2025: otra oportunidad para el cambio

Yoandy Izquierdo Toledo

Jueves de Yoandy

Comienza el año 2025 y los mensajes de felicitación, cuando se trata de felicitar a los cubanos, intentan ser originales, pero a veces no lo logran. Que si feliz año nuevo, y saltan los que dicen que todo estará peor. Que si próspero, y hay quien hace el análisis económico del anterior y, con razón, piensa en los efectos de la centralización económica, la mala gestión, el alza de los precios, la inflación, los bajos salarios, la falta de liquidez y otras deformaciones fácilmente trasladadas de un año calendario al otro. Ante esa realidad, ser original en un mensaje de felicitación, enviar unas letras que produzcan alegría, puede costar un poco; pero sin utopías, con los pies bien puestos en la tierra, aquí y ahora, podríamos apelar a la esperanza para que nos anime en este 2025 en el camino de la libertad, la justicia y la paz.

Para la Iglesia Católica el año 2025 es un año jubilar, que en pocas palabras se resume como año de gracia y reconciliación. Entre otros significados particulares, nos encontramos ante un año donde se nos convoca a la renovación espiritual. Aprovechemos este tiempo para caminar con júbilo y realismo hacia la búsqueda de mejores condiciones humanas que dignifiquen la vida del cubano y lo eleven en su condición de persona, que tiene la primacía sobre todas las cosas.

 

En el Mensaje de Su Santidad Francisco para la LVIII Jornada Mundial de la Paz se mencionan algunos puntos que me gustaría compartir en esta primera columna del año 2025:

 

1. El Papa habla de mantenernos alertas ante el grito de la humanidad amenazada por disímiles razones que no edifican el alma de los pueblos, sino que lesionan su espiritualidad, limitan las relaciones humanas y destruyen las instituciones que articulan la vida en sociedad. Entroncando con el escenario que nos presenta 2025, Francisco refiere que “el Jubileo es un evento que nos impulsa a buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra”. Por tanto, ocasión propicia para que respondamos puntual y efectivamente al “grito de auxilio” de las naciones y de su gente, eliminando las “estructuras de pecado” de las que habla San Juan Pablo II en su encíclica sobre la “Preocupación social” en 1987. Aquí se refiere a las injusticias cometidas por unos y secundadas por otros tantos a causa de estructuras económicas, políticas y sociales injustas y opresoras.

 

2. En una convocatoria abierta a la escucha de ese grito de la humanidad amenazada, expresa que debemos estar alertas “para que todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios”. Es aquí donde depende de cada uno de nosotros, de la sociedad civil organizada, de los índices de gobernabilidad y gobernanza, que tengan lugar los necesarios y urgentes “cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero”. No habla el Papa de soluciones cosméticas ni de promesas incumplidas como desgraciadamente conoce el pueblo cubano. Ir a la raíz del problema será, en el caso de Cuba y en todo caso, la solución definitiva al mal de fondo. Como sucede cuando solicitamos el sacramento del perdón: primero hacemos un examen de conciencia, luego confesamos y, finalmente hacemos un firme propósito de enmienda. Solo así, partiendo del reconocimiento y comprometiéndonos con el cambio, puede tener lugar una conversión verdadera.

 

3. Refiriéndose a los cambios, Francisco recuerda la “responsabilidad compartida y diversificada”; es decir, hace referencia explícita a la diversidad de roles en la sociedad para que todos y cada uno de nosotros ponga sus dones y carismas al servicio del bien común, e insiste en un profundo “cambio cultural y estructural”. Así como son de profundas las lesiones de los sistemas autoritarios que han desplazado la libertad y dignidad humana a planos insospechados.

 

4. Los peregrinos de la esperanza, como dice el lema del Año Jubilar 2025, estamos llamados a ejercer “un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad”. Es decir, fomentar la cultura de la vida, que se ve afectada por la diversidad de fenómenos contemporáneos, unos que acaban directamente con ella como el aborto y la pena de muerte, y otros que afectan la calidad de vida como la pobreza, la desigualdad y las migraciones en busca de mejor futuro, forzados por las condiciones de vida inhumanas en los países de origen. El Papa hace un llamado muy especial para que sea abolida, para siempre y en todos los países, la pena de muerte.

 

5. Por último, el Pontífice invita a cultivar “un corazón que supere el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo”. Los cubanos, desgraciadamente, vivimos entre la desidia y la desesperanza y, aunque no tengamos guerras con armamento militar y bombas, debemos repetirnos que “la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”. Dejar de ver odio en la persona del otro, fomentar el diálogo como principio para la paz, respetar la diversidad no de dientes para afuera, sino en el ejercicio diario de la pluralidad y la inclusión, complementan la meta de la paz verdadera.

 

El deseo de un feliz y próspero año nuevo 2025 quisiera unirlo, en esta ocasión, al deseo de libertad del pueblo cubano que, sin ser de conocimiento de muchos la explicación del año jubilar, ha puesto sus esperanzas en que los próximos 365 días sean definitivos para alcanzar un futuro luminoso aquí, en la tierra que nos vio nacer.

 

¡Ánimo! Pero no como una frase hecha, sino comprometidos hasta la médula con la parte que nos toca en ese paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.

 

¡Que el 2025 sea un año nuevo, de verdad, para Cuba!

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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