Es para mí un honor y un placer participar en el Congreso Anual del Centro Cultural Cubano de Nueva York, dedicado este año al periodismo en la Historia de Cuba, tema apasionante y de una vigencia comprometedora en los tiempos que vivimos en nuestra amada y sufrida patria.
Deseo, al comenzar, dar las gracias de la manera más cordial y fraterna a la Sra. Iraida Iturralde, presidenta del board ejecutivo de este prestigioso centro que tan amablemente me ha invitado a compartir con ustedes “El periodismo en la Cuba Colonial, lecciones para el presente.”
Este estudio ha sido posible gracias a la investigación previa de numerosos historiadores y amigos, así como a su colaboración generosa porque han compartido sus tesoros intelectuales, y me han recomendado textos valiosos sobre la materia.
Hablar de prensa cubana en los siglos XVIII y XIX, es hablar del periodismo que nace y se hace al mismo tiempo que se forja y nace la nacionalidad cubana. Por eso, al pensar en periodismo cubano de esta época tomo nota no solo del que se produce en lo que nosotros podemos llamar con certeza “suelo patrio”, sino también el que se refiere a la vida que transcurre en la isla, aunque materialmente haya sido producido en otras latitudes.
Una enumeración cronológica, aunque fuera con un mínimo análisis sobre cada obra de la producción periodística cubana de la colonia es en este contexto, imposible. La presente conferencia se detiene solo en algunos exponentes de cada etapa, no procura tanto abarcar, sino más bien aferrar las lecciones que he considerado de utilidad para el presente. Es mucho lo que dejo.
Comencemos con La Gazeta de la Havana[1], el cual se considera el primer periódico producido y distribuido en Cuba según historiador Jacobo de la Pezuela. De dicho periódico se sabe que vio la luz pública el 8 de noviembre de 1782[2].
Una crítica atribuida a Francisco de Miranda dirigida al director de La Gaceta reseña sus espacios: una explicación a los lectores de la importancia social de una gaceta, noticias internacionales como la sublevación de Las Trece Colonias Inglesas, registros de entradas y salidas de los barcos en el puerto de La Habana, tarifas de comestibles y recomendaciones sobre qué hacer ante la pérdida de un esclavo o una alhaja. Atiende a los temas de interés público.
Al mismo tiempo, Miranda señala errores en la redacción de la Gazeta, como que su autor “vació las noticias como se le venían a la memoria, o según las iban suministrando los Colectores, sin atención al paraje que debían ocupar”, y propone una más coherente organización de los contenidos. La Gaceta en su día no tuvo competencia, pero alguien advirtió las chapuzas del periódico porque en periodismo ya desde entonces quedaba claro que tan importantes son los contenidos cuanto las formas, lección todavía pendiente para algunos que oponen contenidos y formas con nefastas consecuencias.
Pero sigamos con la historia; el 24 de octubre de 1790 aparece el Papel Periódico de la Habana.[3] No obstante la precedencia histórica de la Gaceta, la mayor parte de los historiadores le conceden al Papel Periódico el mérito de ser la publicación fundacional en la historia de la prensa cubana. El mismo en sus inicios estuvo a cargo de Diego de la Barrera. El Papel Periódico de La Habana difundió proyectos de agricultura, comercio, medicina, educación, filantropía, bellas artes… Se considera la primera manifestación del periodismo como negocio. Esta publicación vio sus páginas enriquecidas con la pluma de Tomás Romay, Arango y Parreño, Manuel Zequeira y el P. José Agustín Caballero, en cuya labor se hallan las primeras señales de una ética periodística nacional[4].
Aquí merece la pena subrayar que el creador del Papel Periódico fue el Capitán General Don Luis de las Casas[5] que desde que asume el cargo jura consagrarse a la defensa y prosperidad de la Isla, y pide a los habaneros que lo auxilien con sus luces y el patriotismo para “ilustrar y engrandecer a la patria”. Se refería, obviamente a España o más bien a Las Españas. Asimismo, fue mérito suyo la creación de La Sociedad Patriótica de La Habana, convertida en Sociedad Económica de Amigos del País, institución que se consagró, con el apoyo decidido de los criollos ilustrados, a mejorar la vida en la isla, fundamentalmente en lo referente a la agricultura, la ciencia, la industria, la educación, etc. En 1793 esta entidad pasó a dirigir el Papel Periódico.
