Los trabajos de Persiles y Sigismunda es la última obra de Miguel de Cervantes, que la consideró como la mejor, y con la que el artista hispano-cubano Felipe Alarcón se vuelve a imbuir en el mundo cervantino -fantasma fijo en su intelecto-, como si fuera, y de hecho lo es en muchos aspectos, el poderoso sortilegio en el que depositaba su inspirada creatividad.
Formado en una de las Academias actuales más importantes de Latinoamérica, la Nacional de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana, su trayectoria artística no ha cejado de discurrir entre todos los horizontes y vivencias que le ha deparado la férrea fe en sí mismo. Desde muy joven se vio impulsado por una vocación y pasión plástica de la que no está a salvo nunca.
Pero a esa arrebatada aspiración le correspondía unas dotes excepcionales en todo lo que mantuviese relación con el ámbito estético. Desde su graduación académica su obra es constantemente premiada en distintos países y marca además su destino -su talento exigía un territorio más dilatado de actuación y movimiento- a la hora de su salida de la isla y radicarse en Madrid, lo que le sirve para emprender diversos proyectos y hacerse visible en el mundo entero, con exposiciones individuales y colectivas en Alemania, Italia, Costa Rica, Portugal, Estados Unidos, España, etc.
Autor de series inolvidables -las aborda como una necesidad de agotar hasta su último rasgo la dinámica y sustanciación de su núcleo fundamental- la experimentación e indagación de su portentoso dibujo es el medio de profundizar y alcanzar el clímax de su trabajo. No obstante, eses primer estadio le llevó e incitó a ensayar concepciones cromáticas que paulatinamente alcanzan una poderosa y deslumbrante concreción.
Ese esfuerzo constante, esa intuición plástica y poética, esas potencialidades técnicas germinaron en los elementos, cualidades y conformación de un estilo que refleja la forma interior de su pensamiento y sentimiento.
Por lo cual, provisto de ese bagaje cultural y artístico, aborda la obra del escritor con una magia visual y una sinfonía de acordes cromáticos que interrelaciona penetración y simbolización, experiencias e imaginación.
En su Persiles la secuencia de episodios gráficos revela una imaginería fruto de una arquitectura e intuición lírica que transfigura sabiamente la dimensión de cada pieza y crea una fusión y síntesis de espacios, escenarios y planos, en los que la luz adquiere unas tonalidades intensas y delicadas.
Así es como el color en su gradación sutil y puntillista orquesta una armonía de acordes, tanto esfumados como avivados, que en su apaciguado resplandor proporciona al relato su vivencia personal, física y espiritual.
Por su parte, las distintas configuraciones y ritmos verticales, diagonales y horizontales se conjugan en una planitud encaminada a recrear el cosmos emocional e ingrávido de esta historia. Por tanto, esta enunciación formal consagra toda una celebración y homenaje al universo cervantino, tan amado y deseado por él.
- Gregorio Vigil-Escalera
- De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)