Misión de los medios de comunicación social de inspiración cristiana en una sociedad secularizada

Foto tomada de Internet.

Quizás de los antecedentes más antiguos de lo que hoy llamamos medio de comunicación fueron aquellas actas públicas que utilizaban los romanos para informar sobre acontecimientos importantes de la ciudad, escritos sobre tablas de madera.

Ya en el siglo XV, el alemán Johannes Gutenberg abrió las puertas a la democratización del conocimiento con la creación de la imprenta y la producción de libros en serie. Otro alemán, Johann Carolus, pudo llevar al papel impreso un boletín de noticias que redactaba a mano, ayudado por una red de corresponsales locales. Así surgía “Colección de todas las noticias distinguidas”, el primer periódico impreso del que se tiene noticia.

Con el surgimiento del cinematógrafo y la captura de La llegada del tren, entra en escena, aún sin sonido, el primer medio audiovisual. Luego aparecerían la radio y la televisión gracias a Marconi y Nipkow, con los que se alcanzaría un progreso en la difusión de la cultura y la información de la sociedad.

Ante lo novedoso, la iglesia siempre ha asumido una actitud recelosa, cautelosa, observadora. Tanto ha sido así, que por momentos de la historia y debido a los ataques sufridos, la institución se mostró escéptica en siglos pasados contra la libertad de expresión ejercida desde algunos medios.

Se llegó a ver a la prensa y a algunos medios como enemigos del cristianismo. Sin embargo, esa realidad cambió. La iglesia comenzó a apoyar y reconocer a los medios de comunicación, según los diferentes períodos de la historia y los cambios suscitados en contextos históricos diversos.

Ya en el siglo XIX, el Papa León XIII admite que, así como la prensa puede hacer mucho daño si se usa inescrupulosamente, al mismo tiempo puede hacer mucho bien si se emplea de manera responsable. Fue también León XII quien sugirió la creación de una prensa católica y exhortó a los cristianos a ejercer prudentemente la libertad de expresión.

Desde ese entonces, casi todos los sumos pontífices dentro de su magisterio han hablado sobre los medios de comunicación y han hecho uso de ellos. Y si hay alguien que aún conserva alguna duda de la importancia que para la iglesia tiene la prensa, solo le invitaría a cuestionarse por qué es precisamente un documento como el Inter Mirifica, dedicado a los medios de comunicación, el primer decreto en ser aprobado junto a la constitución Sacrosantum Concilium por los padres conciliares asistentes al Concilio Vaticano II.

Este documento dejó como legado la celebración anual de la Jornada Mundial de la Comunicación Social. El mensaje del Santo Padre para esta jornada se publica tradicionalmente el 24 de enero, en ocasión de la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas.

La Iglesia ha sido enviada al mundo para anunciar la buena nueva, por lo que tiene la misión de proclamar el Evangelio hasta el fin de los tiempos y, para ello, debe usar todos los medios que tenga su alcance, como los medios de comunicación.

La manera tradicional de hacerlo, enseñada por el Maestro y ejercida y transmitida por los apóstoles, seguirá siendo única, auténtica, pero no se puede pensar en nuevas maneras de evangelización sin los medios de comunicación.

En un mundo secularizado, estos medios de inspiración cristiana no deben ni pueden estar al servicio de una ideología determinada, sino de la gente. Más que constituir la voz de aquellos a los que se les ha sido negada, deben propiciar canales para poder expresarse. Deben promover la justicia social, la solidaridad, el bien común.

Con el envío del Paráclito sobre la Virgen María y el colegio apostólico el día de Pentecostés, el don que se les otorgó fue el de hablar en diversas lenguas.

Aquella decisión comunicacional y divina tiene un profundo significado. Si en Babel Dios procuró confundir a manera de castigo a los habitantes de la tierra, haciéndoles hablar en lengua para que dejaran de construir la famosa torre, en Pentecostés, la misma decisión procura el entendimiento, la cercanía con el otro.

La iglesia surge como una comunidad en comunión y, en salida, anunciando, comunicando con palabras a Aquel que es la Palabra.

Un medio de inspiración cristiana debe de ser uno que anuncia, denuncia y contribuye a alcanzar el bien común y la transformación social.

Debe “hacer lío” y, al igual que en Pentecostés, salir y dejar las zonas de confort para encontrarse con esas realidades existenciales que necesitan ser transfiguradas.

Tienen que ser también espacio desde los que se promueva un proceso de comunicación ciudadana, la democratización de la sociedad y la interculturalidad para la construcción del bien común y la justicia social.

Quienes forman parte de ellos deberían estar convencidos de que los medios no hacen nada por sí mismos; son únicamente instrumentos, herramientas que la gente elige usar de uno u otro modo.

Lo esencial lo compone el mensaje y para ello no puede olvidarse nunca que “la comunicación en la Iglesia y por medio de ella encuentra su punto de partida en la comunión de amor entre las Personas divinas y en su comunicación con nosotros.

“Los comunicadores, como los artistas, sirven al bien común preservando y enriqueciendo el patrimonio cultural de las naciones y los pueblos” (Juan Pablo II, Carta a los artistas, 4).

Pero estos medios y sus integrantes no pueden ni deben caminar solos. El acompañamiento espiritual y la formación sistemática deben ser parte esencial.

La Iglesia debe apoyarles y asistir a los profesionales de la comunicación en lo máximo posible, en el fomento de un dialogo constante entre los medios, sus integrantes y la institución.

Habrá que cuestionarse siempre si, gracias a ellos y a sus contenidos, la humanidad “se hace de veras mejor (…) más madura espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierta a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 15).


  • Manuel A. Rodríguez Yong (Holguín, 1990).
  • Productor y Realizador Audiovisual
  • Egresado de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV).
  • Licenciado en Dirección de Medios de Comunicación Audiovisual por la Universidad de las Artes de Cuba.
  • Miembro de la Junta Directiva de SIGNIS-Cuba.

Scroll al inicio