Congelar los precios: ni seguro, ni la mejor alternativa

Cartel en una tienda de víveres, que indica el recionamiento de los alimentos a comprar.

Cartel en una tienda de víveres, que indica el recionamiento de los alimentos a comprar.
¿Cómo puede asegurarse que los precios no van a subir en un país devastado y donde rige la economía subterránea?¿Cómo puede asegurarlo además, el Estado que ha reconocido lo difícil de la situación, tiene todos los recursos y el control en sus manos y aun así ha tenido que subir al doble el precio de la gasolina?¿Cómo puede asegurarse esto sin anunciar las estrategias a seguir para lograrlo? No se puede contra las leyes del mercado simplemente ignorándolas.


Por Karina Gálvez

La credibilidad es muy difícil de lograr, pero más lo es de mantenerse. En Cuba, el fenómeno de la falta de credibilidad es bastante general. Casi todo el mundo desconfía del otro y de los otros. El gobierno cubano ha asegurado durante mucho tiempo un ambiente de desconfianza entre los ciudadanos que ha permitido que vivamos sin asociarnos y sin reunirnos, así como sin mostrarnos como somos y sin decirnos lo que pensamos y, por tanto, haciendo muy poco juntos con autenticidad. Esta sensación general de que todo es mentira lo ha alcanzado a él (al Estado) y no logra sin declaraciones de alto rango, que la gente le crea.
Recientemente comenzó a propagarse un rumor acerca de la subida de precios de productos de primera necesidad como los alimentos en los mercados agropecuarios y el aceite comestible en las tiendas por divisas. El gobierno ha emitido un anuncio de que los precios de los productos alimenticios quedan congelados.
Algunos se han quedado tranquilos con esto. Otros, ni siquiera le han prestado atención. Creo que, por lo menos, es necesario dudar. Pero no dudar porque la desconfianza forma parte de nuestra naturaleza o por simple inercia, sino dudar, porque los argumentos para hacerlo son fuertes.
Por lo menos en Pinar del Río, el principal mercado agropecuario, en el que ya no había vendedores particulares, está casi totalmente desabastecido y ocupado por la policía para evitar la aparición de vendedores ilegales. Los particulares que tienen permiso para vender en otros mercados o en puntos de venta están cerrados o con muy pocos productos, porque a los precios topados no quieren o no pueden vender. La gente busca casi con desesperación algo que comprar de forma ilegal y es difícil de encontrar.
Topar los precios no es la mejor alternativa.
Esta situación, que, me atrevo a asegurar que se repite en toda Cuba en mayor o menor grado de gravedad, no se puede sostener durante mucho tiempo. Por eso no podemos estar seguros de las medidas que sea necesario tomar desde el poder central. Anunciar que los precios no subirán es asegurar que todo puede suceder antes de la subida de precios. Y, creo, que hay opciones peores que los precios altos como por ejemplo:
– el desabastecimiento total y la falta de opciones de compra: Si los productores particulares no pueden vender según la demanda, no venderán. Porque no pueden pagar la gasolina al doble de su precio anterior y continuar cobrando lo mismo por los productos que tienen que trasladar hasta el punto de venta. Los mercados estatales, que no pagan la gasolina al mismo precio, no han podido, en condiciones menos difíciles, satisfacer las necesidades de alimentación en su totalidad ni mucho menos. No podrán hacerlo ahora.
– el aumento del desempleo como consecuencia de lo anterior: Los vendedores y sus proveedores se quedan sin trabajo o con mucho menos, por lo que caerán en el subempleo propio de las empresas estatales en Cuba o en la ilegalidad.
Es cierto que muchos vendedores abusan de los consumidores aprovechándose de las crisis para aumentar implacable e infinitamente los precios, y que llega el momento en que muy pocos pueden acceder a los productos, lo cual es éticamente inaceptable. Pero de este análisis ético no puede excluirse al Estado, que es quien establece los precios de las tiendas por divisas, única vía para alcanzar algunos de los productos de primera necesidad. Si subir el precio de la malanga y los aguacates es abusivo, también lo es subir el de la gasolina y el aceite.
No obstante, es preferible poder comprar el aceite a $2,30 CUC cuando se puede y quienes puedan, a no poder comprarlo nunca y nadie. Creo que también sería preferible poder comprar la malanga y los aguacates caros, pocas veces, que no poder comprarlos nunca.
Si los precios están inflados, el único (no por eso fácil de resolver) problema será conseguir el dinero. Si no hay productos el problema se duplica.
Además, ¿no es posible que el consumidor, en diálogo con el vendedor, logre que los precios se topen?, ¿cuántas veces no lo hemos logrado en los mercados libres agropecuarios o con otros vendedores por cuenta propia, con eso que llamamos “regateo”? Si nadie puede comprar, no se puede vender. Si pocos pueden comprar, poco se puede vender. Así se ha logrado el equilibrio del mercado durante siglos en el mundo. Los precios no los establece solo el vendedor, sino que participa el consumidor y, es definitiva, quien decide en un mercado legítimo.
En resumen, creo que topar los precios y asegurar que no van a subir podría ser la peor alternativa para superar la crisis.
¿Cómo puede asegurarse que no subirán los precios?
Lo que existe y funciona no puede simplemente ignorarse. A veces me parece que se intenta suponer que lo que no es oficial no existe. Existen muchas razones para no estar seguros de que los precios no subirán aunque el poder central tenga toda la voluntad de mantenerlos. Expondré tres que me parecen las más evidentes:
