BALDOMERA FUENTES SEGURA. Una santiaguera que la historia olvidó

 

Las investigaciones a veces nos sorprenden con hechos desconocidos, y eso fue lo que me sucedió hace poco. Me llamó la atención la página de Internet de un coleccionista y restaurador de arte español quien había adquirido una nueva pieza para su colección de arte. La pieza representaba a una mujer que primero el coleccionista pensó era española, pero luego descubrió que era cubana y de la época colonial. Mi curiosidad fue tan grande que seguí leyendo a Eloy Martínez Lanzas de las Heras:

Ingresó recientemente en nuestra colección una miniatura de forma oval de 90 x 70 mm que representaba a una dama con vestimentas que en principio tomamos como un traje tradicional español. La dama vestida de negro posa sentada reclinada sobre un velador cubierto con un tapete azul celeste de tela bordada, y se acoda a una pila de tres libros encuadernados en piel.

Luego de restaurar la miniatura, de las Heras descubrió las iniciales B F en el borde derecho de la obra lo que confirmaba, no solo la autoría de esta notable mujer, sino que representaba casi con toda seguridad,de que era su autorretrato. Era un pequeño cuadro de Baldomera Fuentes Segura. Luego explica que la miniatura llegó a sus manos en lamentable estado de conservación, con una fisura en el rostro y grandes afectaciones en el color, especialmente en la cara y las manos. Y continúa explicando:

“La miniatura de Baldomera perteneció a una culta y distinguida familia hispano-cubana, residente en La Habana que tras la revolución castrista hubieron de abandonarla isla, llevándose consigo algunos objetos artísticos, más de valor afectivo que material, entre ellos esta miniatura guardada en el interior de un libro. Según me comunicó su antiguo propietario, la miniatura perteneció a la familia durante generaciones, siempre le vieron sin marco y con la misma fractura, guardada entre las hojas de un libro. La representada, me aseguró el vendedor, no pertenencia a la familia. La manipulación de la que fue objeto la miniatura, no sabemos con certeza en qué momento se hizo, aunque es probable que se produjera antes de llegar a España”.

Martínez De las Heras tendría que averiguar más y mejorar esta obra que, realizada en Santiago de Cubaen 1842, había llegado a sus manos a Cádiz, España. Me interesé por saber más de este cuadro y de la mujer que aparecía en el, y me sumergí de lleno en el tema. Indagando y repasando su trayectoriadescubrí que Baldomera Fuentes Segura no solo había sido pintora, sino que también había trabajado como maestra, músico, y luchadora en la defensa de los derechos de la mujer cubana.

Santiago de Cuba a mediados del siglo XIX

A comienzos de aquellas décadas del siglo XIX, en la ciudad de Santiago de Cuba se desarrollaba un transcendental proceso de transformaciones urbanas, de modificaciones en las costumbres, y de modos de vida por la llegada de los franceses provenientes de Santo Domingo, así como un cambio en la conciencia de los criollos que buscaban la modernidad. Con los franceses se había mejorado la higiene, se habían establecido más escuelas de primeras letras, y se habían fundado nuevos periódicos. Aunque desde mediados del siglo XVI ya en Santiago se habían comenzado a construir varios centros culturales, y que el 9 de enero de 1793 se había establecido la Real Sociedad Patriótica Amigos del País que fue la primera de su tipo, no solo en la región oriental de la Isla, sino en toda la América, cuando comienza el siglo XIX se construye, de madera y guano, el primer teatro en la calle Santo Tomás. A partir del 1822 se inauguraron otros teatros: el Teatro Coliseo, el Teatro del Centro y el Conservatorio Cubano. Después el Teatro de la Reina Isabel II que más tarde se conoció como Teatro Oriente. En 1832 abrió sus puertas el “Isabel II” que luego se llamó «Sociedad Filarmónica Cubana»”. Esto indica que,desde fecha muy temprana, había en Santiago una vida cultural importante. Pero no todo era positivo: Cuba por entonces era un país esclavista y racista en el que los blancos ocupaban la cima de la sociedad.

