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Miércoles de Quintana
“Erradique la palabra “cambio” de su vocabulario. Sustitúyala por “revolución” ”. Así pensaba Tom Peters, propulsor de una empresarialidad ajustada al caos que aún vive el mundo, a una época en que las decisiones demoradas valen menos que cero. “Solamente hay dos clases de directores: los rápidos y los muertos”. Mire a su alrededor. ¿Qué ve, rápidos o moribundos?
En esto de la “revolución permanente”, la que dicho sea de paso nada tiene que ver con Trotsky, importa sobremanera la mano firme para sacudir y desestructurar. Las estructuras de la organización que traben, obstruyan y paralicen el desarrollo hay que eliminarlas sin sentimentalidad ni vacilación. Mire a su alrededor, ¿Le bastan los dedos de la mano para contar estructuras paralíticas?
Cada empleado de la empresa debe sentirse un hombre de negocios, no porque le reciten el verso del “sentido de pertenencia”, sino porque el éxito o fracaso de la organización, su productividad y crecimiento, se reflejen en su bolsillo, sin sonrojos de falsa ética.
La empresa pertenece, quiéralo o no, a una red encadenada por intereses compartidos. El contrato mutuamente ventajoso e independientemente decidido debe ser la norma. Ah, y al que lo incumpla, antes que el peso de la ley, le caerá encima el rechazo del dominio mercantil en que se mueva.
La curiosidad por lo nuevo, el interés por la innovación que guía el crecimiento, la inversión en el futuro constantemente cuestionado. Sí, todo esto decidido por directores responsables, educados, preparados para ejercer una gerencia riesgosa, indetenible, cautelosa solo para no caer en inmovilismos, centralismos y voluntarismos suicidas.
La economía necesita un clima de libertades y transparencias, de gusto por el riesgo necesario, un ambiente de curiosidad innovadora. Clama por el auge y predominio de una nueva familia de empresarios rápidos, no moribundos.
Hasta pronto.
- José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
- Economista jubilado.
- Médico Veterinario.
- Reside en Pinar del Río.