Por el P. Eduardo Llorens, sj
1º preámbulo. El primer preámbulo es traer la historia de la cosa que tengo de contemplar; que es aquí cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de todo el mundo llena de hombres, y cómo viendo que todos descendían al infierno, se determina en la su eternidad que la segunda persona se haga hombre, para salvar el género humano, y así venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel san Gabriel a nuestra Señora. [San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales, 102].
Este preámbulo de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio nos puede ayudar a entrar en una dinámica de contemplación de situaciones o acontecimientos determinados, lo cual es necesario cuando se pretende abordar una realidad; en este caso propongo hacerlo sobre Cuba. No es algo que nos consuela o provoca sentimientos de alegría en un primer momento, debido a la crudeza de la situación cubana que golpea tanto al que la vive como al que la contempla.
Realidades tan duras como la apatía, evasión, pérdida de valores, asfixia, esquizofrenia monetaria, control policial, doble moral, el sin sentido de la vida, inmovilismo político, falta de libertades, etc. nos pueden dejar en estado de shock o con un malestar profundo provocado por la imposibilidad de poder hacer algo a fin de transformar esa realidad.
El ser humano evita contemplar y transformar la dureza que existe a todos los niveles (económico, político, social, físico, psicológico, eclesial, espiritual, etc.) de las siguientes maneras: ignorando aquello que quiere evitar contemplar y transformar, o edulcorando la dura realidad tranquilizando así su conciencia. La primera variante es hacerse cómplice de quienes sostienen y mantienen situaciones horribles que denigran al ser humano (por miedo, lo cual se entiende pero no justifica).
La segunda variante es muy utilizada, nos hace sentir bien y lo que es peor nos creemos que estamos haciendo maravillas, es el “éxito” edulcorado que deja contentos a todos. Se expresa muchas veces en los números, en el “éxito” de las masas. Aquel que cuestione el supuesto “éxito” es considerado (en una especie de juicio sumario sin garantías) disidente, pesimista u hombre de poca fe.
Contemplar y transformar el mundo haciendo visible pequeños signos del Reino es la manera utilizada por Dios en la historia de la salvación. La Encarnación como acontecimiento salvífico, es resultado de la contemplación de un mundo no acorde al plan divino, y la transformación del mismo se potencializa con el nacimiento, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.
El que pudiera considerarse como el proyecto apostólico de Jesús evita el éxito fácil y la fascinación de las masas. Ambos elementos se encuentran muy vinculados a la restauración de un poder, en este caso político, lo cual evita Jesús cuando los apóstoles, discípulos o las masas intentan vincularle (Juan 6, 1-15).
Los cristianos debemos pensar todos nuestros proyectos (de vida, apostólicos, espirituales, políticos, económicos, etc.) no a partir del número u otros engañosos criterios evaluativos, sino a partir del individuo y sus necesidades reales; no a partir del éxito y las consolaciones falsas, sino a partir del fracaso y la consolación auténtica de Dios que nos permite experimentar la resurrección.
Es necesario pasar del servicio impecable y “exitoso” que muchas veces genera un activismo malsano, a la mística de la persona, del acompañamiento personal, de implicarse personalmente con aquello que verdaderamente necesita la persona.
Padre Eduardo Llorens Núñez, S.J.
La Habana, 1964
Sacerdote jesuita.
Licenciado en Derecho (UH 1990)
Bachiller en Teología (ISI, Belo Horizonte, 2002)
Licenciado en Teología (Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 2005)
Trabaja en el Centro de Espiritualidad Pedro Arrupe, La Habana