Nace Baldomera

El 27 de febrero de 1807, cuando está saliendo el sol entre los montes orientales del Puerto del Isleño y la Loma de San Juan, viene al mundo nuestra biografiada. A la niña la bautizarán con el nombre de Baldomera, y nacerá en una casona de la calle de San Fermín, en el seno de una familia pudiente y blanca. La madre de Baldomera, Plácida Segura Mueses había nacido en Saint Domingue, y estaba casada con el santiaguero don José de la Cruz Fuentes Pérez.

Su madre muere cuando la niña tiene cuatro años, y el padre envía a la niña junto con su hermana, María del Patrocinio, a vivir con el tío materno, el médico Don Bartolomé Segura Mueses. Este era “uno de los ilustres dominicanos que habían emigrado con su familia a la isla de Cuba, y que pertenecía a una de las distinguidas familias de Santiago. Aunque no era acaudalada, era un hogar sin penurias económicas.

La educación

Con profesores particulares, Baldomera también asiste a colegios privados bilingües dirigidos por franceses que se habían radicado en Santiago a principios del siglo XVIII, al salir huyendo por la revolución de Haití. Como había que orientar a las muchachas a que fueran buenas cristianas y madres de familia, se debía observar la práctica de la religión católica y la moral por lo que era necesario que recibiera clases de catecismo y doctrina cristiana. También era básica la formación intelectual con conocimientos de gramática castellana y francesa, escritura, lectura, aritmética, geografía, historia y mitología. Baldomera llegaría a ser una mujer bien instruida y culta, algo nada común en aquella época en que a la mujer no se le permitía estudiar ni cultivarse.

En la casa del tío, la niña también estaría expuesta a una gran vida cultural, muy refinada, ya que allí se celebraban tertulias, y encuentros artísticos y literarios. Se recitaba, se leían pasajes de obras recientemente impresas de autores cubanos y extranjeros, y se ofrecían conciertos y saraos.En los conciertos se escuchaban contradanzas, habaneras, marchas, y piezas para violín, flauta ypiano, que interpretaban a Donizetti, Mercadante, Verdi, Bellini, y se oían a músicos como los Boza, Guerra, Miyares, Pujals, Desvernine, Ruiz Espadero, Salas y otros. Cuentan que en esa casa existió el primer piano de Santiago de Cuba y que allí tocó y ofreció lecciones de música el maestro alemán Carl Rischer, quien había llegado a Cuba de Santo Domingo en 1793. La niña Baldomera habría tenido también acceso a la biblioteca de su tío que posiblemente conteníaobras de escritores como Rosseau, Montesquieu, José Antonio Saco, y José de la Luz y Caballero, cuyos trabajos se sabe que circulaban en Santiago en ese momento.

Estas primeras décadas del siglo XIX surgen en Santiago academias donde se enseñan idiomas, música vocal e instrumental, dibujo y baile. También abren diversos salones, casi todos defamilias provenientes de Saint Domingue, para el disfrute de la música, la danza y las letras.Según Laureano Fuentes, quien era medio hermano de Baldomera y también compositor y músico distinguido, dice que los tutores de su hermana “eran entusiastas admiradores de todas las artes, y con predilección de la música”. En su obra Las artes en Santiago de Cuba, nos dice Fuentes:

“los primeros años de nuestra infancia, nos permitieron presenciar las reuniones artísticas y literarias que, en familiar conjunto, tenían lugar en la morada del venerable doctor Segura. Allí se declamaba por las señoritas Pichardo, Del Monte, Díaz Páez y los hermanos de estas; se cantaban arias y dúos de las primeras óperas de Rossini; se tocaban tríos y cuartetos de Haydn, Mozart, Pleyel y Beethoven (…) Se recitaban loas, se leían composiciones poéticas de Manuel Justo Rubalcava, Muñoz del Monte, y el ya anciano Manuel María Pérez.

Sus tíos se preocuparon siempre porque la niña adquiriera una buena educación, y pudo aprender otras materias como economía doméstica y las llamadas asignaturas “de adorno” que eran las artes de coser, tejer y bordar, que la convertirían en la madre y esposa ideal, fines establecidos para la mujer por la sociedad de entonces. También recibió rudimentos de música para luego enseñar a su hermano, como él mismo declara en su obra, y a sus discípulas cuando comenzó a ejercer como maestra.

