El 29 de enero de 1993, en medio de la terrible situación que atravesaba Cuba, y que se llamó eufemísticamente, “Período Especial”, fue fundado el Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) de la Diócesis de Pinar del Río. Hace 32 años de aquella obra que fue para muchos un umbral de esperanza y un taller permanente de educación ciudadana.
Por el Centro Cívico, como casi todos le llamaban, pasaron miles de ciudadanos, de todas las creencias o de ninguna, de varias opciones políticas y filosóficas, ávidos de comenzar a vivir en pequeño lo que esperamos será un escenario futuro pleno, de libertad y democracia para el país. Con una dinámica de “animadores” y grupos de trabajo, fueron impartidos más de una docena de cursos de ética y cívica y fueron creados, articulados y nutridos con tareas específicas, con sus respectivos boletines como órganos de difusión: el grupo de educadores, el grupo de economistas, el grupo de computación y la consultoría familiar, jurídica y sicológica.
Además, el Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba que Convivencia retomó hace 10 años, tuvo su inicio allí, en el seno de una institución pinareña que juntaba a cubanos de toda la Isla para prever y proyectar el futuro de la Nación, por sectores, ¡desde aquella época! Hace más de 30 años.
Creo que, sin alarde, en la memoria histórica pinareña y nacional, la obra y el alcance del CFCR, aún sigue siendo recordada. A pesar del interés de algunos por silenciarla, a pesar de la amnesia selectiva que a veces acecha a la hora de contar la historia o recoger la memoria, a pesar de que educar para pensar con libertad y responsabilidad sigue siendo mal visto, a día de hoy, en las sociedades totalitarias.
Sin embargo, aunque el CFCR fuera cerrado el 21 de marzo de 2007, con todas sus bondades para la persona y la sociedad, recordar un año más el aniversario de su fundación, no me provoca nostalgias, sino me ratifica en la idea del valor que tuvo una institución en momentos tan críticos como aquellos, contra viento y marea, para demostrar la primacía de la persona humana y la importancia de la educación en los procesos de emancipación de los pueblos. También, podemos decir, que fue el germen del actual Centro de Estudios Convivencia (CEC), que retomó los cursos de formación, los adaptó a las nuevas realidades y los convirtió en “Manual de Ética y Cívica” para profesores y alumnos en un libro de Ediciones Convivencia; así como prosiguió el Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba, que se amplió en temáticas y en participación de cubanos de la Isla y de la Diáspora, produciendo informes de políticas públicas para el corto, mediano y largo plazo en la Isla.
Como dice un buen amigo, si las obras son de Dios, es decir, son del bien, nunca mueren. Y aquí estamos, los miembros del CEC, no para dar continuidad, porque creemos que somos lo mismo, solo que con servicios ampliados y con las nuevas oportunidades que nos presenta el cambio de época, sino para validar que la educación ciudadana es el camino más directo hacia una sociedad de hombres y mujeres de bien, comprometidos con su país, su vida y su destino.
En el 32 aniversario del CFCR, nos reafirmamos en nuestra misión de Convivencia, que tuvo allí, de 1993 hasta 2007, sus primeros pasos, y ahora crece, cual familia numerosa, para consolidarse como: “un espacio plural e incluyente, independiente, no partidista y no lucrativo, de la sociedad civil cubana, que trata de inspirar, crear y difundir, ideas y soluciones a través de sus estudios de prospección estratégica y de iniciativas de formación ética y cívica”.
Que todos los que bebimos de la savia del CFCR contribuyamos a la memoria histórica con nuestro testimonio que es más que contar anécdotas; es transmitir los valores aprendidos y multiplicar los conocimientos. Es ser, como se fomentaba en el Centro Cívico: “animador de animadores”.
Que las dinámicas del CFCR antes, y del CEC ahora, nutran el desempeño de una verdadera comunidad educativa.
Que iniciativas como estas contribuyan al aumento de la conciencia ciudadana, que se traduce en compromiso permanente con el mejoramiento de la nación.
Que así sea.