Por Jesuhadín Pérez
Dos individuos de Pinar del Río se encuentran por error –en un auto rentado- cerca de la terminal tres del aeropuerto internacional José Martí en La Habana, cuando su verdadera intención era regresar a su ciudad. Ninguno de los dos conoce bien la capital y además es muy avanzada la madrugada. Temerosos de que el combustible no les alcance, deciden detener al primer carro que vean para que les ayude. Y resultó que el primero era un carro patrullero.
_ Buenas noches.
_ Buenas noches.
_ ¿Qué pasa? – Preguntó el policía-.
_ Lo que sucede, oficial, es que somos del interior. Vinimos a hacer unas gestiones al Vedado y nos perdimos de mala manera. Ahora no sabemos cómo regresar. ¿Podría indicarnos usted como llegar a Novia del Mediodía para coger para Pinar del Río?
_ ¡Hay Dio mío, ¿y yo que te pueo decil?! A mí me traeron hace dos días a patrullal una zona aquí del aeropuelto. Me dijeron: dale la vuelta a eto, desta cuadra a aquella otra de allá, y en eso mecho la gualdia. Cuando me vaya pa´ Centro Habana, ques la zona que yo trabajo, tengo que il con alguien porque ni viral pa´ allá sé. Si necesitan alguna dirección del Centro Habana, entonces si los pueo ayudal, pero en este lugar estoy tan peldío como utedes.
_ ¿!!?.
Nota: Se ha respetado la forma de hablar del oficial.
Sin tickets no hay viaje
Un ómnibus intermunicipal de servicio especial (Yutong) recorre el tramo de La Habana a Pinar del Río por la autopista nacional. Como lleva numerosos puestos vacíos decide recoger pasaje de los puentes donde la gente hace autostop por su cuenta. En uno de estos puentes el conductor cobrador le dice a la fila de personas que se apretujan en la puerta:
_ Compañeros, solo pueden subir tres.
Sin embargo al percatarse que existían muchísimos sitios vacíos, los infortunados viajeros que no pueden subir preguntan:
_ ¿Compadre, por qué tres nada más si tienes una pila de puestos vacíos allá arriba?
_ Sí, asientos tengo, pero lo que no tengo son tickets para entregarles a ustedes y está prohibido transportar personas sin sus respectivos comprobantes de pago.
Lo sentimos, pero hasta las setenta y dos horas no podemos ayudarlos.
Un niño de catorce años sale de su casa rumbo a una tienda de víveres a buscar el pan diario. No regresa. Los padres desesperados buscan en todo el barrio, la escuela, los amigos y la familia. Al día siguiente llaman a la policía desesperados. El oficial que los atiende les responde:
_ Lo sentimos, no podemos hacer nada hasta las setenta y dos horas que esté desaparecido. Aun ha pasado muy poco tiempo.