Casi sin darnos cuenta la humanidad ha entrado en una nueva etapa de su historia: le llaman la “era digital”, lo que significa que hemos entrado en el tiempo de la Internet, y en el que las ya no tan nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones están marcando la vida en todas sus facetas: privada, familiar, escolar, laboral, académica, política, económica, social, religiosa e internacional.
Con la Internet el mundo se ha convertido en una aldea global. Un simple ciudadano puede comunicarse, opinar, investigar, reportar e influir en todas las esferas de la existencia humana. Nunca el mundo ha estado tan interconectado, tan participativo, tan democrático.
También hay que decir que esta “era digital” tiene sus propios peligros y desviaciones, como los han tenido todos los adelantos científicos, filosóficos y religiosos de la historia de la humanidad. Todo lo humano puede ser ambiguo. Todo tiene su lado flaco. La era de la rueda, la de la electricidad, la del automóvil, la de la aviación, la era de los vuelos espaciales, todas han tenido sus riesgos y mala utilización. Nada de esos adelantos se han detenido por ser mal usados, por conllevar peligros o, incluso, por los accidentes que han costado la vida de sus protagonistas. Tampoco la era digital está exenta del mal uso, de las “fake news” o falsas noticias, de las manipulaciones de la opinión pública, entre otras muchas perversiones y excesos. Pero ese es tema para otro texto.
La vida en la mentira y la Internet
Hoy quisiera, a la luz de acontecimientos recientes, tratar solo una arista, por cierto, creo que una de las más importantes y decisivas relacionadas con la era digital: se trata del impacto de la Internet, las redes sociales y la prensa ciudadana en las sociedades en que se ha impuesto un régimen de vida en la mentira.
En efecto, desde los especialistas en temas de las comunicaciones hasta los ciudadanos, simples usuarios de Internet, reconocen que este mundo ya no es igual. Algo ha cambiado rotundamente, las noticias, los medios de comunicación, las formas de comunicarse los ciudadanos a nivel local, nacional e internacional, han adquirido dimensiones insospechadas.
Se acabó la época de la sociedad opaca, hemos amanecido a la transparencia universal, aunque solo sea el amanecer y aún queden sombras de la noche de la incomunicación. Llega a su fin la época en que los grandes medios de comunicación, televisión, prensa escrita, radio y correos tradicionales eran la forma común de conocer lo que acontecía, eran controlados por unos pocos y eran usados para imponer a las masas incomunicadas la vida en la mentira.
La noche en que “el pueblo”, lo que se llamaba “la gente”, solo recibía las noticias que los poderosos les permitían, o les manipulaban, o les censuraban, ha caído por su base. Nunca mejor dicho, literalmente, por las bases, porque el Internet, las redes sociales y el periodismo independiente, le ha socavado los pies de barro a los gigantes del autoritarismo, los totalitarismos y los populismos. El Internet ha hecho trizas a todas las hegemonías, de un lado y del otro, en todas las latitudes de este mundo.
La vida en la mentira ha quedado expuesta a la luz de la verdad. Cada ciudadano puede ser un reportero de guerra, un cronista de la verdad a nivel de la base que es donde se vive la realidad y donde la mentira se cebaba, hasta un día, en que en un solo aparatico, los adelantos tecnológicos se insertaron todos juntos: las cámaras de video fuera de los estudios de la televisión, las cámaras fotográficas en manos de reporteros omnipresentes, las grabaciones de audio fuera de las cadenas de radio, las formas inmediatas de transmisión de todo lo anterior sin necesidad de acudir a estaciones de radio, de televisión, o a una central o cabina telefónica, sin tener que encontrar a un periodista que fuera condescendiente y reflejara la realidad en su medio si lograba pasar por su jefe de redacción y por el censor.
Todo lo que hacían varias personas con medios de trabajo enormes y complejos, ahora lo hacen los más sencillos ciudadanos con un solo aparatico: su celular; y un solo medio universal de comunicación: la Internet. Eso ha cambiado la correlación de fuerzas sin tener ejército de periodistas, ni ejército de armas, ni de nada. Es el ciudadano, pacíficamente, quien vive, testimonia, graba, comenta y comunica la verdad que ha experimentado. Por tanto, el andamiaje de la vida en la mentira ha quedado desarmado, desnudo, expuesto y vencido.
