El pasado 21 de enero de 2025 he recibido el grado académico de Doctor en Humanidades: Historia, Filosofía y Estética, por la Universidad Francisco de Vitoria en Madrid. Durante 4 años estuve estudiando en el programa de Filosofía, especialmente en la línea de investigación llamada «Antropología para la formación integral».
Este proceso comenzó en 2018 cuando tres miembros del Centro de Estudios Convivencia recibimos becas de esta universidad católica para hacer un Máster en Ciencias Sociales que pudimos terminar exitosamente el 24 de junio de 2019. Para concluir la maestría escogí un tema; el daño antropológico en Cuba, sobre el que venía estudiando y escribiendo desde noviembre de 1994 cuando lo abordé, por primera vez, en la II Semana Social Católica como parte de mi ponencia titulada: “Reconstruir la Sociedad Civil: un proyecto para Cuba”. El trabajo de fin de máster resumía su objetivo, que era definir el daño antropológico e identificar sus causas y consecuencias. Una de mis recomendaciones al finalizar aquella tesina fue continuar el trabajo buscando propuestas y proyectos para la sanación del daño antropológico.
Al obtener la beca del doctorado propuse el tema: “Fundamentos antropológicos filosóficos en la obra de José Martí: un proyecto humanista para la sanación del daño antropológico y la reconstrucción de Cuba”. Este tema fue aceptado por la Comisión académica y, luego de un largo camino de cuatro años, he podido defender mi tesis y ser investido con el más alto grado académico.
¿Coincidencias o providencias?
Como creyente he percibido algunas coincidencias que estoy seguro de que son providencias de Dios:
- Al fijarse la fecha de la defensa de mi tesis y de la Investidura me puse a sacar cuentas y recordé que hace 45 años me negaron, por ser católico, el poder entrar en la docencia, aunque mi Boleta de Ubicación Laboral decía Ministerio de Educación Superior. Y hace 40 años me negaron entrar el camino del doctorado negándomelo por ser católico. Cuatro décadas después he logrado, con la ayuda de Dios y de muchos, obtener este grado en una universidad católica. El título tiene Mención Internacional.
- El día 21 de enero de 1998 llegaba a Cuba el Papa San Juan Pablo II, visita histórica en la que participé activamente. Ese día el Pontífice sobrevolaba mi diócesis enviando desde el avión un telegrama, que hoy está esculpido en mármol en la fachada de la Catedral de Pinar del Río. He recordado muy especialmente una parte esencial de ese mensaje:
“Al sobrevolar el territorio de esa amada diócesis de Pinar del Río, antes de llegar a La Habana para iniciar mi viaje apostólico a Cuba, me complace dirigir un cordial saludo a los hijos e hijas de esa región occidental de la nación, cuyos atractivos naturales evocan aquella otra riqueza que son los valores espirituales que les han distinguido y que están llamados a conservar y transmitir a las generaciones futuras para el bien y el progreso de la patria… Evocando la fiel entrega de los católicos, que en torno a su obispo son imagen viva de la iglesia, les animo a perseverar en su opción de fe, su esperanza viva y su caridad solícita”. (21 enero 1998)
- En la ceremonia de investidura del Doctorado se incluye un triple juramento con la mano derecha sobre la Biblia. Se jura: fidelidad “a la búsqueda y difusión de la Verdad y el Bien”; “mantener vivió el espíritu de la institución universitaria”; y “ejercer el don recibido procurando el desarrollo pleno de todos los discípulos y contribuyendo con ello el bien común”. Pedí a las autoridades académica poder hacer mi juramento poniendo la mano sobre la Biblia que me regaló el propio san Juan Pablo II durante la misa que celebró el domingo 25 de enero de 1998, hace 27 años, en la Plaza Cívica “José Martí” de La Habana. Así fue.
La foto que ilustra esta columna guarda para siempre la unión de dos jalones importantes en mi vida: aquella distinción del santo pontífice de obsequiarme una Biblia en plena plaza, y el doctorado que pude aceptar y jurar sobre esas mismas Sagradas Escrituras. A este juramento siguió la acogida y entrega de la medalla doctoral con las siguientes palabras: “Puesto que ha jurado ser miembro fiel de nuestro Claustro, os entregamos la medalla del Colegio de Doctores de esta Universidad y el abrazo fraterno por el cual os reconocemos hermano y colega”.
Como creo que nuestras historias personales y comunitarias se imbrican en la Historia de la Salvación que Dios, a pesar de nuestros pecados y limitaciones, tiene preparada para cada persona, doy gracias a Dios por estas “providencias” que, junto con otras muchas, son signos de las delicadezas con que Dios, único Señor de la Historia, va tejiendo el itinerario de nuestras vidas.
Mi Acción de Gracias a todos
Como nada de esto se puede alcanzar solo, sino con la ayuda de muchos que nos han acompañado en este camino, he incluido en mis agradecimientos, en la Tesis, el siguiente texto de gratitud:
Agradezco, en primer lugar, a Dios, que me ha dado la vida, la salud, la fe cristiana, que me han permitido perseverar en el estudio y cumplir, cuarenta años después, el propósito de alcanzar el más alto grado académico que entonces me fue negado por creer en Dios y practicar mi religión.