La pintura

Para completar su educación, asistió Baldomera a clases de pintura en el taller del “notable retratista francés Monsieur Fourcade, y también con otro francés llegado a la isla, Louis-François Delmés, quien ofrecía sus servicios en su academia como pintor en miniaturas, y también como cartógrafo y grabador. El restaurador de arte español, Eloy Martínez Lanzas comenta que en sus primeras miniaturas, Baldomera despliega una peculiaridad que tiene un parentesco estilístico al de su maestro Delmés”. Al incrementarse el número de artistas plásticos europeos que llegaron a Cuba a finales del siglo XVIII y principios del XIX, y que iban inspirados por la luz y el color de la isla, propició un intercambio con pintores cubanos que contribuyeron al conocimiento y desarrollo de las técnicas más recientes, fomentando la creatividad de los pintores cubanos, como en los casos de Tadeo Chirino y de la mismaBaldomera Fuentes. Fue así como se convirtió en pintora, “la primera mujer que se destaca en el arte pictórico en Cuba”, y es profesora de artes plásticas en escuelas privadas llegando incluso a tener su propia escuela para niños.

Aunque su hermano Laureano dice que su hermana pintó paisajes, estos no han llegado a nosotros, pero sí conocemos la pequeña colección de retratos en miniatura realizados en acuarela sobre marfil que pintó por los años de 1830. Se trata de piezas de diminuto formato para ser ubicadas en el ambiente del hogar. Los retratos de su padre, hermano, madrastra, y su autorretrato, remiten a esos momentos cuando el hogar parecía su refugio y ella aún no había salido del ambiente hogareño para convertirse en una figura pública.

Sus miniaturas son el “Retrato de mi padre”, que representa a José de la Cruz Fuentes (1764-1842) de medio cuerpo. En el “Retrato de niño” acuarela sobre marfil, vemos a su pequeño hermano Lauro sobre un caballito. Se aprecia la inocencia en la figura de niño, y posee un colorido fuerte. Expuesto en el Museo Bacardí de Santiago de Cuba, se encuentra el óleo sobre madera “La Virgen de los Dolores”. En esta obra la autora trasmite el sufrimiento de la Virgen por su hijo Jesús mediante el tratamiento de una faz angustiada y cubierta de lágrimas. También observamos como la artista ha realizado un delicado trabajo de encaje bordado en el vestuario de la Virgen. Es esta una obra propia para la devoción personal como otras parecidas que debieron existir en los hogares de la ciudad pues en Santiago de Cuba se consideraba a la Virgen de los Dolores protectora contra los frecuentes terremotos que asolaban la ciudad.

El “Autorretrato de Baldomera” realizado en acuarela sobre marfil está fechado en 1835 cuando la retratada contaba 28 años. Se trata de una obra donde aparece representada como una muchacha rica, ataviada con un traje elegante, joyería y tocado propios de una clase privilegiada. Aparece una inscripción que dice: “Por mí”. Ese modo de firmar era común en el retrato y el autorretrato de la época, y muestra la consideración que el artista profesaba a su oficio.

Estas pocas obras de Baldomera Fuentes hasta ahora encontradas muestran el punto de vista estético, la utilización de fondos neutros, el énfasis puesto en el rostro para lograr el parecido, la apariencia plana con escasos matices, la ausencia de claroscuro, la rigidez de las poses de los personajes, la intensidad del color, y un despliegue de ingenio en el tratamiento de los detalles del vestuario. En torno a los valores artísticos de su obra, los críticos han planteado que: “no mucho debió su aprendizaje si nos atenemos a las características un poco primitivas de sus pinturas”. También argumentan que: “su ejercicio pictórico denota una formación insuficiente”.Pero a pesar de todas las valoraciones negativas de su obra, Baldomera es considerada la primera miniaturista de Cuba. Pero Fuentes Segura no fue reconocida como artista por sus contemporáneos por causa de su sexo. No tuvo una clientela ni participó en exhibiciones, ni viajó a otros países para continuar su aprendizaje como los demás pintores cubanos. Su labor artística estuvo limitada al entorno familiar: sus amigos, parientes y alumnas quienes fueron su público. La enseñanza de las bellas artes la compartió únicamente con sus alumnos que fue más bien la única opción que tuvo para continuar practicando sus dones artísticos.