La verdad ya no viene por una sola vía, ni viene empaquetada en un combo ideológico, ni es patrimonio de unos pocos. La verdad ahora, gracias a la Internet, viene plural, a veces tumultuosa, a veces contaminada con medias verdades o mentiras, a veces acompañada de noticias falsas, pero ya nunca más será la verdad única como propiedad de unos pocos que hacían con ella un instrumento de las ideologías o de los intereses económicos, o sencillamente la ocultaban para poder dominar a la opinión pública y a la masa desinformada. Ese tiempo se acabó. Y no fue una guerra, ni un castigo, ni la violencia, sino una red de computadores interconectadas y sus internautas quienes acabaron con ese monopolio de la supuesta verdad hecha mentira o de la mentira elevada al rango de verdad. Eso se acabó, y se acabó para siempre.
Claro que dependerá ahora de la formación ética y cívica de cada ciudadano, de su capacidad de discernimiento entre las falsas noticias y la verdad. Dependerá de que consultemos varias fuentes, las comparemos entre sí y saquemos nuestras propias conclusiones. Y dependerá también de aquellos periodistas profesionales que, apegados a los valores y normas de su profesión, utilicen Internet y las redes para desmentir, esclarecer, informar, debatir y buscar la verdad donde quiera que esta viva.
El periodismo profesional ha entrado también en otra era. Pero esta vez tendrá que caminar junto a las personas comunes que ejercen el periodismo ciudadano. Pero como todo proceso, profundo y legítimo, va lento, necesita tiempo y educación, todavía hay periodistas anclados en el pasado, sujetos a una ideología, repetidores de noticias sin triangular, sin investigar de una forma libre e independiente.
Pero lo peor de todo este proceso es que los gestores de la vida en la mentira, cualquiera que fuere su ubicación en el abanico de las ideologías, no han tomado conciencia que el mundo donde la mentira campeaba sin contrincante se acabó. Viven y actúan como si la nueva era digital no existiera. Mienten como si cada ciudadano no fuera un reportero equipado de cámara, micrófono y vías de comunicación con redes mundiales de difusión gratuitas y fácilmente accesibles. Inventan sus historias como si vivieran en el siglo XIX o en el siglo XX. Internet ha creado la soberanía ciudadana a nivel global. Habría que cuidarse de los que la usan mal, pero es inevitable que la luz de la verdad, por fin, se difunda de la manera más libre, rápida, visible y convincente, a partir de lo que vemos, por lo que escuchamos, por la variedad de fuentes confiables que podemos buscar, encontrar y compartir.
Propuestas
- Tomemos conciencia de la soberanía y el poder que cada ciudadano puede ejercer a través de Internet cuando se usa bien, con ética y responsabilidad.
- Cuidémonos del mal uso de la Internet evitando confundir la verdad con las falsas noticias y las manipulaciones mediáticas. Digamos no a la violencia a través de las redes sociales y la Internet. Seamos defensores de la verdad, la bondad, la belleza y siempre la paz en el uso de la Internet y de las redes.
- Aprendamos con educación ética y cívica a discernir, usando la conciencia crítica, lo que es bueno y lo que es malo en Internet y eduquemos a nuestros hijos y nietos a escoger lo bueno y desechar todo aquello que es éticamente inaceptable.
Hemos amanecido a la era digital, incluso antes de que llegue el amanecer de la libertad y muera la vida en la mentira. Pero lo que es seguro es que, aunque algunos pocos no se den por enterado, la vida en la mentira ha encontrado su sepultura en la Internet y las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Y estas son ya el anuncio y la semilla de una nueva etapa en la vida de la humanidad en la que la transparencia, el debate plural, y la búsqueda de la verdad, estarán al alcance de todos.
La era del control total sobre las personas ha terminado. Solo quedan los fantasmas que llevamos dentro y los que aun pululan a nuestro alrededor como sombras.
Pero tengo la convicción de que, al despertar, comprobaremos que ya los fantasmas no existen.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.