Cuba sobrevive, agónicamente, a la etapa terminal de un régimen que ha sumido al país en una situación crítica multifacética: la crisis estructural del modelo económico que no funciona, la crisis política de un sistema al que solo le queda resistir mediante la represión, la crisis migratoria que no solo ha privado al país del sector más joven, del segmento laboral más activo y del talento humano más precioso, sino que ha diezmado la población cubana que, además, envejece por la disminución de la natalidad. A todo esto se agrega, transversalmente, la crisis social que ha provocado un empobrecimiento espiritual, moral y material fruto del daño antropológico causado por las seis décadas de totalitarismo en Cuba.
Lo peor es que todas las señales indican que no existe ninguna voluntad política para salir de esta crisis holística. Este tipo de sistema que proviene del viejo totalitarismo estalinista, con rasgos caribeños y caudillistas, al final de su existencia parece una serpiente que se muerde la cola. En efecto, si introduce reformas, aunque leves y cosméticas, comienza a perder poder, y frena por miedo a perderlo. Al decidir mantener el poder, entonces se agrava la crisis por falta de reformas, y por ello, también peligra el poder.
Mientras tanto, pasa el tiempo, se agotan las reservas materiales, morales y espirituales. La paciencia del pueblo tiene un límite. No se puede estirar la “soga” de su resistencia por más tiempo y el peligro de una explosión social aumenta exponencialmente, aunque sea un proceso soterrado que no se ve, pero existe. Hasta un día en que, como si fuera de pronto, que no lo es, estalla. Un enfermo agonizante, con fallo multiorgánico, en su etapa terminal, parece que está dormido. Falso. Está muriendo.
La historia de muchos países con sistemas autoritarios, sean de derecha o de izquierda, nos ofrece antecedentes significativos, que todos los cubanos deberíamos conocer y estudiar para sacar experiencias y lecciones de la historia. Podríamos señalar algunas de esas enseñanzas objetivas y comprobables:
Cuba, es decir, los cubanos, de la Isla y de la Diáspora, debemos echar abajo los mitos que pretenden distraernos, ocultando la agonía del sistema y la probabilidad, cada vez mayor, de que esta etapa termine. No hay agonía sin fin.
Los cubanos tenemos el deber cívico de trabajar incansablemente porque ese final de una etapa y comienzo de lo nuevo sea en paz, sea con la participación de todos, sea justo, sea ordenado de la ley a la ley, y sea el camino que conduzca a la sufrida Cuba hacia la libertad, la responsabilidad, la democracia y el progreso.
Pinar del Río, 10 abril de 2025