que, en Cuba, a muchos les conviene más estar desempleados, porque pueden hacer sus negocios particulares (ilegales, por supuesto) o reciben más remesas de las familias que se sensibilizan con el desocupado.
La justificación de que trabajo hay, solo que no puede ser según la vocación de cada uno, es verdaderamente insultante. Por una parte, es injusto que no se pueda ejercer la vocación. Por otra parte, un cubano que llega al mundo libre, trabaja en cualquier cosa y no lo considera injusto. Pero no está en su país, donde le han estimulado a que estudie para que todos seamos universitarios. Además, en el mundo libre, si bien el salario no siempre es justo, con lo que le pagan, muchos cubanos logran mantenerse y ayudar a su familia. En Cuba hoy, si te decides a trabajar en lo que te ofrecen una vez que pierdes tu trabajo (campo o construcción), la explotación crece y el sacrificio adicional de trabajar lejos de tu vocación, en condiciones muy difíciles, no es recompensado por la paga. La posibilidad real de quedar desempleado es una preocupación también para los cubanos de hoy.
– El que paga manda… hasta en tu mente, podría decirse en Cuba.
Lo que se criticaba fuertemente en el discurso oficial cubano ha sido práctica común y cotidiana. Incluso esta máxima se rechazó para lo que verdaderamente es efectivo, como cuando se refiere a los usuarios o clientes. Es injusto que el que emplea exija de su empleado más de lo aceptable (empeño en el trabajo y capacidad para hacerlo con calidad). El que emplea no debe exigir actuaciones, actitudes o formas de pensar ajenas al trabajo por el cual paga. No es ético que, a cambio de la oportunidad de trabajar, la persona deba pensar y actuar de determinada manera. Pero esto, según lo que se promulga en Cuba, es práctica común en los Estados Unidos y otros países “capitalistas”, donde el trabajador se ve obligado a aceptar las condiciones que le sean exigidas con tal de trabajar para alguien y donde lo más importante es el dinero. No en un país “socialista”.
Sin embargo, la exigencia de incondicionalidad a la Revolución, como requisito indispensable para estudiar en la Universidad o para trabajar en cualquier centro, especialmente en aquellos que tengan que ver con la generación de divisas, forma parte de la vida de los cubanos, con el agravante de que existe un solo empleador, y lo más triste: la mayoría lo considera normal porque… si la empresa es del Estado, hay que responder a sus intereses. El que paga manda, también en Cuba.
Seguridad social insuficiente
Cuba ha tenido un buen sistema de seguridad social durante muchos años si lo comparamos con otros países de América y si se calcula teniendo en cuenta la relación entre la población laboralmente activa (que es quien en realidad produce los recursos) y la aceleración del envejecimiento poblacional. Claro, insostenible para el nivel de la economía cubana. Se genera poca riqueza y esto se refleja también en los recursos destinados a la seguridad social. Los ingresos de las familias por conceptos de seguridad social son absolutamente insuficientes para vivir, tal cual los salarios.
Para los cubanos ha sido propio del sistema capitalista reducir programas sociales y que los jubilados se vean obligados a trabajar por las circunstancias en las tiene que vivir.
En Cuba se han eliminado pensiones, se han reducido otras. Se ha aumentado la edad para la jubilación en 5 años y se ha estimulado que los jubilados vuelvan a trabajar pagando el salario además de la pensión por jubilación.
Sectores no productivos empobrecidos
Los sectores de la salud y la educación son los más empobrecidos. A muy pocas personas les atrae trabajar en ellos. Muchas veces he escuchado la explicación de que estos sectores no producen. Son improductivos, por tanto no pueden acceder al mismo nivel de condiciones que el turismo o el transporte. Esta explicación valdría para un país donde la educación y la salud no fueran los logros más importantes durante 50 años y por los que hemos sacrificado la democracia. Y no solo es una explicación, es un hecho.
Los aumentos de salarios han sido muy poco significativos para el nivel de vida de los trabajadores de la educación y la salud pública. En los últimos años, las colaboraciones médicas y de otros profesionales han aliviado en algo el éxodo hacia otros sectores, de médicos y maestros. Pero al mismo tiempo han disminuido la calidad de los servicios de salud pública y de educación. La mayoría de las instalaciones educacionales y de salud están en condiciones deplorables. Se cierran escuelas en el campo, carreras universitarias o técnicas y consultas primarias de salud. Mueren personas en hospitales (no solo en siquiátricos como Mazorra), debido a esta situación. Nos habían enseñado que se morían las personas en los hospitales por no tener dinero con qué pagar los servicios médicos… en otros países. Ahora sufrimos la muerte de familiares y amigos por la falta de dinero del gobierno. Para estos sectores me refiero. Creímos que era solo propio de un sistema capitalista, el no ocuparse (más que preocuparse) con eficiencia de la salud y la educación públicas.
