Ramón Zambrana, imborrable huella de la medicina cubana

Martes de Dimas

En una sintética representación de insignes médicos cubanos de la época colonial –junto a Tomás Romay, Nicolás Gutiérrez y Juan Carlos Finlay, entre otros muchos–, ocupa un lugar  ese otro grande que dejó una huella imborrable en la ciencia médica: Ramón Zambrana Valdés (1817-1866). Médico, pero también catedrático, filósofo, publicista y poeta, nacido y fallecido en La Habana, comenzó sus primeros estudios en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio en 1830 en la capital de la Isla. Se graduó de bachiller en Artes en la Real y Pontificia Universidad de La Habana en 1836, y allí mismo obtuvo el título de bachiller en Medicina (1939), para luego concluir la licenciatura en dicha carrera (1843). Dos años fue el primer cubano que recibió el título de doctor en Medicina y Cirugía.

Ramón Zambrana, motivado por ser útil a la sociedad, al culminar sus estudios desarrolló una acelerada actividad encaminada a aliviar el padecimiento del prójimo, relegando a segundo plano cualquier beneficio personal. Ejemplos elocuentes de ello fueron su desempeño como maestro, que le ganó considerable prestigio y admiración en su época, y su trabajo infatigable en todo cuanto tuviera que ver con la mejoría de las condiciones sociales.[1]

Fundador, junto a Nicolás Gutiérrez Hernández, de la primera revista médica cubana:  el Repertorio Médico Habanero (1840-1843), desde sus páginas argumentó e impulsó la necesidad de crear la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Su labor en la organización de la mencionada institución fue tal, que a partir de su inauguración fue designado como secretario, y por los servicios prestados en ella mereció el honroso título de Académico de Mérito.

El doctor Zambrana ejerció la docencia en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en el Colegio de San Francisco de Asís, y en la Real y Literaria Universidad de La Habana en las cátedras de Física, Química, Botánica, Higiene, Filosofía, Historia Universal, Literatura y Gramática. Impartió cursos de Filosofía, Patología Médica, Terapéutica y Obstetricia, y fue catedrático de Historia de la Medicina e Higiene Pública, de Medicina Legal y Toxicología. Además de ser un notable maestro y de poseer una vasta erudición, fue el fundador de la escuela cubana en estas dos últimas especialidades científicas. Sus dictámenes médico-legales, informes forenses y ponencias –en importantísimos casos sometidos a la consideración de la Comisión de Medicina Legal e Higiene Pública de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana– le ganaron justo prestigio.[2]

También fundó, amén del Repertorio Médico Habanero, el Repertorio Económico de Medicina, Farmacia y Ciencias Naturales (1848-1851), la cuarta revista médica producida en Cuba en el siglo XIX. Gracias a esa publicación se conoce que en esa fecha ya se practicaba en Cuba la operación de cáncer de mama en la Isla con resultados satisfactorios. Zambrana  escribió varios libros, entre ellos: Obras literarias, filosóficas y científicas (1858), y Soliloquios, Trabajos académicos y Tratado elemental completo de Historia Natural, todas en 1865.  

A su enjundiosa ejecutoria asistencial, docente y científica, se añade su labor literaria y poética. Su primera poesía la dedicó al doctor Govantes, quien le había hecho en su niñez la operación de labio leporino; hecho que lo inspiró desde temprano a ejercer la medicina, pues para él era “una ciencia que enseña al hombre a conocerse a sí mismo y a amar a sus semejantes”[3]. En colaboración con su esposa, la renombrada poetisa Luisa Pérez de Zambrana,[4] dio forma a varios poemas. Algunas de sus composiciones se tradujeron al francés y casi todas recibieron elogios de la crítica.[5] Fue uno de los fundadores de la publicación titulada Flores de Mayo; redactó periódicos literarios como Kaleidoscopio, La Revista del Pueblo y colaboró con la Revista de La Habana, Cuba Literaria y Aguinaldo Habanero.

Zambrana contrajo la tuberculosis, enfermedad que le arrebató la vida el 18 de marzo de 1866, a los 48 años de edad. Enfrascado en su labor y despreocupado de su bienestar material y personal, en los difíciles días de carencia decidió vender su valiosa biblioteca para poder mantener a su familia. Pero sus amigos –es decir, todo el pueblo–  le dieron prueba de cuánto le querían, al ayudarlo a solventar su situación, con lo que la rica biblioteca quedó a salvo. Al morir, su estado de pobreza material era tal, que sus admiradores realizaron una colecta pública para ayudar a los familiares.

Embalsamado el cadáver y vestido con el traje de doctor en Medicina, fue velado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el mismo sitio en que tantas veces animó con la exposición de sus trabajos científicos. En los hombros de sus discípulos y colegas, fue conducido al campo santo, acompañado de una comitiva de cofradías religiosas y representantes de la Academia de Ciencias, el Seminario de San Carlos, la Sociedad Económica, la Universidad y un numeroso grupo en el que estaban representadas todas las clases de la sociedad. También concurrieron el Cónsul de los Estados Unidos de América con varios oficiales de la marina de guerra de esa nación.[6]

Como recuerdo, en el Parque de los Ilustres, conocido popularmente como “Parque de los Cabezones” de la Universidad de La Habana, junto al del Padre Varela y José de la Luz y Caballero, uno de los bustos erigidos es el del doctor Zambrana.

Las cuatro figuras de la medicina expuestas en esta serie (Romay, Gutiérrez, Finlay y Zambrana) son suficientes para demostrar –y desmontar– las ínfulas y mala fe de Fidel Castro, manifestada en el discurso pronunciado por el 30 aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba fundada en 1962,[7] cuando intentando persuadir de la “superioridad” de la medicina revolucionaria, desconoció intencionalmente la historia precedente. En el citado discurso, comentó: “Pero qué era la ciencia, nosotros realmente no lo sabíamos; qué tenía que ser una academia de ciencias, realmente no lo sabíamos”.

La Habana, 17 de mayo de 2024

[1] Ver: http://scielo.sld.cu/pdf/hmc/v5n3/hmc080305.pdf (consultado en febrero 17, 2024).

[2] Ver: https://revcmhabana.sld.cu/index.php/rcmh/article/view/344/html (consultado en febrero 17, 2024).

[3] Ver: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34661999000100011 (consultado en febrero 19, 2024).

[4] Luisa Pérez y Montes de Oca (1837-1922), quien pasó a la historia con el apellido de su esposo. Considerada como una de las mejores poetisas de Cuba e Hispanoamérica.

[5] Ver: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34661999000100011  (consultado en febrero 19, 2024).

[6] Ver: http://scielo.sld.cu/pdf/hmc/v5n3/hmc080305.pdf (consultado en febrero 19, 2024).

[7] Fidel Castro Ruz: discurso pronunciado en el acto central celebrado en la Sociedad Espeleológica de Cuba en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960. http://www.fidelcastro.cu/en/node/2892


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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