Por Madeline Cámara
En la obligada página de reconocimientos de su más reciente libro, Guarding Cultural Memory: Afro-Cuban Women in Literature and Arts (University of Virginia Press, 2006) la investigadora y profesora Flora González-Mandri advierte: “My analisis of Lydia Cabrera’s El Monte has served me well, helping me to steer clear of the many blind spots that I encountered throughout this Project” (El análisis de El Monte de Lydia Cabrera me ha servido para esclarecer algunos puntos ciegos que fui encontrando a lo largo de este proyecto( Mi traducción MC) Y en efecto es muy predecible que el legado de Cabrera surta como una fuerza “abrecaminos” , tal y como existe según la creencia yoruba, que permita a estudiosos como González- Mandri continuar desentrañando el intrincado monte de la herencia africana en la cultura cubana.
No sólo de este texto fundacional se ocupa el libro, y volveremos sobre su ambiciosa concepción pero, metodológicamente, el capítulo dedicado a El Monte me parece uno de los más logrados cuando con certeza aplica la autora los conceptos de la también escritora-antropóloga Ruth Behar sobre la tradición femenina de escritura antropológica (“Women’s tradition of ethnographic writing”). González-Mandri comprueba esta especificidad de lo cultural femenino abierto al Otro, ajeno a los autoritarismos y a las jerarquías en el total reconocimiento que Cabrea reclama para sus informantes, en la incorporación igualitaria de sus voces dentro del relato, de la cual ella no es narradora hegemónica sino el instrumento compilador y diseminador.
Prosigo ahora con una observación más personal, algo que registro quizás por una afinidad existencial con esta posición. La autora, quien actualmente enseña en Emerson College, en Estados Unidos, salió de Cuba como parte de la llamada “Operación Peter Pan”, y hoy, al entregarnos este trabajo que define sus intereses como mujer adulta y formada en la academia americana, se pregunta “What would have become of me had I stayed in Cuba?”, inquietud que me permito traducir como ¿Quién sería yo si me hubiera quedado en Cuba? La pregunta se enlaza en el texto con la aceptación de su falta de contacto no solo con la realidad de la isla sino con una parte de su cultura que le interesa en especial: al producción artística femenina. En ese sentido creo que cuando afirma “This book represents my intellectual and personal desire to compensate for that lack of knowledge” (Este libro representa mi esfuerzo personal e intelectual por compensar esta falta de conocimiento), podemos pensar que se refiere a ambos al conocerse a sí misma así como a la historia cultural de su patria. Una vez más Lydia Cabrera la hubiera iluminado. No sé si Flora, colega y amiga, sabe que según María Zambrano, Lydia Cabrera alcanzó a escribir con ese tipo de lenguaje poético que permite descubrir la infancia de los pueblos así como la infancia del alma. Dentro de estas búsquedas pudiera inscribirse la investigación y la escritura de este libro de González-Mandri.
Como dije, no solo de la Madre fundadora, Cabrera, hablan estas páginas. Ellas nos presentan a las seguidoras, las que siguen trazando la indeleble huella de la matriz africana: la escritora Exilia Saldaña y la artista plástica María Madgalena Pons reciben especial atención en sendos capítulos, dedicados a explorados los respectivos géneros que ellas trabajan: la poesía, en Saldaña; la instalación multi-media en Pons. Otro de los capítulos exhibe la familiaridad de la investigadora con el análisis de distintas expresiones artísticas, sus tradiciones y sus técnicas al fundir en un capítulo, bajo el tópico de la representación de identidad cultural, las producciones de la poeta Nancy Morejón, la cineasta Gloria Rolando y la pintora Belkis Ayón. Lamentablemente una poeta importante como Georgina Herrera recibe una mención en la página 86, en una comparación con Nancy Morejón, por lo que la poesía de Herrera aun seguirá esperando por su merecido lugar en la genealogía de voces de escritoras negras, más allá del trabajo pionero sobre su poética de Catherine Davies.
Ya advertimos que estamos ante un trabajo de amplio diapasón interdisciplinario, por lo que también incluyo ahora el capítulo dedicado a comparar la novela decimonónica Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde con la película contemporánea “Maria Antonia” del director Segio Giral .
Este conjunto de creadores, a los que la autora llama con razón guardianes de la memoria cultural, cada cual desde su visión del mundo, en su época, desde su género, y su estética han reconstruido diferentes dimensiones del proceso, que bien llamó Fernando Ortiz transculturación, donde lo negro y lo blanco se imbricaron para formar lo cubano. Lo imposible fijeza de este proceso, su condición de ‘ajiaco’ es capturada en este libro precisamente por la multiplicidad de ángulos desde los cuales se aborda el estudio del fenómeno de formación de la nación cubana. El Feminismo y los Estudios Culturales son herramientas teóricas que González-Mandri maneja, sin olvidar la contextualización histórica y biográfica de cada pieza y cada autor sometidos a juicio.
Refiriéndonos a la bibliografía, señalo como mérito académico del trabajo su revisión sobre los estudios disponibles sobre el controversial personaje de Cecilia Valdés: Gelpi, William, Leante, Kutzinski, así como la certera incorporación de las teorías post-coloniales de Fanon y Bhaba. Estos, entre otros, son algunos de los estudios que, como corresponde, cita el texto de González-Mandri. Por otra parte, estimo que hubiera sido deseable la referencia en la bibliografía general del texto Charcoal and Cinnamon de Claudette M. Williams (UP Florida, 2000) que puede ayudar al lector a tener un panorama más inclusivo del tema de raza y género en el Caribe.
Pero ningún trabajo genealógico como este es completo, sino que su mérito debe medirse por su condición fecundante. En este sentido, Guarding Cultural Memory cumple cabalmente su cometido y se suma a los libros indispensables para los Estudios Cubanos hoy día.
Madeline Cámara.
Cubana. Miembro del Instituto de Estudios Cubanos (IEC)
Profesora asociada en el Department of World Languages, College of Arts & Sciences, University of South Florida (Tampa). Doctora en Lengua y Literatura Hispánica por SUNY – Stony Brook. Autora, entre otros, de los siguientes títulos: Vocación de Casandra (Peter Lang: 2000), La letra rebelde: estudios de escritoras cubanas (Ediciones Universal, 2002) y La memoria hechizada (Icaria, 2002) y co-editora de Cuba: the Ellusive Nation (University Press of Florida, 2000). Está por aparecer su libro Cuban Women Writers: Imagining a Matria (Palgrave Macmillan, 2008). Su presente tema de investigación se centra en la imagen de la mulata como un ícono de la identidad cubana.