El sueño de Martí

Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

Siempre he pensado que la obra de José Martí merece divulgación. No la divulgación culta, sesgada y manipulada; la divulgación clara, exacta y popular.

Por lo general se conocen algunas frases extraídas de contexto y, en muchos casos, deformadas como la siguiente: “el sol tiene manchas, los agradecidos ven las manchas, los desagradecidos la luz”.

La frase no es exactamente así, es:

El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.

Como ven, Martí no niega las manchas del sol y ni tan siquiera dice que los agradecidos no puedan hablar de las manchas; dice que los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Se puede hablar de las manchas, pero hay que observar también la luz.

En ese mismo artículo, Martí, dice que un viajero llegó a Caracas y sin preguntar dónde se comía ni dónde se dormía, preguntó por dónde se iba a la estatua de Bolívar, porque “todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre”. Porque Bolívar luchó por la libertad de todos los pueblos de América y, si no hizo más fue porque el tiempo no le alcanzó para ello.

Pero muchas veces, al hablar de este bello e importante artículo que todos conocimos y, tal vez leímos, de niños, solo mencionamos algunas de sus frases. Martí continúa:

Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar, ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piense, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que lo maltratan, no es un hombre honrado”.

Y un poco después continúa:

Hay hombres que viven contentos, aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas”.

Aquí es donde aparece la frase relativa al sol. 

A veces Martí emplea palabras cuyo significado no es claro para la mayoría de las personas y la culpa no es Martí, es de los que no conocemos nuestro idioma lo suficiente para entender algunas de estas palabras. Decoro se repite con frecuencia en la obra martiana y, para entender el alcance de este y otros escritos martianos, es necesario definir el concepto de esta palabra. Veamos.

Decoro: 1. Honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad. 2. Sinónimos: honor, respeto, dignidad, honra, estimación. 3. Pureza, honestidad, recato. 4. Honra, pundonor, estimación. 5. Nivel mínimo de calidad de vida para que la dignidad de alguien no sufra menoscabo. Su sueldo le permite vivir con decoro.

Vemos que, para definir decoro se emplea otra palabra que aparece mucho en los escritos martianos: dignidad. En la primera acepción de decoro, la RAE lo hace sinónimo de dignidad.

Y Dignidad para la RAE es: 1. Cualidad de digno. 2. Excelencia, realce. 3. Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse. 4. Cargo o empleo honorífico y de autoridad.

Y, si buscamos el significado en el Diccionario panhispánico del español jurídico, que nos aclara los significados de las palabras utilizadas en lenguaje jurídico, encontramos que dignidad se define como:

  1. Cualidad propia de la condición humana de la que emanan los derechos fundamentales, junto al libre desarrollo de la personalidad, que precisamente por ese fundamento son inviolables e inalienables.
  2. Valor del hombre y fin supremo de todo el derecho y acción del Estado.
  3. Límite mínimo e indispensable a la regulación de los derechos fundamentales, que debe ser protegidos (El límite)
  4. Fundamento de los derechos fundamentales (básicos), del orden político y de la paz social.

La dignidad es indispensable para el mantenimiento de la “Paz social”, el respeto del Estado a la dignidad de los hombres garantiza el orden político y la estabilidad social.

La dignidad es una condición inalienable del hombre, no se puede renunciar a ella y es “fin supremo del Derecho y del Estado”.

Si garantizar la dignidad del hombre no es el fin supremo de un sistema jurídico o de un Estado, ese Estado o ese Sistema Jurídico son como un barco sin timón en medio de una tormenta, no saben a dónde irán a parar cuando la tormenta arrecie.

Los tres héroes a los que Martí dedica el escrito tienen otra característica común, además de haber luchado por la libertad de sus pueblos. No se aprovecharon de su posición como libertadores para someter a sus conciudadanos a una nueva esclavitud.

La esclavitud a la que amparándose en sus méritos y en la popularidad alcanzada por sus actos, se constituyen en “El Único” y dictan sus deseos e ideas y disfrutan de las riquezas del país como propias, amparándose en una camarilla de hombres sin dignidad que los apoyan como mayorales que “suenan el cuero” para someter al pueblo “liberado”.

Y, volvemos a Martí y a uno de sus discursos más leídos y, tal vez, menos comprendidos, de su larga oratoria, el pronunciado el 26 de noviembre de 1891 en el “Liceo Cubano” en Tampa y en el que, sin dejar espacio a la interpretación, expresó con toda claridad, como soñaba que fuera una Cuba liberada.