Es necesario garantizar los recursos que se necesiten. Independientemente de causas justificativas, es absolutamente responsabilidad del gobierno garantizar un mínimo de condiciones para la salud y la educación públicas, especialmente en un país con economía centralizada, donde todos los recursos están en manos del Estado. De nada vale la gratuidad si lo que se brinda no es tal.
– Trabajar es ilegal. Vivir de remesas no
El capitalismo que conocimos (por el discurso oficial) permite que el que verdaderamente trabaja no sea el que reciba los mejores frutos. Unos, sin trabajar viven mejor que otros. Se supone que en el socialismo, el trabajo sea lo más importante, lo que impulse la sociedad a estadios superiores de realización y socialización y lo que permita vivir dignamente. En Cuba se insta cada vez a trabajar más. Pero las palabras pierden sentido ante los hechos y las experiencias.
No podemos tener estímulo para trabajar, si el que verdaderamente trabaja no recoge los frutos de su trabajo, bien porque su trabajo no tiene posibilidades de legalización, o porque no puede hacerlo en la proporción que quiere por las limitaciones de la ley que lo ampara, o porque si obtiene mucha ganancia, todo le puede ser confiscado por el delito de enriquecimiento.
Pero lo que me parece más dañino para estas sociedad y menos propio de un sistema socialista, es que al mismo tiempo que trabajar por cuenta propia es ilegal, no representa ningún problema vivir de las remesas familiares. No estoy en desacuerdo con el envío de remesas. Esto ha sido siempre un medio de vida de muchas familias en el mundo. Lo que no me parece saludable para el espíritu del cubano es que el envío de remesas sea el medio de vida más eficiente e importante. ¿Por qué vivir del trabajo de otros cuando pudiéramos esforzarnos y ganarnos el sustento? Muchos cubanos vivimos hoy de padres pensionados por jubilación en España o Estados Unidos. O de la prostitución de hijas e hijos. No es el que trabaja en Cuba quien recibe los mejores frutos. Quien lo hace con el Estado recibe un salario insuficiente. Quien lo hace por cuenta propia, siempre está en la ilegalidad (aunque tenga licencia). Quien lo hace ilegal… ya sabemos. Trabajar sí queremos, pero también vivir del trabajo nuestro. Vivir del trabajo de otros, según me dijeron, es propio de los sistemas capitalistas.
Lo peor de uno y otro
Creo que estamos viviendo lo peor del “capitalismo” con lo peor del “socialismo”.
Lo peor del socialismo: la falta de libertad y en consecuencia una ineficiencia que se convierte en estilo de vida, en cultura.
Lo peor del llamado capitalismo: el capital por encima del trabajo y de la persona humana, el dinero y la obtención de ganancias como un fin en sí mismo y no para mejorar al hombre.
No hay sociedad plenamente justa y eficiente. Es un reto para el mundo. Pero, si tenemos que sufrir las ineficiencias de una sociedad con economía libre, porque el Estado no puede garantizar lo que, en menos de 50 años ya debíamos haber conseguido, sacrificando libertades y relaciones con el mundo, sería mucho mejor hacerlo en una ambiente de libertad económica que permita en su misma dinámica, solucionar o paliar las ineficiencias inevitables. Si sufrimos los males ¿por qué ya no disfrutamos también de los bienes?
Es también inaceptable, que además de sufrir estos males debamos agradecer a quien nos infringe el daño, porque nos lo muestra como una necesidad para mantener la soberanía y la dignidad.
La soberanía y la dignidad nacionales no pueden ser frenos para el desarrollo económico del país. La soberanía de una nación se expresa en la soberanía de cada ciudadano y ciudadana. La dignidad de una nación se expresa en la posibilidad de vivir dignamente de cada ciudadano y ciudadana. Y esto pasa por la necesidad de ganar el sustento
Es hora de que los cubanos asumamos el reto de vivir lo mejor de estas dos teorías: el respeto a la libertad personal de una y el interés por la justicia social de la otra. Como han hecho ya muchos países del mundo. De un mundo que ya no distingue entre socialismo y capitalismo, porque como sistemas puros y definidos ambos han fracasado. Un mundo que distingue entre una economía que pone a la persona a su servicio y una economía que se pone al servicio de la persona y las naciones.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968)
Licenciada en Economía. Profesora de Finanzas
Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción deConvivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.