De la gestión de gobierno de Don Luis de las Casas, hay lecciones para el presente. La mayor parte de ellas en ámbito político que en su sentido estrecho no nos ocupa en esta conferencia. Pero también en el periodismo, que es nuestro asunto. En la Cuba de nuestros días se ha acuñado una expresión que de ignorar las condiciones en que se vive en la isla, parecería casi una tautología. En Cuba hoy se habla de periodismo independiente. Y es que el periodismo es de suyo independiente. Cuando el “empalabrador de la realidad,” como le llaman algunos expertos a la profesión, cuando el que tiene la responsabilidad de contar su visión de lo que ocurre, es conducido por un poderoso, o por uno que paga y censura y no por la realidad misma, su relato cae, encubre, arroja más oscuridad que luz. Es esa prensa oficialista, de dudosa credibilidad incluso para el hombre de a pie. Sin embargo, se da una feliz excepción, escasa como son por definición las excepciones:
Cuando el que ostenta el poder, la potestas, sobre el medio de comunicación, no tiene la mirada fija en sí mismo, en sus riquezas o en su posición social o política sino en el bien común en “ilustrar y engrandecer a la Patria,” como dijera Don Luis de las Casas, y esta mirada puesta en la patria converge con la del periodista que se sabe servidor de la ciudadanía y buscador de la verdad para edificar, entonces tanto el gobierno cuanto el comunicador, aunque unidos son libres, no cómplices, sino colaboradores que se fortalecen mutuamente, no en la potestas, que le viene dada por su cargo sino en la autoritas, que es la que confiere la ciudadanía al sentirse bien representada, protegida y promovida por quienes están en sus puestos no para sí mismos, sino para la Patria.
Recordemos que la segunda década del Siglo XIX estuvo marcada por la invasión napoleónica a España y la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1812, significaron una caída del absolutismo que favoreció libertades entre las cuales, la de prensa en la isla. Aparecieron entonces los primeros ejemplares de prensa especializada con mayor profundidad para destinatarios más concretos, a saber, publicaciones literarias, técnicas, económicas, mercantiles, humorísticas, satíricas e incluso políticas.
Comenzaron también en ese período las primeras publicaciones periódicas en las principales ciudades de la isla[6]: En Santiago de Cuba: “El Amigo de los cubanos” que vio la luz en 1805.A este periódico seguiría en la misma ciudad, en 1810, El Canastillo, de Manuel María Pérez y Ramírez; en Puerto Príncipe (actual Camagüey) “Espejo de Puerto Príncipe” y “La Gaceta de Puerto Príncipe” ambas en 1812. Gaceta de Puerto Príncipe, en el que escribieron Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño) y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) fue un activo promotor del progreso técnico del país, abogó por el uso del ferrocarril y la mejora de la producción de los centrales azucareros. Publicó famosos juicios y dio noticias sobre las ferias agropecuarias, comerciales e industriales. Atacó la vagancia, el abuso de los precios y otras numerosas lacras, ganándose la animadversión de las autoridades[7] y el aprecio de sus lectores porque no se trataba solo de poner el dedo en la llaga, sino de mover a reflexión para poner remedio a lo que verdaderamente interesa.
El periodismo incisivo, el que hace política de la buena, de la que compromete con el bien común, con frecuencia incomoda al poder de los mediocres. Estos poderosos sin autoridad, prefieren rodearse de yesmen, no de gente que ame la verdad, de hombres que le digan que sí a todo, y que todo marcha bien, de esta clase de personas inútiles y peligrosas, que prefieren anestesiar, distraer o aplaudir incluso antes que descubrir la desnudez del rey. De estos hasta hoy tenemos de sobra en el mundo periodístico. A veces frente a un régimen político como el de la Plaza de la Revolución; otras por el poder de intereses económicos, o por la dictadura de lo políticamente correcto fungen de desinformadores acreditados porque prefieren no crearse problemas. En la práctica sacrifican la verdad y la honestidad periodística en el altar de la propia seguridad, al ignorar el interés público, pierden toda relevancia; no iluminan, entonces el público entiende que no hay que buscarlos; si ellos no hablan de lo que interesa, ellos mismos no interesan. Desde inicios del siglo XIX, la Gaceta de Puerto Príncipe se alza y cuestiona al periodismo actual.
Otro importante apartado lo dedicamos a El Patriota Americano[8] que circuló entre 1811-1814. Entre sus méritos, atesora el de haber sido el primero que publicara datos estadísticos referentes a Cuba. Las estadísticas no cuentan todo acerca de una realidad, pero dan un contexto imprescindible para que no se falte a la verdad ni se falle en el análisis de lo acontecido. En la actual avalancha de información bajo la cual vivimos, con frecuencia se manipula y desinforma usándola vieja artimaña de esconder los datos estadísticos de referencia. Las estadísticas permiten recolectar, organizar y representar la información, y en este sentido publicar estadísticas significa empoderar al lector, al hombre de a pie, y en nuestro caso de estudio podemos afirmar que cuando El Patriota Americano publicó por primera vez estadísticas, dio un importante paso empoderando al cubano, otorgándole no solo la capacidad de un análisis más completo de la realidad, sino además aportándole la experiencia de aprender comparando y enmarcando en los datos estadísticos para elaborar un juicio con cabeza propia. Después de una experiencia así, resultará inevitable sospechar de la información recibida sin las necesarias referencias estadísticas.
