Por Oscar Espinosa Chepe
Reconstruir, una necesidad
Con el inicio del 2008 se abren interrogantes sobre el futuro de Cuba. En primer lugar, han surgido expectativas sobre los urgentes cambios requeridos desde hace mucho tiempo por la sociedad cubana. Un sentimiento generalizado, reforzado por el discurso del General Raúl Castro el pasado 26 de Julio, donde fueron expuestas críticas profundas al estado de la economía, en especial referidas al marasmo de la agricultura y al reconocimiento de que los salarios son insuficientes para una vida digna de los trabajadoras, planteamientos que solo hasta ese momento habían sido realizados por la reprimida disidencia. En adición, el jefe del Gobierno Provisional, instaurado por la enfermedad del Presidente Fidel Castro, indicó la posibilidad de la articulación de cambios estructurales y de conceptos en la economía.
Este discurso, con posterioridad, fue debatido en las bases del Partido Comunista, centros de trabajo y otros lugares, dando lugar, según informaciones oficiales, a más de 1,0 millón de planteamientos indicativos del deseo de cambios de una población asfixiada por una crisis interminable.
Asimismo, los controlados medios de información nacionales, algunas veces de forma nada sutil, se atreven a reflejar aspectos de la dura realidad cubana, como los recientes publicados en el diario Juventud Rebelde, acerca del desempleo, los impresionantes niveles de corrupción o el calamitoso estado de la producción agropecuaria que obliga a importar el 84,0% de los alimentos requeridos, mientras el 50,0 % de los campos permanecen sin cultivar, entre otros perversos fenómenos, prohibidos antes mencionar.
Objetivamente, las consecuencias de la crisis iniciada en 1990 con la pérdida de las subvenciones del bloque soviético con el tiempo se han tornado más graves, acumulándose los problemas de todo tipo al no haber soluciones. En la economía está vigente un constante proceso de descapitalización, con tasas de inversión que hacen imposible sustituir medios básicos obsoletos y depreciados, proceso que arroja con fuerza a la economía hacia el atraso tecnológico y la ineficiencia, según muestran estadísticas publicadas por las Naciones Unidas. Ello unido a una generalizada falta de incentivos laborales en un país donde los salarios reales están en un entorno del 24,0% del nivel existente en 1989, a lo que se agrega ser pagados en una moneda – el peso cubano corriente – rechazado en la mayoría de los comercios estatales; salarios que además, como promedio mensual, no rebasan los 13,0 euros, de acuerdo a la cotización oficial.
Los problemas sociales también son muy serios, pues se han creado diferencias abismales en el nivel de vida de los ciudadanos, sin guardar relación con el trabajo, la creatividad y el esfuerzo productivo, sino con la suerte de tener parientes en el exterior que envíen ayuda o contactos políticos que permitan ocupar un puesto en sectores donde puedan alcanzar la codiciada divisa. En este clima, no propicio para el florecimiento de las virtudes, las personas son empujadas a la corrupción y ha hecho de Cuba, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su último Informe sobe Desarrollo Humano, el sexto país de mayor cantidad de presos por habitante en el mundo (487 por 100, 000).
Al mismo tiempo, Cuba se ubica entre las naciones con mayor índice de divorcios y suicidios, mientras la natalidad se ha reducido en un 70,0% en relación con los años 1960, estando presente un elevado índice de abortos, fenómeno reconocido oficialmente, aunque sin brindarse las cifras; todo lo cual ha resultado en una minoración en términos absolutos del número de habitantes en los años 2006 y 2007, con más del 16,0% de la población con más de 60 años de edad.
Los graves problemas, sintéticamente expuestos, no se reducen a la economía y temas sociales. El cuadro medioambiental es sumamente grave, con millones de hectáreas de suelo cultivable dañadas, en los últimos decenios, por el mal manejo. En los problemas más serios se encuentran la salinización, la erosión, la compactación, los altos niveles de acidez y la falta de drenaje de los suelos. A su vez, las reservas acuíferas han sido altamente contaminadas. A ello se suma el alto grado de contaminación del agua en el litoral.
Todo este tenebroso cuadro ha conducido a una paulatina pérdida de confianza en el futuro de la nación cubana por un sector mayoritario del pueblo, reflejada en una constante elevación del descontento popular y en la intención de emigrar, que si no ha sido mayor se ha debido a los mecanismos del gobierno para evitar la fuga al exterior de especialistas y otras personas de su interés.
