Hace pocos días el equipo de realización de la revista sociocultural Convivencia publicó su edición número 100. Muchas han sido las felicitaciones que hemos recibido desde distintas partes del mundo, razones que multiplican el compromiso de seguir aportando al debate civilizado y propositivo desde la sociedad civil en Cuba.

Más allá de las felicitaciones, que alegran nuestros días y dan idea de la grande y diversa comunidad que se ha formado por más de 17 años, me gustaría comentar algunas de las claves para, aún viviendo bajo un sistema totalitario, creer en lo que se hace desde la base, por muy pequeño e insignificante que parezca.

Quienes hemos dedicado nuestros esfuerzos a los medios de comunicación alternativos sabemos el costo de la sistematicidad. Mantener una publicación independiente en Cuba se encuentra por el camino con los más diversos obstáculos que supone, en primer lugar, la censura por la propia generación de contenidos discrepantes con la narrativa oficial, ya que no existe una ley de asociaciones ni una adecuada ley de medios que contemple a la prensa independiente.

Por otro lado, podemos hablar de una larga lista de vicisitudes que incluyen: la búsqueda de fuentes y autores, la conexión a internet, el espacio físico para las reuniones, los recursos materiales, entre otros. Todo esto sin mencionar el agobio y las crecientes necesidades de la vida cotidiana que implican luchar como se pueda para subsistir.

Si una publicación logra superar todos esos factores adversos, es gracias al empeño mancomunado del equipo compuesto por realizadores y colaboradores. Todos ellos, sin descuidar la obra, reconocen aquello que representa un desafío y buscan una salida viable, sin sacrificar el producto final.

La sistematicidad, entendida, en este caso, como el mantenimiento de la periodicidad de la publicación, sin fallar a los plazos establecidos al principio de su creación, es uno de los fundamentos que otorga seriedad a un proyecto. Convivencia ha logrado esta sistematicidad por más de 17 años sin fallar una y sin llegar tarde a la cita con los lectores. No ha sido fácil.

La coherencia, tan escasa en los diversos escenarios del desempeño humano, es otra de las fortalezas de los medios de comunicación. En el caso particular de la revista Convivencia que ha durado todo ese tiempo, podemos decir que coherencia significa tener las ideas claras y ordenadas para producir textos eficientes, apegados a la realidad, con contenido edificante y no solo producir diagnósticos sin proponer soluciones desde el estatus o nivel que nos corresponde.

La coherencia puede ser entendida más claramente a través del perfil editorial que establece la orientación o el enfoque permanente de los textos publicados en la revista. Es decir, se trata de una pauta a seguir donde quedan recogidos no solo los aspectos que definen la visión, la misión y los objetivos del medio de comunicación, sino que se intenta resolver, con el establecimiento de una norma, todos aquellos dilemas éticos que se presenten.

¿Cuáles en este caso? Pues, la aprobación o no de un texto porque es un “refrito” de otra publicación, el plagio, el uso de imágenes o textos sin referir los autores, la violación de la periodicidad acordada, el continuo cambio del equipo de realización, el lenguaje irrespetuoso a través de ataques a personas o instituciones en los textos publicados, desechar los textos por falta de veracidad en los planteamientos, los daños a terceros, la revelación de las fuentes en caso de que pidan conservar el anonimato y una larga lista que se regula con el perfil editorial que, a su vez, genera identidad y le pone sello a todo proyecto. Convivencia ha demostrado haber sido fiel al perfil editorial que se propusieron sus fundadores.

La coherencia es la que permite ser fiel durante todo el camino editorial, respetar a todos los colaboradores aún cuando un texto es rechazado y mantenerse a pesar del vendaval porque no respondemos a ideologías o voluntades extranjeras, sino al compromiso con Cristo, con Cuba y con el lector, basados en la búsqueda incesante del bien, de la verdad y de la belleza.

Por último, me gustaría hablar de un tercer elemento que da vida a todo medio de comunicación. Me refiero a la autonomía, es decir, lo que puede ser recogido como independencia mediática. Esto significa que sobre un medio de comunicación no existe otro control o influencia de institución o individuos, que no sea su equipo de editores, que es la fortaleza de la unidad en la diversidad de todos los dones y carismas de sus miembros.

Esta independencia da una idea de la capacidad de la revista de tomar decisiones y actuar en coherencia con su perfil editorial. A su vez, permite distinguirnos de las estrategias comunicacionales de los medios estatales que pueden responder a instituciones, ideologías, agendas políticas o programas de partidos políticos.

La independencia posibilita acceso a la pluralidad de voces, capacidad para discernir con libertad entre varias opciones y generación de contenidos originales con la responsabilidad y la calidad que otorga el compromiso asumido en el perfil editorial.

Estos primeros 100 números de Convivencia, a la vez que han transitado por escenarios adversos, que comprenden el concepto cada vez más amplio y a menudo ambiguo de la seguridad nacional, leyes que limitan de manera indebida el derecho humano a la libre expresión en línea, el bloqueo de sitios web y otros sucesos relacionados con el sector de los medios de comunicación, han demostrado que la libertad de expresión es un derecho fundamental para vivir en una sociedad justa, abierta, civilizada, próspera y feliz.