El valor de la fortaleza

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Decía Theodore Roosevelt: “No pidas una carga ligera, pide unas espaldas fuertes”. Fijémonos que se refiere a la fortaleza necesaria para afrontar la adversidad, no se queja ni esquiva lo que sabe que nos puede tocar soportar en la vida. Ese es el verdadero valor de la fortaleza, una de las cuatro virtudes cardinales, que significa virtudes principales de las cuales se derivan todas las demás.

La fortaleza es la capacidad que posee una persona de resistir ante los momentos difíciles y mantenerse firme, ayudado por otros valores que interactúan para mantener la integridad interior. Es, como todo valor, el resultado de un camino de formación que nos muestra el verdadero sentido de la vida, al experimentar situaciones difíciles y sobreponerse a ellas con la fuerza necesaria en cada caso. Podría decirse que es una ventaja adaptativa el hecho de que una persona logre cultivar la fortaleza interior. A la vez que proporciona beneficios propios, puede ayudar, incluso, a otras personas a salir de sus vacíos existenciales, a perseverar en el camino aunque parezca escabroso, a dar el salto llegado el momento oportuno. Es un largo entrenamiento para la constante olimpiada que es la vida.

Vivir con fortaleza significa espantar la temeridad. Los miedos son también actitudes humanas normales; pero una vez que podemos discernir a qué o a quién tememos, es decir, el origen y/o las causas, debemos pasar a la segunda fase que es buscar los mecanismos para vencer esos miedos. Aquí es donde espantarlos es la mejor solución. De lo contrario vivimos en el pesimismo y en la oscuridad, en la tristeza y en la debilidad. En muchas ocasiones de nuestra cotidianidad el temor es nuestra primera respuesta ante la incertidumbre, ante la zozobra diaria que va desde la búsqueda del pan nuestro de cada día hasta el destino de la nación. Es prudente pasar del miedo que nos invade a la acción que fortalece nuestro interior y nos prepara para el futuro siempre insospechado.

Vivir con fortaleza significa tener entereza, lo que quiere decir, a su vez, mantener las ideas, juicios o decisiones a pesar del vendaval, si creemos que actuamos por los caminos de la paz y del bien. La fortaleza de ánimo que supone la entereza no nos hace personas desalmadas, sin sentimientos o sensibilidades, nos hace íntegros, observadores de la disciplina, veladores de nuestros propios códigos, cultivadores de los resortes morales que edifican una persona sin tacha. Esta arista también nos habla de la coherencia, de la rectitud en el espíritu y del papel de nuestra escala de valores en el comportamiento ante la familia y la sociedad.

Vivir con fortaleza significa tener confianza en uno mismo para superar aquello que creíamos imposible. También confianza en los demás, aquellas personas cercanas con las que hemos establecido relaciones humanas esenciales e imperecederas. A veces, cuando perdemos la confianza en alguien, justamente hablamos de que estamos más débiles. Pero nunca debemos perder la confianza en nosotros mismos. Esta es el primer camino para el éxito, porque parte de un pleno conocimiento de nuestras destrezas, nuestro yo interior, nuestras sombras y todas aquellas facetas que debemos mejor en nuestro camino por la vida. Pero eso sí, confiando en que lo podemos alcanzar. Una persona con confianza no es lo mismo que una persona confiada. La primera se conoce tan bien que se hace fuerte precisamente cuando no tira la toalla y a partir de sus habilidades sale adelante, confía en sí misma. La segunda tiende más a la dejadez, implica recostarse a los demás, aplazar todo para última hora y hasta roza la ingenuidad por aquello de pensar que todo irá bien sin hacer nada para lograrlo.

Vivir con fortaleza significa vivir en la constancia. Es saber que existen muchos factores que pueden atentar contra nuestra fuerza interior, pero nuestros sentidos no se dejan dominar, ni controlar por el ambiente de todos esos males. Cuando se es fuerte la vida no se reduce a las emociones, sino al camino recorrido, al empuje mantenido, a todas las veces que soportamos la tormenta, sin tirar la toalla. Constancia como fortaleza es no permitir la dispersión de nuestras vidas, es cuidar de que a todo le pongamos alma, corazón y vida, partiendo de la reflexión y la razón.

En estos momentos que vive Cuba, que repercuten directamente en nuestra estabilidad emocional, por los retos que supone la vida en la zozobra de cada día y la incertidumbre de un mañana próspero y feliz, cultivemos la fortaleza. Solo ella nos podrá permitir la superación personal para vencer la impaciencia, el pesimismo, la dispersión de nuestras energías en proyectos vacíos, la falta de reflexión y criterio propio y un mal que abunda mucho en la sociedad cubana dañada en su esencia: la dificultad para tomar decisiones y actuar en consecuencia.

La fortaleza, a fin de cuentas, va de eso: decidir no rendirnos.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.
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