Pero antes les diré que, para comprender bien el sentido histórico de este discurso es necesario recordar los conceptos de dignidad y, además, rememorar brevemente a tres figuras históricas del siglo XIX, casi contemporáneas con Martí, a las que hace referencia en el párrafo que leeremos a continuación, aclarando que no desea para Cuba el destino al que estos señores sometieron a sus pueblos.

  1. Ignacio de Veintimilla. General ecuatoriano que encabezó una “revolución” contra el presidente Borrero, electo democráticamente, derrotándolo y proclamándose “dictador”. Entre 1878 y 1883 mandó en Ecuador imponiendo una férrea dictadura y cometiendo crímenes para mantenerse en el poder, fusiló y encarceló a sus opositores hasta que una revolución lo expulso del poder. La “mayordomía espantada de Veintimilla”.
  2. José Gaspar Rodríguez de Francia. Abogado paraguayo que encabezó a Paraguay, manteniendo su independencia contra las presiones de Argentina, Uruguay, Brasil y Portugal. Gobernó con mano férrea su país, desde 1816 hasta su muerte en 1840. Mejoró las condiciones económicas, estableció la enseñanza primaria gratuita y obligatoria, eliminó la corrupción. A cambio estableció una dictadura en la que para entrar o salir del país, los paraguayos tenían que pedir permiso, recortó todas las libertades, fusiló y encarceló a los opositores. “El Paraguay lúgubre de Francia”.
  3. Juan Manuel de Rosas. Militar argentino que fue gobernador de la provincia de Buenos Aires cuando Argentina era una federación. Su primer gobierno fue positivo, pero posteriormente se le ofreció un segundo mandato que aceptó solo si se le otorgaba el poder absoluto, Así fue y aprovechó para instaurar una dictadura militar férrea que extendió a todo el país, obligaba a votar a todos los argentinos y solo podían hacerlo por él o por los candidatos de su partido, reprimió a todos sus contrarios, expulsando de cargos públicos, administrativos y militares, a los que no eran miembros de su partido y a los que no mostraran lealtad absoluta hacia su persona, fusiló y encarceló a sus opositores. “La hacienda sangrienta de Rosas”.

Veamos este párrafo del discurso de Martí:

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados. Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de la ambición. 0 la República tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio integro de los demás; la pasión. En fin, por el decoro del hombre, -o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no, para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas o el Paraguay lúgubre de Francia. ¡Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas de la guerra o las de la palabra que rebajarles el carácter! Este es mi único título a estos cariños, que han venido a tiempo a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanme los mismos a quienes anhelo yo levantar más!, ¡y ino miento! amaré la mordida, porque me viene de la furia de mi propia tierra, ¡y porque por ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano! unámonos, ante todo en. Esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos”.

Estoy seguro de que han oído y leído frases fuera de contexto de este discurso y, concretamente de este párrafo, pero también estoy seguro de que, sin tener bien claro el concepto de dignidad y sin conocer la historia de los tres personajes a que se refiere Martí, lejos estamos de poder comprender el alcance de estas palabras.

Sin respeto a la dignidad humana, a los derechos de libre pensamiento y expresión, sin el derecho al trabajo propio, con sus manos, sin el derecho de cada hombre a pensar por sí mismo, sin que le digan lo que debe pensar, sin represión a la libertad de pensamiento, de palabra o de acción, la República no vale el esfuerzo de los cubanos. Lo dijo Martí, sin tapujos y sin margen a interpretaciones, porque trabajó para verdades.

Ni “mayordomía espantada” ni “hacienda sangrienta” ni “país lúgubre” Quería una tierra libre, con hombres libres.

Quería que la dignidad plena del hombre (Es decir, el respeto a sus libertades) fuera el fundamento de la Cuba liberada.

Ese era el sueño de Martí. No otro.

A los Veintimilla, Rodríguez de Francia, Rosas y tantos otros similares les espera el desprecio de la historia, el rencor de sus coterráneos y el pantano del oprobio.

Lean y entiendan a Martí.


  • Antonio Manuel Padovani Cantón (Pinar del Río, 1949).
  • Médico.
  • Profesor de medicina interna.
  • Abogado.
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