El Patriota Americano destacó además por sus artículos sobre leyes, política, economía, moral, historia, comercio, filosofía y legislación. Sobre esta última temática, (la legislación) El Patriota publicó importantes críticas a España por los vicios de su legislación y administración en lo referente a las colonias de ultramar. Es de notar que estamos ante un periódico, como todos los de la segunda década del XIX, que aprovechó el cese del absolutismo español para existir. Pero el Patriota Americano no se conformó con la existencia, sino que no perdió la oportunidad para impulsar ideas audaces y tocar temáticas que retaron al poder de su tiempo. Al decir de Bachiller y Morales:
El Patriota Americano, “encarnó el ideario liberal del reformismo criollo, abogando por la monarquía constitucional y por el estatus provincial para Cuba como expresión del autonomismo.
También criticó los excesos de la libertad de imprenta por un lado, y, por otro, se cuestionó los verdaderos límites de esa relativa libertad dentro de una sociedad colonial”. La libertad y sus límites es otro tema que merece ser reflexionado con honestidad intelectual, con conciencia de la responsabilidad social y del bien común.
Un dato que me resultó curioso es que el Patriota Americano, que estuvo siempre a cargo del prestigioso impresor Pedro Nolasco Palmer, cerró en diciembre de 1812 por falta de suscriptores. Lo cual me invita a pensar que tal vez se adelantó a su tiempo, tal vez las ideas de los redactores y colaboradores fueron más audaces que las de los destinatarios. O quizás falló el necesario ojo en el interés público y quienes hacían El Patriota no tuvieron el tino periodístico de traducir lo importante en interesante.
Pero tal vez esta falta de suscriptores no se deba entender como ausencia de lectores.
Ocurrió entonces y sigue golpeando hoy el mal hábito de los que usan de la propiedad intelectual de otros sin pagar. El robo conocido también como piratería con frecuencia mata a la gallina de los huevos de oro; quiero decir: seca de fondos a los intelectuales que tienen necesidades y derecho a percibir por su trabajo, e incluso lleva a la quiebra los medios materiales necesarios para la producción de bienes intelectuales y espirituales. Bachiller y Morales denuncia “como un mal general en la isla, la plaga de aficionados a leer de balde” y Gaspar Betancourt Cisneros en sus escenas cotidianas publicadas en La Gaceta de Puerto Príncipe, lo denuncia señalando las nefastas consecuencias sociales de esta mala conducta que persiste hoy:
“La imprenta a duras penas puede sostener dos gacetas a la semana; los billares prosperan en todos los días del año, patrocinados por el público, (…) cualquier hombre ilustrado puede pedirle la gaceta a su zapatero, y satisface su conciencia con devolvérsela…” y más adelante prosigue, “No patrocinando un arte, ¿Cómo se quiere que progrese? ¿No prosperan y se multiplican los billares y tabernas y taberneros? Pues lo mismo progresarían y se multiplicarían las imprentas, y los impresores, y las producciones literarias, si se patrocinasen igualmente. Pero no se hacen sacrificios por el arte que es el alma de la sociedad, su inteligencia misma… ¿y de qué patrocinio necesita? Del patrocinio de los hombres sensatos, de los hombres que tienen una fe ilustrada, una fe dichosa en la perfectibilidad del hombre y de las sociedades humanas, de estos hombres filantrópicos que quieren que el pueblo se ilustre y viva en la abundancia para que no haya en la sociedad en que habita un populacho soez, ignorante, sin moral, sin intereses que le remachen el alma al orden social; hombres que difundan las luces hasta las últimas clases, para que se formen, por decirlo así, una filosofía común, una moral, un amor patrio, que sean como el cuerpo, la unidad, la armonía de la sociedad; hombres que tengan una opinión, cualquiera que sea, privada o propia, pero que dirijan la opinión pública a un punto de amor, de intereses, mayoría moral, mayoría que da vida y fuerzas a la sociedad.”[9]
Leyendo al Lugareño no puedo contener las imágenes contemporáneas de pseudoartistas, y los llamo así porque su producto ni eleva el espíritu, ni construye más que grosería y vulgaridad, y no transmite sino un divertimento nocivo, y que son tremendamente populares y alardean forrados de dinero, mientras que en el mundo de la intelectualidad que sí edifica el alma y la sociedad, se escanean libros y se economiza tanto en detrimento de la buena producción académica y de su necesario impacto en una sociedad que lamentablemente no es menos soez, ignorante y sin moral que la del Lugareño, y esto para provecho solo de los que la siguen sometiendo con modernas esclavitudes e intereses propios.
