Hace 50 años Cuba dejó de ser un país receptor de inmigrantes y fue convertida en una nación en fuga. No importa tanto si el exilio es duro o de terciopelo. O si es salir por un programa de refugiados políticos o para una “misión revolucionaria”. Lo que casi todo el mundo quiere, es salir.
Cuba es una nación que se desangra sin parar. El desarraigo es, quizá, el fruto más visible de los 50 años de gobierno totalitario. La fuga es la actitud, el método y la “solución” para cientos de miles de cubanos.
Nos atrevemos a decir que la imparable etnorragia es una de las tragedias nacionales que más daño ha hecho a toda Cuba.
El éxodo masivo ha dañado nuestro pasado porque lo “exilió” haciendo el mayor esfuerzo por borrarlo de la memoria histórica. Todo ha empezado en el 1959 o cuanto más en el 1953. Todo lo del pasado es burgués, mafioso y malo y debe ser borrado. De no poderse borrar, es convertido en “herencia socialista” de los fundadores, puestos en función de autores intelectuales del presente. Una nación a la que se le echa por la borda su memoria, perece como nación, padece de anemia identitaria y sufre la desconexión con el presente que provoca un electroshock cultural.
El éxodo imparable ha dañado nuestro presente porque “exilia” la posibilidad de desarrollo personal de sus hijos e hijas, porque coloca en una supuesta tierra prometida la leche y la miel que de esta Isla, la más fértil y hermosa, pudiera manar como fruto de su trabajo: sin bloqueo interno a la iniciativa de los ciudadanos; sin convertir en delito el carácter emprendedor de los cubanos y cubanas; sin hacer de Cuba un gobierno extraño a la normalidad de la comunidad internacional. Los que quieren mejorar piensan en salir y eso no es normal para un país que quiere mantener su soberanía y su independencia. El presente está en exilio permanente. Se nos fuga entre las manos con la vida.
El éxodo desesperado ha dañado ya nuestro futuro porque “exilia” esperanzas de progreso y felicidad dentro de la Isla. Pensemos en los más jóvenes, en su tristeza cuando miran hacia el porvenir en un país que bloquea los sueños, o que hace disidente y opositor su deseo de pensar con cabeza propia y ser forjadores de su propio futuro. En un país donde disentir, expresarse y tener pequeños proyectos cívicos, religiosos, culturales, económicos o políticos constituye un delito o te hace sospechoso y te convierte en una fuente de “peligrosidad pre-delictiva”, la esperanza se lanza desesperadamente al mar. Prefiere morir ahogada de una vez que morir ahogando cotidianamente sus sueños y aspiraciones. El futuro es cada día que podemos crecer como personas, convivir sin desconfianza, trabajar por nuestra felicidad aquí, y no tener al miedo como policía represor de nuestros sueños. Si todo esto se escapa, con los días y los años… algunos prefieren huir de esta pesadilla policial que caza el persistente “mosquito” de los pequeños proyectos de los emprendedores y deja pasar el maloliente “camello” de la violencia, la corrupción y la mafia emergente.
Lo peor de la tragedia del país-que-se-fuga es que esta escapada ha entrado en la conciencia nacional como la primera alternativa para “salir de esto”. Nada más tener un pequeño tropiezo, nada más ser diferente y llueven las propuestas, las incitaciones: “no seas bobo, lárgate de este país”. ¿Dónde está la Patria, es decir, la tierra de nuestros padres? No hablamos de la Nación, que sabemos que está allá y aquí descuartizada por los que quieren dividirnos para permanecer en el poder. Hablamos de Cuba, el asentamiento geográfico que nos pertenece a todos los de aquí y de allá. Cuba no es sólo de los comunistas o de los revolucionarios, ¿es necesario decirlo? Por tanto, todo el que incita a la fuga para dejar a Cuba olvidada contribuye al empobrecimiento de la Patria, al alargamiento de la agonía, al desangramiento, imperceptible pero letal, de la Isla sufriente.
Esto no significa que todos los que se quedan la aman, ni que todos los que se van, la desaman. Se trata del que acepta en su conciencia, que la “salida” es la única alternativa para Cuba. En fin de cuentas, todos seguimos siendo la nación cubana, en la Isla y en la Diáspora. Y lo que puede empobrecer la Isla, puede enriquecer a la nación errante. Todo nacionalismo cerrado empobrece. Igual que todo desarraigo.
Pero la responsabilidad de la fuga no es solo personal, el gobierno cubano no solo la permite, la tolera y la desea como válvula de escape, sino que la presenta continuamente como la “otra” opción de los que no quieren someterse a su control totalitario de alma y cuerpo. ¿Cómo explicar, si no, que un régimen que controla cada paso de sus ciudadanos no pueda controlar sus fronteras? No las puede controlar porque todos los días por cualquier rincón costero permite que vengan lanchas rápidas a sacar gente del país.
¿Cómo entendemos que un gobierno que puede controlar el espacio aéreo para dos inofensivas avionetas, derribándolas, o puede hundir un remolcador repleto de mujeres y niños, no pueda parar el negocio creciente, eficiente y permanente de tráfico de personas, por las cuatro esquinas del país?
¿Cómo los ciudadanos simples pueden organizarse y logran lanzarse al mar en esas lanchas y el gobierno, con todo el poder y los recursos militares, de guarda fronteras no ha podido pararlos? Sólo detienen por tres días, como un muestreo, a algunos que luego, más rápido que tarde, “logran” escapar. La opinión de todos, dentro y fuera, lancheros y cubanos que “se tiran”, es que las autoridades cubanas no están haciendo lo que deben hacer para cuidar nuestras fronteras y evitar este éxodo masivo de bajo perfil y poca sonoridad. Si no fuera así, entonces ¿por qué la permeabilidad de nuestras costas es solo en un sentido: hacia fuera? O de lo contrario, ¿esa vulnerabilidad es en ambos sentidos? ¿No hay seguridad en nuestras costas? o ¿es que al no poder organizar un éxodo masivo de alto perfil mediático como Camarioca (1965), Mariel (1980) y la crisis de los balseros (1994), la nueva estrategia es sustituir esas grandes hemorragias arteriales por cientos de miles de sangrías diarias, capilares y silenciosas?
