Jueves de Yoandy
En días pasados, mientras el mundo esperaba con expectación la elección del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, mucho se hablaba, más allá de las congregaciones generales de los cardenales, entre el laicado comprometido, sobre las características y el perfil que debía reunir el nuevo Papa. Como puede suceder con las predicciones, que a veces se alejan de la realidad final, fue elegido como Papa el cardenal Prevost, mientras se hablaba de otros posibles miembros del colegio cardenalicio. La providencia divina y el Espíritu Santo han dispuesto un Papa estadounidense, el primero de todos los tiempos, con raíces europeas y criollas, misionero en el Perú gran parte de su vida. Estas podrían ser presumibles razones para encontrarnos más cerca del Pontífice.
Desde el 8 de mayo tanto en el mundo creyente, como entre ateos y agnósticos, por la relevancia que conlleva en sí misma la elección del sucesor de Pedro, han llovido las biografías, las especulaciones y las opiniones sobre el elegido. Ante la pregunta de algunos amigos personales y de otros medios de comunicación he preferido, como en muchos casos, no precipitarme. Es muy pronto para hacer una valoración, un servicio es el del cardenal de la Diócesis de Chiclayo, otro servicio es ser el Prefecto del Dicasterio para los Obispos y otro el de ser el Santo Padre. Una misma persona, pero distintas posiciones, en las que se espera mantener una coherencia de vida fiel al Evangelio y a la Doctrina Social de la Iglesia. La misma en que creemos, y eso sí me atrevería a decir, pondrá en práctica León XIV.
Desde la elección del nombre hay signos visibles, porque ha querido seguir la nomenclatura del autor de la primera encíclica social de la Iglesia católica, la “De las cosas nuevas” o “De las cosas políticas”, escrita por el Papa León XIII en 1891. En el Discurso del Santo Padre León XIV al Colegio Cardenalicio, el 10 de mayo de 2025, él mismo explica por qué pensó tomar ese nombre:
“Precisamente, al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”.
A pocos días del pontificado podemos hablar de sus gestos, mensajes, discursos y homilías, que también son pocos porque se trata de una semana; pero que nos sirven para vislumbrar cuáles podrían ser las líneas de acción de un obispo de Roma comprometido con la Doctrina Social de la Iglesia. Si vamos a los discursos, ya encontramos tres publicados en la página oficial del Vaticano: 1. Al Colegio Cardenalicio; 2. A los representantes de los medios de comunicación; y 3. A los participantes en el Jubileo de las Iglesias Orientales. Por la profundidad en el tema y la cercanía a la realidad cubana en el ámbito de la información y la búsqueda de la verdad, me gustaría destacar algunos puntos de la Audiencia del Santo Padre con los representantes de los medios de comunicación.
En primer lugar, nos invita a un compromiso que los cubanos llevamos muchos años reclamando, desde el surgimiento de los primeros blogs y la prensa independiente en Cuba, como espacios alternativos comprometidos con la verdad, con el ejercicio de un periodismo desde y para la ciudadanía que necesita más respeto, más confianza y menos violencia mediática. Hoy día las redes sociales parecen, en ocasiones, verdaderos campos de batalla donde se va a empuñar la lanza y a desmoralizar al adversario.
Lejos de ser una comunidad para crecer juntos, apegados a los buenos valores e informados con las fuentes más fiables, se emplean para potenciar los mensajes de odio, las divisiones en cuanto a credos políticos y religiosos, la competencia desmedida por tener la primicia, aunque sea puro sensacionalismo o tergiversación de la realidad. Sobre el rechazo de esos paradigmas nos dice León XIV que las enseñanzas sociales del Evangelio llaman a cada uno a:
“…comprometerse en la realización de un tipo de comunicación diferente, que no busca el consenso a cualquier coste, no se reviste de palabras agresivas, no asume el modelo de la competición, no separa nunca la investigación de la verdad del amor con el que humildemente debemos buscarla. La paz comienza por cada uno de nosotros, por el modo en el que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás; y, en este sentido, el modo en que comunicamos tiene una importancia fundamental; debemos decir “no” a la guerra de las palabras y de las imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra”.
Respecto a la importancia de la paz, fomentada desde los medios de comunicación masiva con alcance cada vez más incalculable, debería mirarse desde la perspectiva del buen uso y no de las deformaciones que recaen en la pérdida de la veracidad por la inmediatez y en el abandono de la convivencia pacífica y civilizada. El alcance de las publicaciones, la cantidad de reacciones y otros parámetros relacionados con la métrica de una publicación, pueden hacer que nos alejemos de los rasgos esenciales del buen periodismo: el respeto, la objetividad, la veracidad, la concisión, la claridad, la novedad y la generalidad. Así nos convoca el Papa:
“Hoy, uno de los desafíos más importantes es el de promover una comunicación capaz de hacernos salir de la “torre de Babel” en la que a veces nos encontramos, de la confusión de lenguajes sin amor, frecuentemente ideológicos y facciosos.”
Si se habla de desafíos de la postmodernidad, este cambio de época que atraviesa la humanidad, muy probablemente pensemos enseguida en las ventajas y desventajas de la inteligencia artificial, por ejemplo, de la que también habla el Papa como reto. Sin embargo, hay algo más allá del avance de la ciencia y la tecnología, que es la propia inteligencia humana que debemos cultivar, todavía más, en estos tiempos. Así lo expresa el Pontífice:
“…tiempos difíciles de atravesar y describir, que representan un desafío para todos nosotros, de los que no debemos escapar. Por el contrario, nos piden a cada uno que, en nuestras distintas responsabilidades y servicios, no cedamos nunca a la mediocridad”.
La mediocridad favorece la conformidad y, por tanto, vivir en la mediocridad suele ser de personas negativas, que no encuentran solución a los problemas, que no proyectan, sino viven apáticamente el presente pensando o creyendo que el mundo se acabará ante el primer obstáculo. El llamado de “no ceder a la mediocridad”, aunque parezca entre letras que no es lo más importante, lo considero como un buen incentivo para insuflar todo el pensamiento y la doctrina venidera de León XIV.
Por último, de este corto discurso (que podemos leer íntegramente en: https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/speeches/2025/may/documents/20250512-media.html) me quedaría con el gesto del Papa hacia los periodistas encarcelados (agrego: y perseguidos, como el caso cubano) por vivir y trabajar comprometidos con la verdad y con el Evangelio encarnado de Jesucristo. Ellos me recuerdan las enseñanzas de Jesús a través de las Bienaventuranzas: “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,10). El apoyo del Papa León y la solidaridad de toda la Iglesia fueron expresados clara y valientemente por el 267º Sucesor de San Pedro:
“Permítanme entonces reiterar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y por medio de estas palabras también pedir la liberación de los mismos. La Iglesia reconoce en estos testigos —pienso en aquellos que informan sobre la guerra incluso a costa de la vida— la valentía de quien defiende la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones con libertad”.
A una semana del Pontificado de León XIV, me quedo con estas palabras, que hago mías. Ellas podrían indicar las futuras líneas de su ministerio. Estemos atentos, pero, más allá de gustos particulares, vivamos en el amor que, como decía San Agustín de Hipona, orden a la que pertenece el nuevo Papa: “La medida del amor es amar sin medida”. Hagamos eso. Miremos con amor al prójimo. Y miremos también con amor su Pontificado.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Doctor en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.