A propósito del segundo aniversario de la Revista Convivencia.
Por Reinaldo Escobar
Al concluir su segundo año de vida la revista Convivencia se muestra como un proyecto sociocultural consolidado, que goza del enorme privilegio de saber a dónde se conduce, al tiempo que tiene todo el derecho a congratularse por haber dado los pasos acertados en la dirección propuesta. Con la madurez obtenida de no haberse quedado en sus primeros números, tal y como le ha ocurrido a tantas prometedoras publicaciones, esta ventana abierta desde Pinar del Río tampoco ha caído en la rigidez y la ampulosidad que trae la consagración. Conserva la frescura de sus primeros meses, ahora acompañada de la responsabilidad de saberse consultada por miles de lectores dentro y fuera de Cuba (Ver Gráfico 1).
Cada número de Convivencia merece leerlo y volver sobre él en plan de consulta o análisis, por la calidad de los conceptos manejados en sus páginas. Aún así se puede tener el impulso de leer de un tirón las seis entregas de este segundo año en los que 67 autores publicaron 174 títulos en 371 páginasfico. Después de analizar alguno de estos textos necesariamente hay que tomar una pausa, darse una ducha o mirar largamente al horizonte. En ellos se desmontan muchas mentiras, se arroja luz sobre zonas oscuras y se nos asoma a ventanas por donde puede entreverse un futuro que no solo aparenta ser mejor sino que hasta parece posible.
Lo que pudiera denominarse la parte cultural de la revista, donde se habla de artes plásticas, poesía, narrativa, patrimonio cultural, cine y música, domina el 23 por ciento de todo el espacio publicado en el año; los temas económicos y los dedicados a la sociedad civil merecieron cada uno un 11 por ciento; por su parte la historia y los textos que abordaron el asunto de los derechos humanos, consumieron cada uno el 7 por ciento de las páginas. Una sección denominada Debate público en la que se manejan contenidos de actualidad y que, temáticamente hablando, podría tributar a algunas de las secciones anteriores, se llevó un 12%. En tanto las noticias de última hora ocuparon un 9 por ciento. El 20 por ciento restante se distribuye entre los editoriales, la sección El Reino del absurdo, los temas dedicados a la educación, la política, las relaciones internacionales, el deporte, la religión, la correspondencia y la contraportada, consagrada a esos editoriales fotográficos llamados “Foto de a pie”
Siete integrantes del Consejo de Redacción de Convivencia (el 10 % de los autores) realizaron 77 artículos (44% del total): Jesuhadín Pérez y Dagoberto Valdés fueron los más prolíferos con 14 y 12 colaboraciones respectivamente, mientras que Karina Gálvez y Virgilio Toledo empatan con ocho y Maikel iglesias nos brinda 7 bajo su nombre, en tanto que hay 52 firmas que aparecen una sola vez a lo largo del año. Estos últimos conforman un interesante caudal de colaboradores, difícil de lograr para una publicación no adscrita a una institución oficial. Quienes han emprendido algún proyecto editorial sin la anuencia estatal, saben lo difícil que es superar el temor que en académicos, especialistas y periodistas, genera poner su nombre en revistas alternativas. De ahí que resulte loable y sintomático que la “radioactividad” que despiden las páginas de Convivencia no haya paralizado a este medio centenar de articulistas.
La publicación sigue arrastrando su pecado original de haber devenido de una revista impresa (lo que fue Vitral durante 13 años) y no acabar de asumir que es una revista digital. Como buenos pecadores reinciden y dejan en manos de quien se atreva la impresión de una versión en pdf que circula lo mismo en memory flash, en discos o en el tentador papel. Quizás sea el éxito de estas versiones offline lo que provoca que sea aun insuficiente el trabajo realizado para convertir a Convivencia en una referencia para otros medios que tocan en la red el tema de Cuba. Un “pobre trabajo diplomático” en la Web parece explicar su mínima mención en otros espacios digitales. Salta a la vista que no se ha enviado el link a suficientes páginas con temática afín; no se ha hecho un buen intercambio de enlaces, ni se han usado prácticamente las redes sociales como Facebook, Twitter y Youtube para difundir los valiosos materiales atesorados en sus páginas.
Apenas si se han implementado en la web de Convivencia los recursos y funcionalidades que provee la web 2.0, y eso la hace funcionar como una revista en papel “momentáneamente colocada en el ciberespacio”. Le falta ubicarse en motores de búsqueda y metabuscadores, la inscripción en páginas de ranking, la distribución de sus artículos en redes como Orkut, Facebook y Delicious. Sabemos que empiezan el 2010 con la aparición de un espacio blog que les permitirá avanzar en el terreno de la inmediatez y sacar de la revista ciertas noticias que el carácter bimestral hacía envejecer antes de verlas publicadas, pero queda pendiente la implementación y aprovechamiento (¿este año?) del enorme potencial comunicativo que proveen los videos, archivos de audio y otros formatos de multimedia.
Estos pecados podrían justificarse por el fatalismo geográfico, porque Pinar del Río sigue estando a más de 150 kilómetros de una computadora conectada a Internet, pero al equipo creador de esta publicación le sobran amigos y fantasía, de ahí que se puede apostar a que esos problemas se resolverán incluso antes de que el mítico cable venezolano llegue a nuestras costas.
El apego a la realidad antes que a la virtualidad también genera virtudes al equipo de Convivencia. Cada martes convocan a las tertulias, donde lo mismo se debate una película que se comenta un libro y en varias ocasiones han realizado sesiones de estudio sobre las técnicas para bloggear en los ya conocidos itinerarios, coordinados con los colegas del portal Desdecuba.com. Precisamente junto a estos últimos en septiembre llevaron a buen término el primer concurso blogger cubano Una Isla Virtual.
Haber llegado al número doce reafirma que, además de tener voluntad para superar el naufragio que representó para ellos y sus lectores la intempestiva salida de Vitral, en este equipo se anida la constancia y el talento suficientes para construirse un nuevo pasado donde echar raíces más profundas.
Poco antes de concluir el año 2009 fueron castigados de forma arbitraria con la pérdida del espacio físico donde solían encontrarse en el patio de la casa particular de Karina y Livia Gálvez. Pero el insolente muro, erigido por el poder, no le restará lucidez a ninguno de los argumentos que se seguirán esgrimiendo en este 2010 para demostrar la fragilidad irreparable de un sistema que tarde o temprano será superado. Esos obscenos bloques no opacarán la transparencia con que serán explicadas las razones económicas, políticas, sociales y culturales que animan a los buenos cubanos a cambiar todo lo que realmente debe ser cambiado en nuestro país. ¿Qué puede la piedra contra la alegría y el sano orgullo con que Convivencia celebra a los artistas cubanos? ¿Cómo alcanza a talar la inevitable sonrisa que provocan los destellos humorísticos del Reino del absurdo? ¿Cómo apaga la indignación que sigue a la denuncia de un atropello?
Ese muro caerá y no será en una guerra, sino en una fiesta.
Reinaldo Escobar (Camagüey, 1947)
Periodista. Miembro de la Revista
digital Desdecuba.
Reside en La Habana.
www.desdecuba.com