Por Dagoberto Valdés Hernández
Patrycja Satora, joven polaca, directora y productora de Alamar Express, desembarcó en la Cuba de principios del siglo XXI, como descubridora. Sin alma de colonizadora y sin intercambiar las riquezas naturales de la Isla por falsos espejitos, muestra el Numen Insularis, el espíritu de la Isla, un alma con rostros reales, con sus frustraciones y aspiraciones, con sus limitaciones y proyectos…como Omni-Zona Franca, solo una señal en el camino del descubrimiento de una Isla que los turistas no conocen, porque no se lo muestran y porque no se acercan a las verdaderas fuentes para conocerla. Eso hicieron Patrycja, Tomasz y su equipo. Y lo lograron.
Doy fe, como cubano que jamás he abandonado esta Isla, que lo mostrado es absolutamente parte de la realidad que vivimos, y que ha sido tan respetada por los realizadores, que uno no sabe bien donde está la frontera entre la poesía sin fin de la obra de arte y la prosaica realidad-génesis de la obra.
El documental está refrendado por nombres propios y por historias vividas. Nada se inventa. Nada sobra, y si hay sensación de que algo se derrama sin desbordarnos en nosotros, no son lágrimas de una queja infecunda, sino “el espíritu de protesta, de liberación artística y cívica” como dice el provocador exergo que se va haciendo experiencia propia al adentrarnos en el laberíntico complejo de las subjetividades entretejidas en un taller que se coloca, por vocación y necesidad, al servicio de la comunidad. Y la trasciende a toda la Isla. Menos para los ciegos que no quieren ver y las piedras turísticas que solo se ablandan con mojitos morenos. Vienen a la Cuba virtual y no desean enturbiar sus vacaciones con estos “detalles” aislados en la marginalidad de los que aún tienen un proyecto ético, una espiritualidad comprometida y un ya extraño amor por una belleza que barbotea dentro. Por eso este documental es “no apto para turistas” y se recomienda ver a los cubanos infantilmente ciegos de la Cuba real acompañados por adultos que ya hubieren despertado: como los muchachos de Onmi-Zona Franca o como Patrycja, Tomasz y los cubanos de a pie que se dejaron interpelar por estos performance esperanzadores. Yo he sido uno de ellos. Y doy gracias a Dios.
Debo decir que he dedicado gran parte de mi vida a la fundación y desarrollo de pequeños proyectos para la resurrección de la Cuba real como la Comisión Católica para la Cultura de Pinar del Río, un Centro de Formación Cívica y Religiosa y una revista socio-cultural que se llamó Vitral. Nuestra mística se resume en el “creer en la fuerza de lo pequeño” y en el paso de la queja estéril a la propuesta insinuante. En ello trabajamos desde la más occidental de las provincias de Cuba durante más de 14 años. Nuestros dos objetivos fueron: reconstruir la subjetividad de la persona humana y reconstruir el tejido creativo e independiente de la sociedad civil. Tengo que confesar que me he encontrado en Alamar Express con la imagen del Centro Cívico de Pinar en el espejo de la poesía, pero disfruto de una imagen original, corregida, mejorada, plenificada (no pre-planificada) y surgida de la total independencia y creatividad de la sociedad civil. Ahora, al escuchar la espiritualidad de David, de Amaury, de Eligio y de los demás, pienso que nuestro Centro era verdaderamente la sombra de aquella luz nacida del mar…soooohaamm. Luz y sombra inseparablemente hermanas.
En el documental Alamar Express me llegan como tres oleadas de ese murmullo del Mar Caribe que, entretejido con las islas antillanas, ha penetrado, en el sentido conyugal, por los garajes, talleres, huecos de los elevadores, pasillos desconchados de los edificios y paradas de Alamar en la costa norte y oeste de La Habana. Ver, espiritualizar, actuar.
Esos tres movimientos, como de ópera, comienzan como un largo, andante y tristísimo abordaje de la realidad: “¿De qué te vale tener cosas que no valen nada, si no rozan tu piel? ¿De qué te vale hacer el juego en la trampa? Tu no tienes nada que hacer, nada que hacer, nada que hacer…”; o ese otra visión casi recitativa o en canto llano que nos asegura con perfecto cinismo filosófico: “La calle está aparentemente tranquila…” ¡Ay, si la gente del mundo que vea este documental supiera lo que significa para un cubano “la calle”… y si supiera de dónde viene esa “tranquilidad” en un conocido refrán popular cubano: “tranquilidad viene de tranca”! La fotografía de Mikolaj Górecki lo grita con magníficas imágenes para los que no creen sin ver: el contraste entre la celebración en la plaza de los 80 años de Fidel y la casa de los jóvenes. Las fachadas y calles del período especial.
