He aquí la que podría ser una de las claves para interpretar el presente y para prever y construir el porvenir de Cuba. Muchas personas se preguntan en qué hemos fallado, hace poco un sacerdote amigo nos invitaba a pensar en qué hemos hecho mal. Sin responder a estas interrogantes no podremos entender por qué hemos caído tan bajo como personas y como país. Tampoco podremos, después de reconocer el fallo, levantarnos para construir un futuro en que no volvamos a caer en el mismo abismo en que ahora estamos.
Considero que es de suma pertinencia, y de apremiante urgencia, tratar este problema a fondo, con la manga al codo y con la mayor honestidad de la que seamos capaces. Entre las causas del deterioro de nuestra humanidad como cubanos podríamos enumerar las siguientes:
- Que en Cuba se implantó un sistema que va contra la naturaleza humana. Y como la sociedad está compuesta de seres humanos, lo que va contra la persona va contra la sociedad. Someter la condición humana al control totalitario por parte de cualquiera que sea el poder, debilita, lesiona y quebranta las facultades y relaciones de cada persona.
- Ese daño antropológico, en sus diversos grados de profundidad, provoca un trastorno profundo de todos los ambientes e instituciones en los que cada persona dañada se desenvuelve. No hay instituciones sanas sin personas sanas.
- Este daño es la explicación, más profunda y duradera, de por qué la familia, la escuela, el trabajo, la Iglesia, los grupos de la sociedad civil, las asociaciones fraternales o sociales, las industrias, los proyectos culturales y todas las instituciones en nuestra Patria presentan un mal funcionamiento, una sorprendente inestabilidad, un desarraigo, un desaliento, una degeneración de su vocación y una distorsión decadente de su misión en la sociedad cubana. La causa no es principalmente organizativa, es humana. No es la técnica, es la ética.
- Cuando la formación de la persona falla, todo falla en los ambientes donde esas personas se desenvuelven. No se trata de instrucción sino de educación. No se trata de disciplina externa, se trata de integridad interior. No es mala gestión de un dirigente, es el deterioro de la humanidad de todos.
- Cuando se abandona, se persigue, se reprime como dañina, la espiritualidad de las personas, nada alienta su virtud, todo se corrompe, todo se degenera. Sin espiritualidad ningún pueblo sobrevive ni se desarrolla. El alma de la nación cubana ha sido dañada, disecada, trastornada por un materialismo impuesto por la fuerza desde las guarderías infantiles, la desintegración de la familia, la suplantación de la misión educadora de los padres, sustituyéndola por una escuela sometida a una sola ideología materialista que va contra la naturaleza humana.
- Cuando se saca al Dios verdadero de la vida de las personas, la vida de las personas es dominada por hombres que se creen dioses. Sin la supremacía del Dios verdadero la vida humana se degenera sometida a la superstición y al fanatismo, adorando a falsos ídolos políticos que se presentan como mesías.
- Cuando se saca a Dios del hombre, la humanidad huye de ese hombre porque se daña la impronta divina que hay en todo ser humano. Sin ese espíritu de vida la vida se vuelve un sinvivir. Sin trascender nuestra humanidad la vida se asfixia en la lucha cotidiana sin sentido y sin horizonte.
Es por el daño antropológico que pareciera que Cuba está sometida a las diez plagas de Egipto. Es por este daño que no pueden sanarse las instituciones, es por estas razones que el sistema no funciona. Es por ellas que pareciera que el país no sale de una calamidad para entrar en la otra. La razón profunda es que de una humanidad dañada no pueden salir instituciones sanas: se las comerá la mentira, las pudrirá la corrupción, se hundirán en la ineficiencia y en la ineficacia; al final, su mismo sin sentido las empujará a la violencia y al caos.
Nadie, o casi nadie, quiere esta degeneración existencial para Cuba. Una vez más hay que decirlo: es urgente y necesario la sanación del daño antropológico en Cuba. Hay que cerrarle la puerta a la violencia, al caos, a la muerte. Y esa puerta solo se cierra respetando y promoviendo la libertad y la responsabilidad de cada persona, educando en la ética y el civismo, abriendo espacios para la libertad de conciencia, para la plena libertad religiosa, para cultivar la espiritualidad y su apertura a la trascendencia.
Esta puerta a la violencia se cierra abriendo los espacios para la participación cívica y política, abriendo los espacios para la libertad de empresa, de mercado interno, de comercio exterior, abriendo a Cuba a unas relaciones internacionales sanas, alejada de los promotores de la guerra, del terrorismo, de la desestabilización mundial.
Es de tal magnitud la grave crisis interna que sufre Cuba, que sanar a la persona humana del cubano y, por ende, sanar las instituciones del país, son prioridades de vida o muerte. Y nadie duda ya de que el pueblo cubano ha expresado en las calles de la Isla que no quiere la patria con la muerte, sino que queremos: Dios y Libertad. Patria y Vida. Justicia y Amor.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.