Carlos Finlay, figura insigne de la medicina cubana

Martes de Dimas

Juan Carlos Finlay de Barres, médico epidemiólogo nacido en Camagüey y fallecido en La Habana (1833-1915), se graduó en el Jefferson Medical College de Estados Unidos en 1855 y continuó su formación en Francia. Realizó estudios sobre el cólera y el muermo[1]; describió el primer caso de filaria[2] en sangre observado en América; incursionó en la oftalmología e investigó sobre el tétanos, la lepra, el paludismo, la tuberculosis y el cólera. Su mayor aporte fue el descubrimiento del mosquito Aedes Aegypti, agente trasmisor de la fiebre amarilla conocida primero como “vómito negro” y luego como “enfermedad de Siam”. El insecto, arribado en los barcos cargados de esclavos de África, provocó cientos de miles de víctimas en los Estados Unidos y en la región del Caribe, mientras en La Habana morían diariamente cinco personas como promedio.

En 1872, ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, de la cual era miembro, Finlay presentó su primer intento de explicación de la fiebre amarilla, titulado: La alcalinidad en la atmósfera de La Habana como causa de la trasmisión. Luego, al observar, mediante el estudio de los tejidos de fallecidos, que la enfermedad producía lesiones vasculares y alteraciones físico-químicas en la sangre, dirigió su atención a los insectos capaces de penetrar con su picada los vasos sanguíneos y formuló su hipótesis: para la trasmisión de la enfermedad se requerían tres factores: un caso de fiebre amarilla, un agente apto para contraer la enfermedad y un agente independiente de la enfermedad y del enfermo.

Para confirmar o rechazar su propia hipótesis, observó las manifestaciones de la dolencia, revisó la información existente, realizó los experimentos, analizó los resultados, y elaboró la teoría, que expuso, ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en agosto de 1881. Aunque su informe no fue discutido y se le tildó de loco, Finlay se empleó más a fondo hasta confirmar cuál era el agente trasmisor. Esa fue su principal aporte a la ciencia médica.

En 1879, a propuesta de Finlay, la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, fundada ese mismo año, creó una Comisión para el estudio permanente de la fiebre amarilla, que contó con cuatro secciones: hospitales, clínica experimental, estadísticas y bibliografía.[3]

En la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Washington el 18 de febrero de 1881, en la que participaron las potencias marítimas de la época –cuyos puertos podían ser afectados por la fiebre amarilla–, Finlay fundamentó el modo de trasmisión descubierto. Su razonamiento fue el siguiente: Si la propagación de la enfermedad no puede explicarse en términos del contagio directo entre las personas enfermas y las sanas, ni en términos de influencia de algún agente ambiental, entonces sólo queda una forma de trasmisión posible: la existencia de un agente intermedio independiente, el mosquito hipotéticamente considerado como agente de trasmisión de la fiebre amarilla. Esa tesis representó una nueva concepción en el campo de la epidemiología[4].

Entre 1881 y 1900, el destacado médico e investigador cubano realizó 104 inoculaciones con voluntarios, formuló y divulgó las principales medidas para evitar la epidemia, entre ellas la destrucción de las larvas de los mosquitos trasmisores en sus criaderos, que se aplicaron con éxito tanto en Cuba como en otros países donde la enfermedad era considerada endémica.

Para investigar la enfermedad el Gobierno de los Estados Unidos envió a Cuba cuatro comisiones. Las tres primeras, imbuidas en las concepciones tradicionales acerca del contagio, no contemplaron al mosquito entre los posibles agentes. La cuarta, creada en 1899 a solicitud del Gobernador Militar de Cuba, Leonardo Wood, y encabezada por Walter Reed, recibió de Finlay varias de sus publicaciones, recomendaciones y huevos del mosquito Aedes Aegypti obtenidos en su laboratorio doméstico. Con esos materiales Jesse Lazear, miembro de la Comisión, realizó inoculaciones con varios voluntarios en 1900, incluyéndose él, que se dejaron picar por mosquitos infectados.

Durante trece días, hasta su fallecimiento, Lazear llevó un cuaderno de apuntes con todos los detalles de la evolución. Fue ésta la primera comprobación experimental de la teoría del mosquito, independiente de las realizadas por el propio Finlay. La Comisión presentó el informe a la Asociación Americana de Salud Pública en Indianápolis. Su jefe, Walter Reed, apareció como el descubridor del agente trasmisor, cuando en realidad lo que descubrió Reed fue al genio de Finlay.

La teoría del Aedes Aegypti como trasmisor quedó demostrada en 1901 con la virtual eliminación de la fiebre amarilla en La Habana, resultante de la campaña dirigida por el médico militar estadounidense William Gorgas. Finalmente, la paternidad del descubrimiento fue resuelta en el Congreso Internacional de Historia de la Medicina celebrado en Madrid en 1935,  a favor de médico cubano.

Entre otros reconocimientos, el gobernador militar de Cuba, Leonardo Wood, ofreció un banquete en la Acera del Louvre para celebrar su triunfo; el Medical College le confirió el título de Doctor en Leyes ad Honorem; el College of Physiciens of Philadelphia lo nombró Miembro de Honor; la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool le otorgó la Medalla “Mary Kingsley” y la Academia de Ciencias de París el premio Bréant; el gobierno francés le concedió la Cruz de la Legión de Honor; fue propuesto como candidato para Premio Nobel; y en enero de 1927, por decreto presidencial, se fundó en La Habana el Instituto Finlay.

Aunque el mosquito Aedes Aegypti es el mismo que trasmite el dengue, la enfermedad reapareció en Cuba en 1977, se repitió en 1981. La “guerra” declarada ese año contra el dengue no pudo eliminar sus causas. La epidemia se repitió en 1997, 2002 y en los años subsiguientes, Hasta hoy afecta a decenas de miles de cubanos, cobrando un número elevado de vidas. De hecho coyuntural, el dengue devino hecho sostenido: una hyperendemia, es decir, una trasmisión intensa y persistente.

Al calor de la enfermedad, la “victoria” enarbolada por el gobierno cubano de un médico por cada 176 habitantes, se acompaña con decenas de metros cúbicos de basura vertidos en las calles de la capital, lo que demuestra la fragilidad del actual sistema de salud cubano.

La obra de Finlay es un ejemplo del bagaje científico alcanzado en Cuba mucho antes de 1959. Sin negar algunos resultados científicos obtenidos después de esa fecha, el intento de Fidel Castro de convertir a Cuba en un país de hombres de ciencia, sin economía para sustentarlo ni libertades para investigar, explica el estado deplorable de su sistema de salud, incapaz de erradicar enfermedades como el dengue, o evitar la reaparición de otros padecimientos.

La Habana, 25 de abril de 2024

[1]Enfermedad contagiosa de los caballos trasmisible al hombre por inoculación.

[2]Gusanos parásitos de algunos vertebrados.

[3]Pedro M Pruna Goodgall. Historia de la ciencia y la técnica en Cuba. La Habana, Editorial Científico-Técnica, 2014, p.112.

[4]Pruna Goodgall, Idem, p.109.


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC)
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