Atención: aquellas hemorragias son escandalosamente visibles y son intervenidas y cerradas de inmediato en urgencias. Estos sangramientos, capilares pero crónicos, son mucho más peligrosos para la vida del cuerpo nacional y nadie se ocupa de ellos, no se ven o no se quieren ver como urgencias. Su solución es pospuesta, o disimulada con compresas o placebos. Incluso con medicación sintomática. Al final, cuando ya no hay cura para etnorragia social, vendrá el lamento de por qué Cuba se ha empobrecido, por qué la anemia perniciosa, por qué se nos murió entre las manos sin quejas, sin cirugías sanadoras, sin ponerse de acuerdo la familia.
Entonces, ya desde hace mucho tiempo, se oyen voces, aquí y allá cada vez más, que dan la alarma y desean que se deje de considerar a la salida del país como la solución a nuestros problemas personales, familiares o nacionales.
Una vez más, queremos ir a las raíces del problema de por qué Cuba es un país en fuga. Solo identificando las causas profundas y poniendo creatividad en su solución se logrará revertir ese escapismo en arraigo nacional.
Creemos que lo primero es llamar a la conciencia de cada ciudadano. Los problemas de Cuba se solucionan primero aquí y con la ayuda de todos allá. El padre Félix Varela, fundador de nuestra nacionalidad decía con acierto y vigencia impresionantes: Cuando los mejores hijos de país, abandonan la cosa pública, esta es ocupada por los peores hijos del país. No se trata de saber quién es quién. Hay de todo en la Viña del Señor y ese no es el tema. Los que tengan o promuevan una vocación cívica, política, religiosa o humanitaria en Cuba, deben promover el arraigo y descartar la fuga del país como reacción a la represión y el control que esa vocación conlleva en un sistema como el nuestro.
No se trata de negar el derecho de viajar, de emigrar, incluso del exilio político como recurso legítimo para cualquier persona o familia que, haciendo un discernimiento ético, llegue al extremo de considerar que su vida o la de los suyos corre peligro real o se sienta de tal modo perseguido que pierda su estabilidad psicológica o espiritual. Defendemos la emigración económica y el exilio político como derecho y como recurso extremo.
Es necesario identificar la causa mayor y primaria, que no es la conciencia escapista de los ciudadanos sino el bloqueo interno y fundamentalista que sufren por parte de los que ostentan el poder en el país. Esa es la causa más profunda y la raíz de que Cuba se haya transformado de un país receptor de migraciones, a un país en fuga.
Si esta es la causa, entonces Cuba solo podrá parar esta sangría capilar, operando a tiempo, extirpando la razón y la causa del exilio externo e interno de los que se alienan haciendo dejación de su propia libertad y responsabilidad: el bloqueo a la iniciativa ciudadana.
Pero surge una pregunta, que pudiera ser: ¿Es este el proceso de discernimiento que hace la mayoría de los cubanos y cubanas que desesperadamente ansían escapar a cualquier lugar, bajo cualquier riesgo?
Una respuesta esperada y deseada es que, independientemente de la causa mayor, cada persona se sienta llamada a permanecer en Cuba, a trabajar por su transición a la democracia, a la apertura económica, al pluralismo social. Que opte en conciencia por quedarse sin vender el alma y sin callar la voz. Todo pacíficamente. Trabajando por hacer posible lo aparentemente imposible. Creyendo en la fuerza de lo pequeño, en la utilidad de la virtud, en la gradualidad de los procesos cívicos. Todo ello con libertad y responsabilidad personales.
El exilio parará. La emigración se invertirá, la nación sanará sus heridas, el día que cambie la estructura totalitaria, libere las fuerzas productivas, deje cesante al policía que en cada silla turca de cada cubano inventa las pesadillas para bloquear los mejores sueños de prosperidad y felicidad.
Creemos que Cuba, los cubanos de todas las orillas, tienen más que suficiente potencial creativo, talante emprendedor, capacidad de recuperación, amor a su Isla, deseos de reemprender el futuro bloqueado y trabajar libremente con sus mentes, sus manos y toda su alma, por la reconstrucción de la tierra más hermosa y más bloqueada que ojos humanos han podido ver.
Construyamos, conjugando la gramática de la inclusión y el consenso, la democracia política y la libertad para la iniciativa económica y la despenalización del pluralismo social y cultural, y Cuba dejará de ser un país en fuga para convertirse, poco a poco, en un Hogar nacional que haga realidad cotidiana la siempre recordada profecía de Ezequiel:
“Los recogeré de entre las naciones,
los reuniré y los conduciré a su tierra.
Derramaré sobre ustedes agua purificadora y quedarán purificados
Les daré un corazón nuevo,
Y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo
Habitarán en la tierra que yo di a sus padres
Los limpiaré de sus manchas
Mandaré trigo y lo multiplicaré
Y no les dejaré pasar más hambre
Multiplicaré los frutos y los productos del campo,
Y no serán más humillados ante los demás pueblos
Infundiré mi espíritu en ustedes y volverán a vivir,
Y los estableceré sobre su tierra,
Y ustedes entonces sabrán que yo, Yavé,
Lo digo y lo pongo por obra”
(Cf. Ezequiel 36 y ss)
Pinar del Río, 4 de agosto de 2009