Por Pedro Argüelles
El respeto al derecho ajeno es la paz.
Disfruté varios momentos del segundo concierto Paz sin Fronteras celebrado el pasado 20 de septiembre en la Plaza Cívica José Martí de La Habana. Para mí fue una fiesta por la paz, en la que triunfó la música y esta hermanó multitudes que vibraron con un mensaje de paz que llegó a través de las canciones. Porque no se trataba de uno de los tantos actos políticos, que son comunes en ese lugar, ni de uno de esos retóricos discursos cargados de tanta demagogia y populismo. Incluso muchísimas veces destilando odio y venganza. No, no, no, basta ya de tantas hipocresías, cinismo y falsedades, pensemos y luchemos civilizadamente que si hay conciertos de Paz sin Fronteras y Reporteros sin Fronteras y Médicos sin Fronteras, entonces, ¿por qué no Verdad sin Fronteras, Libertad sin Fronteras, Justicia sin Fronteras, Amor sin Fronteras, en fin, Estado de derecho sin Fronteras, Democracia sin Fronteras, Reconciliación sin Fronteras, Economía sin Fronteras, Cultura sin Fronteras, Solidaridad sin Fronteras y Fraternidad sin Fronteras?
Porque, en definitiva, todos somos hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos, y creo que todo esto no es una utopía ni nada que se le parezca. No, ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han trabajado y luchado, y trabajan y luchan por estos paradigmáticos valores y principios cristianos y democráticos en todo el mundo y a lo largo de la historia universal, y por el abnegado, sufrido y a veces anónimo esfuerzo y sacrificio de todos ellos, la humanidad – con todas sus luces y sombras – ha llegado hasta donde ha llegado y continuará así hasta lograr un hogar mundial donde prevalezcan los derechos y libertades sin fronteras. Amén.
A todos los que aman la paz, dedico este poema mío:
Sueño
Sueño con fusiles proyectando flores
Y al dar con el aire eclosionan
En cascadas de colores.
Pedro Argüelles Morán
Prisionero de conciencia. Grupo de los 75
Prisión provincial de Canaleta, Ciego de Ávila