1. Los precios en Cuba no los controla el Estado, ni sola ni principalmente.
La centralización es el método económico en Cuba desde hace cincuenta años. Pero la máxima centralización no ha impedido que en Cuba subsista el trabajo por cuenta propia desde siempre y en todos los tiempos. Aunque el gobierno cubano ha determinado los precios de todo en sus establecimientos y empresas, la economía que se mueve y se desarrolla por debajo de la legalidad, establece los suyos. Y son los verdaderos precios de mercado en Cuba. Esta situación no está regida por la regla de que lo ilegal es siempre más barato (no paga impuestos). Tampoco es siempre más caro. Cualquier cubano puede identificar este fenómeno de que hablo y poner ejemplos. Usemos los de los últimos tiempos: por ejemplo, un saco de cemento tiene un valor de $4,00 (MN), si lo adquieres por vía estatal y $100,00 (MN) en el mercado negro; en las tiendas por divisas el valor de un saco de cemento es 6,60 CUC ($165,00 MN). El ejemplo del cemento demuestra la influencia de los precios subterráneos en los precios oficiales. Lo mismo sucedió con los precios de las viandas hace algunos años cuando el gobierno criticaba a los campesinos e intermediarios que se enriquecían con los altos precios del mercado libre campesino y decidió ser él quien controlara estos precios. Se comenzaron a vender estos productos en el mercado estatal (placitas y cadena de mercados “Ideal”) a los mismos precios que los particulares.
No creo que el gobierno cubano esté en condiciones de asegurar que los precios no van a subir.
2. Ya el Estado subió los precios.
Por otra parte, ya los precios subieron. En momentos en que el petróleo comienza a bajar su precio en el mundo, en Cuba se ha casi duplicado el precio de la gasolina y el petróleo, ejerciendo un efecto multiplicador en el precio de otros bienes, sobre todo el transporte. Claro, que el argumento anterior se manifiesta también con la gasolina: el precio se establece en el mercado negro y no ha llegado a duplicarse, pero el aumento es considerable.
También ha subido el precio del aceite por divisas de 1,90 CUC a 2,30 CUC. Y el del jabón, que ya no se encuentran los de menos de 0,50 CUC.
¿Cuáles son los precios que no van a subir?
3. No se anuncia ningún proyecto que ayude a salir de la escasez extrema
Es muy difícil creer, tener esperanzas, cuando no se tiene una visión de futuro, una estrategia a seguir. Y nada de eso se ha anunciado. No hemos pasado de lo anunciado en la pasada Asamblea Nacional del Poder Popular. Como siempre, el gobierno no habla de la manera en que se va a enfrentar la crisis alimentaria y total en la que estamos. Nada nuevo, nada que invite a creer en su capacidad para resolver esta situación. Igual que otras veces. Solo que ahora es menos la incertidumbre y más el convencimiento de que vamos hacia el caos o de que nos hundimos en él. Debemos pensar también que la alternativa a que no suban los precios puede ser (de hecho ya se ha dicho y está siendo así) más represión para el mercado negro y, por tanto, menos acceso a productos que conseguíamos solo por esa vía. La subida de precios podría no ser la peor alternativa a la escasez extrema.
La escasez no deja que los precios se mantengan. Esa es una ley económica que no se puede ignorar. Se puede regular, se puede paliar sus efectos, pero no se puede actuar como si no se fuera a cumplir por voluntad de alguien. Las leyes del mercado, a fin de cuentas son leyes, son objetivas. Gracias a Dios, se han estudiado bien, se han comprobado ya por siglos, se han realizado “experimentos” en distintas sociedades (ya que no se puede hacer experimentos económicos en laboratorios), con distintas condiciones, en diferentes tiempos. Es un ley, como dijera Martí, “reformable por esencia” , pero no es ignorándola como se reforma. Solo disminuyendo la escasez disminuirán los precios de manera sostenible.
Es posible eliminar, en un plazo razonable, la escasez en Cuba.
Y, en esencia solo se necesita una cosa: voluntad de cambio por parte del gobierno, que lo lleve a liberar la iniciativa personal de los cubanos. La voluntad de resolver la situación no se puede manifestar en un discurso, ni en varios discursos, ni en muchos discursos. Debe manifestarse con acciones concretas.
Claro que se necesita también la solidaridad internacional, pero como un complemento de la iniciativa económica de los cubanos y canalizada a través de los mecanismos económicos de mercado, de manera que sea lo más sostenible posible y nos evite las relaciones de dependencia.
Ya se ha hecho otras veces para salir de otras crisis. Aumentar libertad de iniciativa privada gradualmente, poco a poco y paso a paso, pero sin limitaciones que la malformen como una lista de trabajos “permitidos” o una prohibición para profesionales o una ley de impuestos inconcebible e inexplicable. Que las limitaciones sean para garantizar el acceso de todos a esta libertad.
Esta nación tiene la ventaja de haberse demostrado ya, a ella misma y al mundo que pone sus ojos en ella, que, en lo económico, es capaz de superarse a sí misma cuando tiene el espacio que necesita. Esperamos que se supere también en la búsqueda de ese espacio legal y real para ser quien es verdaderamente en lo económico, en lo político y en lo social.

Karina Gálvez Chiu (Pinar del Río, 1968)
Licenciada en Economía, 1994
Profesora de Finanzas en el IPE Rafael Ferro.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro de
Formación Cívica y Religiosa. Miembro del Consejo de
Redacción de Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.

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