SOBERANÍA DEL PUEBLO Y REPRESENTATIVIDAD

Lunes de Dagoberto

La última Declaración del Parlamento de la Unión Europea, la Cumbre CELAC-Unión Europea, la alianza de Cuba con Rusia en su invasión a Ucrania, la visita al Papa Francisco, la última Asamblea Nacional del llamado Poder Popular, y otros acontecimientos internacionales, me han motivado a reflexionar sobre algo que está por debajo y al fondo de todos ellos: la soberanía del pueblo cubano y la legitimidad de su representación en el plano nacional e internacional.

La soberanía ciudadana y nacional

En efecto, se ha enarbolado mucho, y con frecuencia, el valor de la soberanía de los pueblos, así como el deber y el derecho de preservarla. Se entiende por soberanía de las naciones una realidad con dos vertientes: la primera y principal, la soberanía ciudadana y, a partir de ella, la soberanía nacional.

La soberanía ciudadana es la facultad que tiene cada ciudadano para ejercer su derecho a decidir en los asuntos importantes de su país como “protagonista de su propia historia personal y nacional” (San Juan Pablo II en Cuba, 1998) y también el ejercicio del derecho a participar realmente en las decisiones que afecten el bien común de la nación y de la humanidad entera. Eso solo ocurre en las democracias.

La soberanía nacional surge, se sostiene y solo se puede ejercer, a partir del respeto a la soberanía de cada ciudadano mediante la consulta, las votaciones, la participación y la libre expresión personal, así como a través de los medios de comunicación y las redes sociales, de forma libre y responsable.

La representación de la soberanía

Esa soberanía es la base irremplazable de toda nación y de la entera comunidad internacional, por ello, no solo debe ser respetada y honrada en toda decisión importante sea al interior del país o en sus relaciones internacionales, sino que debe ser promovida, escuchada, atendida y obedecida por los que dirigen, aunque sea de facto, los destinos de los pueblos. En esto consiste la representación política.

En efecto, la soberanía ciudadana se puede ejercer de dos formas: el ejercicio cívico directo de cada cubano emitiendo su opinión tanto en público como en privado; haciendo uso de las redes sociales y de los medios de comunicación a su alcance; y participando con su opinión y voto en las consultas, referendos, plebiscitos y otras formas de democracia directa. Sin esto no hay democracia plena.

La otra forma de ejercer la soberanía ciudadana es por medio de la representación de grupos de ciudadanos organizados en partidos o movimientos cívicos, cuyos líderes son elegidos libre, directa y competitivamente en unas elecciones libres, plurales y supervisadas. Sin esto no hay democracia.

Sea cual fuere la forma de elegir a sus representantes, estos solo son y deben ser servidores públicos, y siempre, en todo lugar, solo pueden ejercer, por representatividad, aquellos mandatos que el pueblo les ha encomendado explícitamente.  

La realidad cubana

Habiendo recordado la teoría necesaria para nuestra educación cívica acerca de este raigal derecho ciudadano a la soberanía personal y nacional, creo que es importante y decisivo reflexionar acerca de en qué medida esos presupuestos teóricos se cumplen o no en Cuba, aunque fuera de forma imperfecta como ocurre en casi todos los países. Todos podemos evaluar la realidad en la que vivimos tanto al interior de nuestras fronteras como en la actuación de Cuba en las relaciones internacionales. Para contribuir a esa reflexión podemos hacernos estas preguntas:

¿Las elecciones indirectas y controladas de Cuba permiten ejercer la soberanía ciudadana de cada cubano a elegir y a ser elegido?

¿La Asamblea Nacional representa, debate y decide entre opciones plurales los asuntos que verdaderamente afectan a los ciudadanos con libertad y responsabilidad? ¿No han sido las últimas sesiones cada vez más alejadas de la realidad cubana?

¿En la participación de Cuba en los foros internacionales se ha consultado al soberano, que es el pueblo cubano, sobre las propuestas, las líneas fundamentales de política exterior o se evalúan estas por representación de ciudadanos libres y responsables? Pensemos en la postura de Cuba en la última Cumbre CELAC-Unión Europea.

¿La alianza del régimen con Rusia en su guerra invasora contra Ucrania ha sido validada por una consulta popular en Cuba? ¿Estamos la mayoría de los cubanos a favor de apoyar una invasión y unos crímenes de lesa humanidad sean cuales fueren sus alegadas justificaciones?

¿Se ha puesto al debate público en Cuba la última Declaración del Parlamento Europeo en que se critica al régimen cubano por su desempeño en el respeto de los Derechos Humanos en nuestro país y por su actuación en los conflictos geoestratégicos ruso y chino?

¿La Iglesia en Cuba ha reflexionado en sus comunidades acerca de dos hechos importantes de los últimos meses como son la reunión de todos los Obispos católicos con la máxima autoridad del País, o la visita de esta al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica? ¿No sería ese intercambio eclesial y social un signo creíble de la sinodalidad que el mismo Papa Francisco promueve?

Cada lector puede arribar a sus propias respuestas que, por supuesto, pueden ser y serán diversas, pero lo importante, en mi opinión, es que no sigamos dejando pasar, como ruedas de carretas y carretones, sin reflexión y sin ejercitar el criterio personal y comunitario, todos estos acontecimientos que aunque tienen una repercusión informal en las redes, nos dejan a la mayoría como simples espectadores, con más confusiones e interrogantes que certezas y, sobre todo, que nos dejan como aquellas famosas estatuas de los tres monos: Sin escuchar toda la verdad. Sin ver la situación con claridad. Sin poder expresar libremente nuestras opiniones. Esto en todos los ámbitos: económico, social, político, cultural y religioso.

Sin poder ejercer en todos esos ámbitos la soberanía ciudadana, ni la representación cívica y política, Cuba no podrá salir por ella misma, con la participación de todos sus hijos sin distinción ni censura, de la crisis total y terminal en la que se hunde.

Sigo confiando en el talento, la capacidad y las ansias de libertad, progreso y democracia de los mejores hijos de Cuba. Ni la noche será eterna ni puede haber nada que detenga el amanecer de la libertad en Cuba.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere. 

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.
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