El segundo movimiento desemboca en un majestuoso viaje hacia la interioridad de la persona humana: Como testimonia Amaury, el profeta fundador: “Una manera de auto-adentrarse hacia uno que permite entonces el paso hacia la comunidad…Traemos las noticias de nuestras almas puestas en escena. Y eso es aliento, puro aliento…La primera responsabilidad que tengo yo como humano es despertar yo…si yo puedo despertar puede despertar una piedra. Si yo despierto mi sustancia del alma, ya, entonces (soy) un maestro espiritual y cívico. Porque estaría dándole a la gente cómo vivir en sí, salir de sus temores y ser más allá de todo lo que le proponen.”. Otro joven del grupo asegura: “Lo que afloró fue el espíritu. Hay quien cosechó para el espíritu y quien se puso a buscar dinero, y hay quien conjugó ambas cosas…”
El tercer movimiento regresa, desbordado y desbordante, de ese hondón espiritual con un movimiento molto alegre al servicio comprometido con la comunidad: “Tratar de romper con la condición cívica actual del cubano. Presa de la información… No existe la cívica en Cuba. Romper esa condición de no existencia para plantear una cívica. La cívica que plantean es cósmica pero para llegar al cosmos hay que empezar por una cívica del terreno, terrenal. Han abierto un espacio…” como nos comparte Luis Eligio.
El verdadero hombre nuevo (subtítulo de Alamar Express) que nunca pudo crecer del autoritarismo y la monotonía de un sistema cansino y senil, sale de sí mismo, del rescate de su espiritualidad y danza por esas calles casi imperceptible por los “sabios de este mundo”, peregrina con el garabato a cuestas siempre crucificado como el que se mete a redentor, pero siempre resucitado, aunque olvidemos la segunda parte de este par dialéctico y crístico. El hombre y la mujer nuevos, exponen en los oscuros pasillos de la arquitectura estalinista convertidos en luminosas galerías comunitarias “con paciencia…despacio, que yo vengo de arriba para abajo…” como dice real y metafóricamente la Minerva que se resistió a vender su cuerpo para ganar el numen de su vida. Y lo logró. Ese hombre nuevo pone sillas en las paradas de ómnibus y logra que construyan los asientos olvidados en ellas. Ese hombre nuevo, camina por las calles de Santiago de Cuba como tres fantasmas cívicos, rompiendo la “fuente amniótica” de Granma y Juventud, de Mesas frígidas y candangas informativas, liberándose de los mismos métodos preservativos y anticonceptivos de la libertad… y rota la fuente, nacen tres hombres nuevos,(no EL hombre nuevo, sino uno a uno y trino) desnudos y germinales para la verdad que buscarán sin descanso alrededor del círculo místico de quienes han descubierto que Lo Trascendente, Lo Verdadero y Lo Bello que algunos llamamos Dios, o Alá, o Abba, no se encuentra en el ruido de la tormenta, ni en la descarga del rayo, sino en ese susurro del viento fresco, en el murmullo del mar siempre fiel, siempre volviendo…
Al joven David que nació en 1984, que danza como el salmista de la Biblia que se escribe hoy por las calles de Alamar, que dice que “para la demanda espiritual que yo tenía no me servían esas escuelas…”, le recuerdo aquel capítulo 29 del libro de otro profeta, Isaías, en el que habla con Jerusalén, la capital de su pueblo, sobre su sitio y su liberación:
“Instalaré mi campamento frente a ti, como David,
te rodearé de empalizadas y cavaré trincheras a tu alrededor.
Desde el suelo, donde estés tendida, hablarás,
Pero tu palabra será sofocada por el polvo.
Tu voz saldrá desde la tierra como la de un fantasma
Y tus palabras brotarán del polvo como un murmullo…”
Entro en diálogo con este salmista de “la calle” y le escucho exponer, en talla con la directora como él mismo dice frente a sus iconos , con increíble sencillez y sonrisa inefable su espiritualidad: “Este es mi altar donde cultivo mi espiritualidad, me siento a meditar todos los días por la mañana y al acostarme, esa estrella es la estrella de Belén, que significa el Cristo interno, no es Jesucristo… es el estado crístico, que es una fuerza cósmica y un estado de conciencia el cual Él alcanzó, y que está dentro de cada uno de nosotros…”. Es una versión fresca, criolla, “suave, rico”-como acota David- de la más audaz y cósmica de las filosofías cristianas del siglo XX. Es la vivencia cubanísima de la obra cumbre de Teilhard de Chardin, antropólogo jesuita que descubrió los huesos del Hombre de Pekín y desde esa terrenidad saltó a la cristificación del mundo, como el punto Omega, donde se reconciliarán plenas, resucitadas y diversas todas las fuerzas vivas de la historia desde el Alfa del Génesis… y claro, pasando, en su convocante performance meta-histórico por las calles y talleres de Alamar… para que no se pierda ni una pizca de esa poiesis eterna.
Tercia otro del grupo y, como en ritornelo apremiante, cierra la puerta a una posible alienación espiritualista, o a un pietismo “opio de los pueblos”: para llegar al cosmos hay que empezar por una cívica del terreno, terrenal.
