Decidir o no decidir, esa es la clave

Foto tomada de internet.

La capacidad de tomar decisiones racionales es una actividad propia de los seres humanos adultos. Los niños no están en la capacidad de tomar decisiones importantes, y dependen de los adultos sobre cuándo y a cuál médico asistir, las vacunas que recibirá, o todas las decisiones diarias de qué comer, cómo vestirse; es decir, prácticamente todas.

Por lo regular somos flexibles al evaluar algunas decisiones que toman los adolescentes, los que, tratando de ganar independencia, en ocasiones se apresuran a tomar decisiones para las que no están preparados, y sobre las cuales no tienen todos los conocimientos necesarios.

Pero para el adulto todo cambia. Existen elementos básicos en el proceso de toma de decisiones de los adultos:

A. Tomar las decisiones que corresponden en cada situación. En ocasiones catalogamos de inmaduros a adultos que no toman las decisiones precisas que se esperan de ellos de acuerdo con su madurez.
B. Comprender por qué es necesario tomar la decisión que procede, cuales son las consecuencias de no tomar una decisión o de tomarla.
C. Buscar toda la información que sea necesaria para tomar una decisión informada y consciente.
D. Hacer lo necesario, dentro de sus posibilidades, para que esa decisión pueda llevarse a buen término.
E. Tomar responsabilidad de la decisión que se tome.

El proceso de tomar decisiones en el campo empresarial es de tal importancia que existen modelos confeccionados por expertos, los que ayudan a analizar los riesgos de la entidad y del entorno, las fortalezas y las oportunidades, y luego de medir todos los factores, entonces se toma una decisión u otra.

Además, una decisión es un proyecto, un sueño, una ilusión, o un acto de fe. Una pareja se siente atraída, enamorada, ilusionada; la decisión de un casamiento es llevar la relación a otro nivel, con el objetivo supremo de crear una familia. Un joven puede sentirse muy motivado a elegir una universidad dada y una carrera, y cuando toma la decisión tiene el proyecto de convertirse en un profesional, ya sea un ingeniero, un médico, un investigador… Si una empresa decide aprobar cierta compaña de imagen y un presupuesto para la misma, espera obtener resultados concretos en venta, influencia y crecimiento.

En el caso de los que crecimos y vivimos en Cuba en los últimos sesenta y cinco años, tuvimos condicionamientos para casi todas las decisiones importantes, e incluso, de las más básicas.

En casi todos los países del mundo una familia decide qué comprar para alimentarse de acuerdo con sus ingresos y condiciones. En Cuba crecimos velando qué nos “tocaba”, tanto para alimentarnos como para vestirnos. Se decía que no era una libreta de racionamiento, sino que era una libreta de distribución, pero lo cierto es que, por muchísimos años, el único lugar para comprar alimentos eran las bodegas habilitadas por el Estado.

Las decisiones de acceso a algunas carreras, incluso el permanecer en la Universidad en cierta época, o el acceso a muchos puestos de trabajo, estaban condicionados a mostrar fidelidad y aprobación de las políticas y decisiones del Estado. El ser promovido, las capacidades de desarrollo, el acceso a medios… todo ha estado condicionado.

En la sociedad cubana el criticar u oponerse a políticas oficiales era algo con consecuencias negativas para el que lo hiciera sin tener absolutamente ninguna defensa. Era un motivo de alabanza el criticar a los Estados Unidos, a Europa, o acualquiera que no fuera el gobierno. Todavía, desgraciadamente, sigue siendo así.

Las decisiones importantes del Estado siempre estuvieron en manos de un partido único sin que los ciudadanos tuvieran ninguna posibilidad de oponerse: destruir los centrales azucareros, represar las aguas en exceso, acabar con el ecosistema del Mariel o de Cayo Coco, envío de tropas a Angola, no invertir en el sistema eléctrico, no pagar la deuda externa… todo ha sido una decisión del partido único que ha estado en el poder.

Durante sesenta y cinco años el partido gobernante ha aplastado la voluntad del pueblo cubano y su capacidad de decidir. Los condicionamientos y las regulaciones se han convertido en correas y cadenas que han amordazado a los ciudadanos dejándolos sin la habilidad de tomar decisiones por sí mismos. Tal vez ese sea uno de los factores que explicarían el por qué los ciudadanos cubanos aguantan más allá de toda lógica normal.

Pero los ciudadanos cubanos no pueden escapar del resultado de las malas decisiones del Estado, las que han deteriorado sus niveles de vida y los ha lanzado a la miseria absoluta. Esos ciudadanos se encuentran ahora con una tarea monumental: necesitan tomar una decisión. Pero los ciudadanos no están acostumbrados a tomar una decisión, ni siquiera comprenden que deben tomar una decisión: qué apoyar y qué no apoyar, qué les conviene, y qué no. Muchos incluso no están conscientes que les corresponde a ellos decidir sus destinos.

Los ciudadanos que no están dispuestos a tomar decisiones deben entender que estarán a merced de una consecuencia peor: otros tomarán las decisiones por ellos. No soluciona nada la frase “la política es cochina”. Los países más prósperos son aquellos en los que los ciudadanos comprenden la importancia de tomar decisiones, expresarlas y defenderlas.

Opino que vale la pena el proyecto de un país próspero, de un pueblo alegre, de jóvenes motivados u activos, de una sociedad con ciudadanos sanos. En mi opinión, el primer paso es seguir el esquema: comprender que es necesario tomar una decisión, analizar el por qué es necesario tomar la decisión de cambiar la situación actual,analizar todos los elementos necesarios, y finalmente tomar una decisión. Debe ser una decisión racional, pensada, evaluada en todos sus aspectos. Es una decisión que le corresponde a cada ciudadano, y mientras más lo hagan, mejor. Solo en ese punto estaremos realmente listos para pasar al siguiente punto: el quién, el cómo y el cuándo.

 


  • Estela Teresita Delgado Rosales (La Habana, 1956).
    Graduada como traductora e interprete en la Universidad de La Habana en 1984.
    Graduada del Klessheim Institute de Austria en la especialidad de Turismo.
    Autora de tres libros: Almas escondidas, 2009, La revolución de Castro al desnudo, 2023 (segunda edición) y Crónica de un aldabonazo, 2024.
  • Reside en Miami.
Scroll al inicio