En estas condiciones ha recibido el General Raúl Castro el mando provisional del gobierno. Una economía destruida, una sociedad quebrantada y estratificada, donde el crédito político que una vez tuvo el gobierno se ha perdido por una población consciente de que un sistema totalitario le ha robado su derecho al futuro.
Raúl Castro, hombre sin el carisma político de su hermano, en medio de la involución total de la sociedad, quizás pragmático, parece haberse dado cuenta de que los cambios en Cuba son inevitables, y que en caso de persistir el inmovilismo pudiera llegarse a un punto de no regreso, donde las contradicciones existentes condujeran a la inestabilidad social y política. Hoy las disyuntivas cubanas son claras: avanzar por el camino de las reformas que estimulen la iniciativa de las personas o permanecer en el estancamiento conducente al caos.
Si hay voluntad política de iniciar reformas, existen todas las posibilidades de que la nación avance. Hay un pueblo bastante preparado culturalmente, con mentalidad relativamente progresista, lo cual han demostrado los cubanos residentes en el exterior, por su espíritu emprendedor y gran laboriosidad, al haber triunfado en sociedades altamente competitivas. Ellos podrían ser un ingrediente de avance y progreso en el futuro de Cuba, parecido a lo que han significado los ciudadanos de Taiwán y Hong Kong para la China continental.
Por otra parte, Cuba dispone de áreas para el desarrollo muy prometedoras, tales como la agricultura, donde si se entrega la tierra a las personas deseosas de cultivarla y se crea un ambiente de libertad, los progresos serían rápidos con una buena alimentación del pueblo, la drástica reducción de las enormes importaciones de alimentos y hasta podrían crearse excedentes para la exportación.
Además de la agricultura, el país posee esferas de indudables potencialidades, como el turismo, el petróleo con buenas perspectivas en los mares circundantes, la industria minera basada en los grandes yacimientos de níquel, la industria farmacéutica, entre otras importantes líneas de desarrollo; sin olvidar que la ubicación geográfica de la isla, próxima a Estados Unidos, el mercado más avanzado y grande del mundo, representa amplias posibilidades de comercio y cooperación en variadas esferas.
En adición a las reformas en la agricultura, sería procedente la eliminación de las restricciones al trabajo por cuenta propia, así como, la autorización de pequeñas y medianas empresas (PYMES), fuentes de riquezas, empleo y flexibilidad para toda la economía. Estos pasos iniciales tendrían que conllevar una adecuada política fiscal y el reordenamiento del crédito a favor de los productores agrícolas y privados en general.
Asimismo, habría que terminar la doble circulación monetaria, la absurda diversidad de precios y mercados, el injusto racionamiento de alimentos que beneficia por igual a ciudadanos necesitados de la protección social como a quienes no la requieren, lo cual ocasiona que a los primeros no se les pueda satisfacer sus necesidades adecuadamente, así como otorgar la propiedad real de las viviendas a los actuales personas residentes en ellas como usufructuarios onerosos, entre otras irracionalidades presentes en la economía y la sociedad desde hace mucho tiempo.
Ahora bien, para que este proceso pueda concretarse y transcurra gradualmente por sus diferentes etapas se necesitan decisiones políticas que enrumben a Cuba por la vía de la reforma, en un marco de reconciliación nacional, con el objetivo de su culminación en un aterrizaje suave hacia la democracia y el respeto a los derechos humanos, que garantice un destino próspero, feliz y seguro para todos los cubanos. Una tarea ardua para la cual es imprescindible la unidad de todas las personas de buena voluntad, por encima de diferencias ideológicas, por ser un camino lleno de dificultades, tanto por el estado calamitoso en que yace el país, como debido a los obstáculos que seguramente pondrán grupos minoritarios obstinados en soluciones extremas sin comprender que estamos en otra época, cuando no existen soluciones fuera de compromisos racionales y no excluyentes.
En caso de que triunfara la obcecación y que todas las esperanzas creadas con el discurso del General Raúl Castro el 26 de julio pasado terminen en otro fiasco, las consecuencias podrían ser imprevisiblemente riesgosas para el futuro de Cuba.
La Habana, 25 de enero de 2008
Oscar Espinosa Chepe (Cienfuegos, 1940)
Economista y Periodista Independiente. Miembro de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE)
Fue Consejero en la Oficina del Primer Ministro. Jefe de departamentos en la Junta Central de Planificación, en el INRA y en el CECE. Especialista en comercio exterior del Banco Nacional de Cuba y diplomático en Belgrado.
Es uno de los 75 de la Primavera de 2003.
Reside en La Habana.