A mi familia, mis padres que me transmitieron la fe, la primera educación y la reciedumbre en los empeños; a mis queridos tres hijos: Daguito, Javier y Ana Isabel, que me han dado su cariño incondicional, que me han acompañado y apoyado en todos los aspectos de mi vida personal, social religiosa y en todos mis estudios y en los proyectos que he fundado. A mis nietos que son mi alegría y mi esperanza. A mis primas, Neyda y Nercy Ferro Valdés y Teresita Vivó, porque me han abierto desde siempre su corazón, y su casa, y me han apoyado en todos mis proyectos y estudios.
A la Iglesia Católica en Cuba, especialmente al Obispo José Siro, a los sacerdotes que me acompañaron y formaron, a las religiosas Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl, a mis catequistas y a todos los laicos comprometidos con Cuba y su Iglesia que me han dado su apoyo y amistad.
A Yoandy Izquierdo, quien, como un hijo, un amigo entrañable y mi más fiel y laborioso colaborador, ha estado siempre a mi lado para brindarme su acompañamiento, sostén e incansable apoyo. Ha sido mi compañero de ruta y mi auxilio en este empeño y en todos los demás. Y a Lucía Toledo, quien ha sido para mí una hermana fiel, valiente y solícita.
A nuestros hermanos, amigos y firme apoyo en todos los sentidos y circunstancias, por su incomparable generosidad: Lázaro Ortiz, Elena Arnáiz, Amaya Altuna y Rafael (Warry) Sánchez, Santiago Morales y Oscar Santiago, Nacho y Alcira.
Al Prof. Dr. José Ángel Agejas, quien ha sido el Director y Tutor de mi Tesis Doctoral.
Al Prof. Dr. Javier Cervera, coordinador del Doctorado en Humanidades: Historia, Filosofía y Estética.
Al Prof. Dr. Florentino Portero, quien me abrió las puertas de la UFV en el Máster de Acción Política en 2018. También mi gratitud a Yaxis Dayán Sires y Elena Larrinaga que apoyaron en la entrada a la UFV.
A la Prof. Dra. Cecilia Font, quien ha sido, en el Máster, en el Centro España-Cuba Félix Varela, y ahora en el Doctorado, un ángel de la guarda para nosotros los cubanos en la UFV.
Al Prof. Dr. Rafael Rubio, catedrático de la Universidad Complutense, tutor de mi tesis de Maestría, por su larga amistad, su apoyo incondicional y su amor a Cuba.
Al Dr. Nazario Vivero, hermano y amigo en la fe y el amor a Cuba y a la Iglesia, que me ha acompañado, asesorado y hecho una de las revisiones más completas de mi Tesis Doctoral.
Al Dr. Luciano Borg, agustino, quien fue mi tutor en la estancia doctoral, que todo el tiempo me ha brindado su total apoyo y ha hecho otra valiosa revisión de mi tesis y por su acogida en el Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela de La Habana, junto con el Presidente Yasmany Pérez y el P. Yosvany Carvajal y a Daniel Cartaya, por su lectura crítica que me ayudó a perfilar la definición de daño antropológico.
A la Hna. Olimpia González, teresiana, que hizo la primera revisión gramatical, ortográfica y formal de mi Tesis. Por su amistad, oraciones y trabajo en el equipo del Centro de Estudios Convivencia. Y a los demás miembros del equipo de Convivencia: Armando Chaguaceda, Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta, Elaine Acosta, Néstor Pérez.
Al generoso equipo que trabajó conmigo en la búsqueda bibliográfica utilizando el programa Atlas.ti: Prof. Dr. Leduan Ramírez, Yoandy Izquierdo, Lina Becerra, Manuel Piloto, Manolín Piloto, Jr., Elaine Espinosa, William Chávez, Jeannet Díaz y Rayko Díaz.
A los que me aportaron bibliografías y valiosas opiniones: Prof. Maykel Aledo, P. José Vicente López, Prof. Dr. Ángel Sánchez-Plasencia, Prof. Dr. Raisiel Damián Rodríguez, Dr. Sergio L. Cabarrouy, Juan Manuel Salvat (+), Teresa Fernández Soneira, Iraida Iturralde, Néstor Carbonell, Fidel Gómez Güell. Y a Francisco Rodríguez y Otilia Mariña, por sus impecables traducciones.
A Luis y Marianela, los amigos de la tertulia sabatina, y al Grupo de Padres de mi parroquia, por su ánimo, apoyo y paciencia.
A todos los que, de tan variadas formas, me animaron y acompañaron en este camino.
Quiero terminar diciendo que soy la misma persona con toda mi historia de logros y sacrificios: soy el yagüero y el doctor, soy el ingeniero y el máster en ciencias sociales, soy el cubano y el cristiano, que lucha cada día por mantener unido en un solo corazón y una sola alma: el amor a Cristo, a Cuba y a su Iglesia.
Quiero resumir en una sola frase el espíritu y el propósito de todos estos esfuerzos:
Estudiar más, para servir mejor.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.