Jueves de Yoandy
Hoy día el concepto de “vulnerable” está, como tantos otros en Cuba, manido, malinterpretado y acomodado a ciertas acepciones que responden a agendas políticas y, por tanto, a intereses de Estado. Esto ubica la famosa atención a la vulnerabilidad lejos de las personas para ser síntoma de progreso en foros, avance que solo se ve en la televisión o signo de un adelanto que no es ni tan real, ni tan efectivo.
Ser vulnerable define a la persona humana en una situación de fragilidad, pero que tiene causas muy concretas que, generalmente, no son única, ni primeramente, responsabilidad personal. Diversas situaciones amenazan la estabilidad de los miembros de las familias y a veces de familias completas. Ser vulnerable es, también, la posibilidad de sufrir daño, ser susceptible de recibir malos tratos y malos servicios.
En Cuba se maneja el término en planos, quizá, bastante restringidos, que se reducen a embarazadas, personas con características especiales y de la tercera edad, por ejemplo. Sin contar, en una lista de vulnerabilidades, las muchas personas en situación de pobreza, las que son despojadas de sus más básicos derechos y las que, aún exigiéndolos a través de herramientas pacíficas y civilizadas no logran resarcir el daño.
La estrategia de subsidiar personas y no productos puede ser muy loable si realmente llega a cada una de las personas necesitadas a través de una identificación certera y eficaz. Sin embargo, existen otras estrategias que, sin burlar esa primera intención, son mucho más eficaces. Por ejemplo, ayuda mucho a entender lo que planteo una frase muy popular que es, en sí misma, una propuesta para muchas facetas de nuestras vidas: no dar pescado para comer, sino enseñar a pescar. Más o menos así, podríamos estar hablando no solo de enseñar a pescar, sino además de ofrecer las herramientas para pescar.
Traducido a la situación de la vulnerabilidad, podríamos estar hablando de que educar para la libertad en sentido amplio, y en sentido más específico, incluye la libertad de empresa, la libertad de asociación, el libre comercio e intercambio económico, la independencia entre Estado y Mercado, la seguridad social con amplias coberturas que garantizan servicios de calidad, la alimentación acorde a todos los bolsillos, donde nadie se quede sin llevar un plato digno a su mesa o se quede con el estómago vacío. De estas situaciones de vulnerabilidad hay centenares en Cuba. No solo se puede hablar de paliar la vulnerabilidad a través de bajas pensiones, que como nunca fueron consideradas así, serán reducidas para compensar el balance económico, según fue anunciado al cierre del año 2023.
La vulnerabilidad, que es esa posibilidad de daño del que hablamos, también se contrarresta con una educación en el ejercicio de los Derechos Humanos para todos. Con verdaderas empresas privadas, ya sean micro, pequeñas y medianas empresas, pero que no respondan a los intereses del gobierno, ni sean fachadas para sustentar la idea de que en Cuba se abren las libertades económicas. Con Mipymes que no apliquen una política de precios que expriman al ciudadano. Con verdaderas tiendas mayoristas y no mercados en Miami porque el abastecimiento en Cuba es escaso y de productos que no tienen la misma calidad. Con mercados bien surtidos y con productos de calidad al alcance de todos los bolsillos. Con salarios que alcancen para comer dignamente y cubrir las necesidades más elementales que, en múltiples ocasiones se agotan con tan solo comprar un producto, un día, para una comida. Con una asistencia pública de alcance universal sin condicionamientos políticos ni de otra índole.
A eso es a lo que podemos llamar “dar la oportunidad de pescar”, que no es esperar como pichones en el nido, con la boca abierta, lo que viene de arriba, de fuera, del otro, sino lo que cada persona, de acuerdo a sus capacidades e intereses, en un ambiente de libertad propicio, es capaz de trabajar por sí mismo para poder cosechar por sí mismo.
San Juan Pablo II, que tanto trabajó el tema de la solidaridad y la subsidiariedad en sus encíclicas sociales y discursos alrededor del mundo, nos propone un ingrediente más para complementar esa necesidad de superación de la vulnerabilidad de todo tipo. Se refiere al componente moral, a la necesaria educación en los valores que conducen a esa educación para aprender a pescar, para saber qué hacer con la libertad y para labrar el camino hacia la verdadera superación de la vulnerabilidad con la participación de todos los actores, en su justa medida y de acuerdo a su rol.
Que su exhortación la asumamos como una tarea de la asignatura pendiente en Cuba para superar así la vulnerabilidad que padecemos:
“Parece, pues, que es necesario, un nuevo y profundo fortalecimiento de la atmósfera moral, verdadero ambiente ecológico, fuera del cual no se puede trabajar, no es posible vivir como hombres y mujeres que quieren mantenerse a la altura de su propia dignidad. Toda forma de vejación, de prevaricación, de injusta opresión, de criminalidad organizada, en cuanto radicalmente contrastante con la dignidad humana, debe ser rechazada y, con la ayuda del Señor, superada” (Juan Pablo II: Discurso al mundo del trabajo en las Oficinas Mecánicas Calabreses, Reggio Calabria, domingo 12 de junio de 1988).
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.