Palabras de Dagoberto Valdés, actual presidente del Instituto de Estudios Cubanos, para el funeral de María Cristina Herrera, una de las fundadoras del IEC.
S.E. Mons. Wenski, arzobispo de Miami:
Colegas del Instituto de Estudios Cubanos:
Queridos amigos de María Cristina:
Quisiera que una breve voz desde el interior de Cuba pudiera saludar, que no despedir, a mi hermana y amiga María Cristina Herrera. Ella es espejo y dinamo de la fidelidad que la Diáspora le ha ofrendado a la Patria durante más de medio siglo.
María Cristina ha sido puente y abrazo entre los cubanos de aquí y de la otra orilla del mar que nos une y de ese deseo irrefrenable y apasionado de franquear bloqueos. Para volar alto ella tenía, tiene, la razón y el corazón de su vida, ahora trascendida en eterna vigilancia sobre lo que será el retorno de la mariposa a su Isla, a su Santiago natal.
Enérgica nos empujaba a todos. Amó sin límites a su Iglesia, defendiéndola hasta sufrir, espoleándola de arriba a abajo, desde los “gorritos” como llamaba a sus obispos hasta el último de los laicos. La Iglesia cubana queda en deuda con María Cristina. Cuando amanezca aquí dentro le prepararemos una gran fiesta en la paladar que administrará desde el cielo entre el Parque Céspedes y la Basílica de El Cobre.
Tres momentos de su vida marcaron para mí su identidad y estilo: una reunión entre algunos de la Isla y otros de la Diáspora, en Caracas en 1995. Allí, tejía convivencia y exigía compromiso en yunta con Mons. Boza Masvidal. Otro momento fue cuando terminó sus memorias El vuelo de una mariposa. Me llamó a Pinar del Río para proponerme, para sorpresa mía, que quería que se publicara primero en Cuba y en Ediciones Vitral. Lo logramos y fue su felicidad total. El tercer momento fue cuando el Instituto de Estudios Cubanos (IEC) quedó sin presidente y me llamó para decirme que “era hora ya de que el presidente del IEC esté dentro de Cuba. Tienes que aceptar que te proponga como candidato”. No tuve más remedio.
En fin: Cuba primero. Cuba por dentro, Cuba siempre.
Al celebrar esta Liturgia de Resurrección sabemos que para gente como María Cristina no es posible la muerte. Viven aquí con tanta pasión que adelantan su propia resurrección.
Por eso mi plegaria, como presidente del Instituto, como a ella le gustaría que dijera, es:
Señor Jesús, que Cuba y su Iglesia vivan con la pasión de María Cristina, sufra con su dignidad y resucite con el vigor de esta mujer.
Que Cuba cuente, en lo adelante, con la sensibilidad de esta mariposa para que cada cubano y cubana pueda disfrutar de la libertad de su vuelo y la belleza de sus alas, desplegadas totalmente al servicio de los demás, poniendo Verdad y Belleza al porvenir que esperamos con la misma inconmovible esperanza con la que vivió María Cristina Herrera.
Amén.