Esta santiaguera desafió determinadas reglas y costumbres de su época, e intentó tener su propia vida lejos de las pautas y costumbres retrogradas de la sociedad de entonces relacionadas con la educación de las mujeres. Para ello utilizó su instrucción, el color de su piel, su posición privilegiada en la sociedad, pero sobre todo, su firmeza y voluntad de carácter.

El matrimonio

En abril de 1849, cuando Baldomera contaba 42 años, contrae matrimonio con un policía de barrio, Esteban Hinojosa. En esos momentos no tiene problemas económicos. Pero poco más de un año de haber contraído matrimonio, en agosto de 1850, estableció una demanda de divorcio a su esposo ante el tribunal eclesiástico por adulterio, sevicia y amenazas de muerte. Luego de un difícil proceso, le fue concedido el divorcio en 1854. Contrariamente a lo propugnado por lamoralidad religiosa de la época acerca de la conveniencia de que las mujeres perdonaran lainfidelidad de los maridos, Baldomera no se comportó como se esperaba: se reveló sin importarle el rechazo que sabía recibiría de la sociedad y de la iglesia, y lo hizo sin perder mucho tiempo.Además, le interpuso al esposo una demanda civil para recuperar los bienes aportados por ella al matrimonio. El pleito terminó en 1857 ganándolo ella. No permitió la humillación, ni que el esposo se quedara con su dote (alhajas, muebles, colgadizo y dos esclavas) y por eso fue denigrada por este, quien solo se defendió atacándola. El marido decía que el divorcio era: “un paso tan injusto como escandaloso y perjudicial a su buena fama. Que ella actuaba con descaro, arrogancia y tejía planes diabólicos”. En el documento exteriorizaba su complejo de inferioridad intelectual y su desprecio por las mujeres cuando argüía:

No crea el tribunal que mi consorte es una mujer sencilla, porque cabalmente, en materia de malicia y de intriga, es una señora de armas tomar (…) la travesura de un ingenio sutil, su estrategia y la influencia que goza como profesora de concepto en esta población, cuyas circunstancias son tanto más (sic) de tomarse en cuenta, cuanto que retórica de Baldomera, cual lo son todas las mujeres, es ella capaz en sus artificios de seducir a quien se le antoje, porque no es la simple aldeana, ni la ignorante labradora, sino la persona madura, civilizada, astuta y entendida como lo revelan la habilidad y la ilustración que la distinguen.

Su labor como maestra

Hacia 1854, ya fallecidos su tío y su padre quienes le garantizaban una vida cómoda, arruinada su herencia por unos negocios relacionados con el alquiler de casas, y además divorciada, se vio forzada a buscar su subsistencia por medios propios. Emilio Bacardí nos deja un dato en sus Crónicas de Santiago de Cuba, que la artista abrió una academia de dibujo en ese año en la calle San Germán, No 74. La investigadora María Cristina Hierrezuelo ha podido aclarar que la academia de dibujo la abrió, pero en la calle San Gerónimo, donde desarrolló una actividad independiente. Hierrezuelo también aporta una noticia que publicó el periódico El Redactor del 27 de julio de 1854:

No es pequeño, (…), el placer que hemos experimentado al ver (…) el anuncio de una academia de dibujo dirigida por una mujer; pues es que en nuestro país se estrecha tanto el círculo en que giran las ocupaciones del bello sexo. Doña Baldomera de Fuentes es la señora de que hablamos.

La labor que Baldomera comenzó en su casa fue continuada en otras casas donde impartía lecciones de solfeo, dibujo y pintura. Estuvo tres años como directora de la tercera escuela de niñas creada por el Ayuntamiento en la ciudad en 1857 e instalada en su vivienda. Pero, en 1859, como el salario no le alcanzaba para subsistir, decidió alquilar el zaguán de su domicilio a un hombre para que allí vendiera verduras y frutas. La inspección de escuelas se lo prohibió por considerarlo perjudicial para la moralidad de las alumnas. Baldomera pidió que se le permitiera mantener el puesto de ventas, o se le subiera el sueldo. Como no se le incrementó el salario, en marzo de 1860 renunció a la dirección de la escuela sin contar con el Ayuntamiento, aunque la siguió manteniendo de manera particular y conservó la tiendecilla.