El de la honda danzante de la calle, nada del marmóreo David de Florencia, aterriza en una letanía mística que debería cantarse en cada vigilia poética, en cada velada de santo, en cada catedral del mundo. Yo por lo menos, para empezar la rezo desde mi catedral de las yaguas:
“La calidad del camino que es la vida depende de la calidad de la meta.
Si la meta es el amor, lo vamos a ir amando todo a nuestro paso,
pero si la meta es destruir, lo vamos a ir destruyendo todo a nuestro paso,
si la meta es saciar el hambre, lo iremos devorando todo a nuestro paso,
si la meta es luz, iremos iluminando todo a nuestro paso.
Hoy la meta es un plato de comida y mañana es un par de zapatos
y en eso se nos convierte la vida.
No es lo mismo ir a comprar los frijoles pensando en el hambre y la cola
que salir por la puerta con ganas de dar luz y amor al barrio.
El entorno es diferente para cada persona, nuestras acciones serán su reflejo.
Si nos proyectamos fula, fula veremos nuestra realidad.
Si nuestra reflexión es pura, pura veremos la verdad.
Avancemos limpios, el camino es nuestro.
Tanto ruido allá fuera. Tanta mentira y tanto dolor en la televisión.
Tantas voces en la calle…
y al final: si no hubiéramos visto tanto brillo allá afuera,
no hubiéramos sentido aquí adentro la avaricia.
Si no hubiéramos sentido tanta agresividad y la oscuridad
No hubiéramos sentido, aquí dentro, el miedo.
Si no hubiéramos sentido la envidia, no la hubiéramos sentido aquí adentro.
Ahora, aquí adentro no hay envidia, no hay dolor, no hay miedo,
Eso es allá fuera.
Aquí adentro hay paz, hay luz, hay amor, hay sabiduría,
nada más hay que quererlo,
y lo vamos a tener seguro,
como mismo vamos a tener toda la mierda que nos hemos ganado mirando fuera.”
Amén, David, pero tú también sabes que siempre aparecen los fantasmas cívicos, que no todos han aprendido a “mirar dentro”… por eso Luis Eligio tiene que explicar a su familia que no quiere quedarse “fuera”, y lo dice en paz: “Si fuera definitivo no, abuela. Me están invitando allá por el trabajo que hago aquí, si me quedo haya pierdo la fuente que es aquí…” Y Amaury ubica: “Madrid Abierto es una alegría, pero una alegría tranquila porque la alegría la hemos descubierto aquí… ¿entiende?… en el espacio que nadie cree que existe.”
O aparece aquel otro fantasma estructural de las palabras deconstruidas, vaciadas, trastornadas, paranoicas… que están en la sombra inconsciente hasta de los que han aprendido como ustedes a “ver dentro” y hay que explicar al muro, hay que asustar al fantasma, explicando lo que no se dice con subjetivas contradicciones semánticas que todo el mundo en Cuba entiende pero que para los que van a ver Alamar Express pueden resultar desconcertantes, como las del pícaro Raimundo, nada menos que el compositor de la explícita canción del cacique Taíno, cuando con cara de ingenuo explica para no se sabe quién, (pero nosotros sabemos): que: “solo hace cultura. No somos un grupo de disidentes, o un grupo en contra del gobierno, somos un grupo que quiere hacer cultura…”. Como si la cultura fuera toda ella oficial, o toda ella naif, o toda ella ortodiciente y no fuera también disidente… Pero ya sabemos, taíno: “¡lucha tu yuca!”.
Invito a los interesados en acercarse a la verdadera Cuba para que vean Alamar Express y entren en comunión con Omni-Zona franca, ese espacio para la libertad de la luz que nos invita a solidarizarnos con el alma de la isla que cobra rostro en Amaury-1969, Luis Eligio-1972, Fito Adolfo-1976, Yoyi-1971, Nilo-1967, René-1968, Raimundo-1971, Minerva, Iris-1980, Ailer-1973, David-1984. También con Rodolfo Rensoli-1966, David Berenguer-1985, y otros muchos que, sabiéndolo o no, hemos elegido este camino de la alternatividad cubana para hacer vida este mensaje de esperanza y confianza en el poder de los sin poder que nos presenta ese maestro espiritual y cívico que es Amaury:
“Somos hijos de los noventa. Ya el orden de los noventa y la rapidez con que se mueve la alternatividad cubana -lo digo en todo el sentido espiritual-, prueba que existe un cubano diferente, con otras percepciones. Y lo único que se puede hacer es establecer diálogo, porque no hay otra manera… Y lo que el mundo espera de Cuba por su resistencia debe ser fundamentado con nuevas espiritualidades profundas…y no depende de que el mundo se haya abierto a Cuba y Cuba al mundo sino de que el cubano se abra a su interior, a su espacio de libertad, a su potencial creativo… ¡Cuando los pueblos quieren, quieren!”
Amaury, ustedes son también ese pueblo, parte joven y espiritual de este pueblo… y quieren.
Amén. Que se haga. ooom, ooommm, oooommm.