En 1864 solicitó la dirección de la escuela de niñas de la villa de El Cobre. Abandonar el centro de la ciudad para dirigirse al alejado poblado dice mucho de su carácter intrépido e independiente, y también de su necesidad económica. Le concedieron la dirección de la escuela, pero en 1865 fue acusada por el párroco de ese poblado “de no enseñar el catecismo, contar cuentos inconvenientes, tocar la guitarra como diversión, permitir que se escribieran versos inmorales y se dibujaran figuras indecentes”. Como consecuencia, Baldomera fue expulsada y denigrada por la Junta de Instrucción Pública, quien puso en duda su lucidez alegando “imbecilidad” por causa de su avanzada edad. Pero Baldomera no se quedó callada: amenazó con“deshacer y pulverizar” las opiniones que habían diseminado sobre su persona. Se defendió ante los tribunales y escribió una contundente carta de autodefensa. Su voz se alzó punzante y fuerte, y utilizó como armas su pluma y su talento. Pero luchaba sola contra la sociedad que condenaba su “audacia poco común” y su “lengua destemplada”, y que no olvidaba que era divorciada, lo cual era entonces un estigma. Había ido demasiado lejos aquella mujer tan valiente, capaz, e intrépida. Para aquella sociedad, su ingenio y sus aptitudes eran inconcebibles, y su carácter resultaba insolente. No la aceptaron nunca.

En 1867 ya no se le permitió regentar ninguna escuela, pero como era una persona insumisa y rebelde, regresó a Santiago de Cuba e intentó continuar en el magisterio. En 1868 quiso dirigiruna escuela para niñas negras, pero la solicitud fue rechazada. A partir de este momento no se le conocen otras pistas hasta ya casi al final de su vida.

Baldomera Fuentes fue una mujer atípica, con verdadero espíritu transgresor. Su arte, su inteligencia, su vocación, sus creaciones, sus talentos, sus deseos y su temperamento, los manifestó sin complejos ni miedos, pero no le valieron de nada ya que la sociedad no la dejó que se desarrollara ni que compartiera su saber. Como bien dice la historiadora María Teresa Fleitas-Monar, fue perseguida y acorralada por una mentalidad prejuiciosa que no le perdonó su sueño de volar”.

Sus triunfos

Baldomera Fuentes Segura “fue capaz de ir construyendo su identidad femenina por los intersticios de los caminos que anduvo como mujer y como maestra”. Fue la primera mujer de Cuba en ejercer como maestra de dibujo en la plantilla oficial en el colegio Nuestra Señora del Carmen en su ciudad natal. A ella también cabe la primicia de fundar en la isla la primera Academia de Dibujo en su casa. Fue profesora de música en escuelas privadas. En 1857 se tituló como Maestra en Educación Primaria, dedicándose a dirigir la Escuela de niños de San Vicente. Y para culminar su inverosímil trayectoria, Baldomera Fuentes Segura es considerada la única miniaturista inventariada y conocida hasta la fecha que tuvo Cuba. ¿Cómo es entonces posible que no se le haya recordado, y que no aparezca en nuestra historia ocupando el lugar que se merece? ¿Cómo es que no se ha enseñado su vida en los colegios? No está en la Enciclopedia de Cuba, ni en Cuba en la Mano, ni tampoco aparece en la enjundiosa Historia de la Nación Cubana. Solo la mencionan cinco o seis historiadores a lo largo de cien años. Da pena.

Su muerte

En 1876 realizó su último testamento donde declaraba estar “enferma en cama, pero en plenas facultades mentales y deja sus escasos bienes a algunas ahijadas, su comadre y sus dos esclavas, otorgándoles a estas la libertad de toda servidumbre luego de su defunción”. El 13 de septiembre de 1876, a los 69 años, Baldomera Fuentes Segura falleció. Esta osada mujer se atrevió a enfrentarse a aquella sociedad que la rechazó por no seguir las reglas. Confrontó a los gobernantes y a la iglesia Católica, y a toda costa logró mantener su identidad y sus derechos como ciudadana y como mujer. Defendió su autonomía y dignidad personal y profesional frente a ataques que pretendían desprestigiarla. Y aunque se destacó en la pintura, la sociedad escamoteó su libertad como creadora, obligándola a realizarse solo a través del magisterio, y después ni siquiera en eso.

Baldomera tuvo una vida apasionada. Como apunta el restaurador de su obra, Martínez de las Heras:

“esta mujer capaz de cuestionar la autoridad de los hombres, de dirigirse a ellos como iguales con voz crítica, con argumentos bien construidos, abanderada de los ideales liberales y románticos, comprometida con la instrucción del género femenino, moriría en su ciudad natal, pobre y olvidada a los setenta años de edad”.

Lamentablemente, este ha sido el caso de innumerables mujeres cubanas que trataron de desarrollar su labor; de que se oyera su voz; o de que se les publicaran obras en revistas y periódicos. Pero la mayoría fueron ignoradas y olvidadas, muriendo muchas de ellas en la pobreza como ocurrió con Baldomera. Esperemos que esta falta de interés y abandono por nuestras mujeres intelectuales, pintoras, luchadoras, escritoras, y profesionales, no suceda nunca más, y que sean apreciadas y valoradas por sus méritos.

Cuando Cuba vuelva a ser una República libre y democrática, debemos exigir que sus vidas se enseñen en los colegios para que lleguen a ser ejemplo de estudiantes y ciudadanos. Que sean recordadas por las generaciones futuras y no relegadas como lo fue Baldomera Fuentes Segura quien, a pesar de todos sus talentos, de sus afanes y sus logros, quedó encerrada en su propio autorretrato por 150 años.

 

Bibliografía

  • Bacardí, Emilio, Crónicas de Santiago de Cuba, Santiago de Cuba, tomo 3, 1908.
  • Bermúdez, J., De Gutenberg a Landaluze, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990.
  • Carpentier, Alejo, La música en Cuba, Letras cubanas, La Habana 1979.
  • Delmés, Louis François, “El cartógrafo francés de Santiago de Cuba”, Universidad Montesquieu, Burdeos, 2005.
  • “El Redactor”, 27 de julio de 1854.
  • Estrada, A., Laureano Fuentes Matons: las artes en Santiago de Cuba. Estudio de un libro, su autor y la órbita de ambos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981.
  • Fleitas-Monnar, Teresa, Baldomera Fuentes Segura una artista y su destino “revista Santiago 140, mayo-agosto, 2016.
  • Franklin, Sarah L., Women and Slavery, Rochester Studies in African History and the Diaspora Series Vol. Num. 54, University of Rochester Press, junio 2012.
  • Fuentes Matons, Laureano, Las artes en Santiago de Cuba, La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1981.
  • Henríquez Ureña, P., “La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo”, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana del Instituto de Filología, Universidad de Buenos Aires, 1936.
  • Hierrezuelo Planas, María Cristina, “Tras la huella de Baldomera Fuentes Segura”, Maestro y Sociedad, 5, 2003.
  • Martínez Lanzas, Eloy, “Abanderada de los ideales liberales y románticos en Cuba”, 1 mayo 2010, https://colecciondeminiaturas.blogspot.com/2010/05/baldomera-fuentes-y-segura-1807.html
  • Orozco, María Elena, “Génesis de una ciudad del Caribe, Santiago de Cuba en el umbral de la modernidad”, Santiago de Cuba, Ediciones Alqueza, 2008.
  • Provencio Garrigós, Lucía, Construyendo identidades desde la excepcionalidad mujer, divorciada y maestra en Santiago de Cuba, siglo XIX, Revista de Indias, Vol. 68, N 243, 2008.
  • Ruiz Miyares, R., “Para una historia de las artes visuales en Santiago de Cuba”, Santiago de Cuba: Cátedra de Estudios Afrocaribeños Rómulo Lachatañeré. Centro Cultural Africano Fernando Ortiz, 2009.

 

 

 


  • Teresa Fernández soneira (la Habana, 1947).
    Investigadora e historiadora.
    Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
    Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
    Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
  • Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
  • Reside en Miami, Florida.
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