La causa del cierre de El Patriota Americano no la sé a ciencia cierta, pero lo que sí contrasta con este dato de la historia del cierre de El Patriota es la opinión, otra vez de Bachiller y Morales que clasificó a este periódico como “el mejor y más interesante publicado hasta entonces en la Isla de Cuba”.
Ya en 1814, el regreso de Fernando VII con la consecuente reacción absolutista dejó sentir sus efectos sobre la isla. La casi totalidad de la prensa local fue barrida, no sobreviviendo otros periódicos que las gacetas oficiales u oficiosas publicadas en la Imprenta del Gobierno. Por excepción, el incansable Palmer logró publicar El Noticiero Mercantil, periódico especializado en asuntos económicos como indica su nombre, políticamente aséptico. Una publicación ideada a imitación de otras norteamericanas coetáneas tales como el New York Commercial Advertirsery otros.
1820 abrió una nueva etapa de libertad en España bajo la restablecida Constitución doceañista. En cuanto a la prensa se refiere, su efecto inmediato en Cuba fue la aparición de “Corbeta Vigilancia”, seguido del “Correo Político, Literario y Mercantil de Trinidad”, y finalmente el Correo, editados los tres en la oficina de Cristóbal Murtra, impresor de la ciudad de Trinidad.
En la nueva etapa de libertades reaparecieron papeles desaparecidos durante la precedente represión, y surgieron otros nuevos de carácter políticamente inocuo, el más notable de los cuales fue El Periódico Musical, impreso en litografía por Santiago Lessieur en La Habana en 1822. Una publicación que siguió fielmente modelos franceses, italianos, británicos y norteamericanos, con los que compitió a fin de sustituirlos en el mercado insular[10].
Durante el Trienio Liberal, es de resaltar El Observador Habanero[11], que contrapesaba hábilmente sus dosis de liberalismo político con contenidos literarios y científicos. Se publicó entre 1820 y 1822, siendo sus directores-redactores don Simón Bergaño, José A. Govantes y Leonardo Santos Suárez. El último, elegido diputado a Cortes, amigo y compañero de destierro del también diputado P. Félix Varela a quien ayudó a publicar El Habanero en Filadelfia entre 1825hasta1826.
Otros periódicos de La Habana durante este período fueron La Lira de Apolo en la imprenta de José de Arazoza y Soler, 1820, y La Muger Constitucional[12], innovadores por cuanto se afanaron en descubrir y explotar temáticas para lectores nuevos. Un importante esfuerzo que hasta hoy el periodismo no debe descuidar.
La abolición de la constitución en 1823 y la consecuente Real Orden de 1825 que otorgó plenos poderes al capitán general de Cuba, Dionisio Vives, para borrar todo rastro del régimen constitucional consiguió que desapareciera la casi totalidad de la prensa insular, exceptuados los órganos de expresión gubernativos. Una parte considerable de los periodistas de la isla, militantes liberales, tuvieron que buscar refugio en los países del entorno. Esparcidos por México, Venezuela y Colombia, contribuyeron en la prensa de estos lugares y aportaron desde su formación a las instituciones de estos países. Pero fue en Norteamérica donde desarrollaron una labor más intensa y trascendente, fundando en Nueva York, Filadelfia y Nueva Orleans, periódicos como El Habanero, El Mensajero Semanal, La Abeja o El Eco de Ambos Mundos, que así como otros auspiciados por los gobernantes españoles para contrarrestarlos, a saber: El Redactor Mercurio y El Español, que fueron la primera prensa aparecida en lengua castellana en Los Estados Unidos.
Quiero subrayar el hecho de que aquellos grandes intelectuales que se exiliaron ya podían llamarse cubanos, llevaban la pasión por Cuba, que aún era proyecto de nación. La llevaban dentro de sí. Por eso sin importar donde se encontraran, ellos hacían a la patria y la patria no los dejaba de hacer y definir a ellos. Los mares que bañan al archipiélago no eran muros que los separaran. Ninguno tuvo ni tendrá la osadía, o la insensatez de limitarlos en su amor traducido en compromiso por la causa de la Patria, con el pretexto de que se encontraban en situación de exilio. Ellos desde otras latitudes no menguaron en absoluto su natural arraigo, y Cuba no nació ni se conformó sin su imprescindible aporte. A Cuba, cuando se la ama, se le tiene dentro y se le sirve siempre; el destierro puede modificar los modos, pero no las esencias del amor y el compromiso, sino que a menudo los refuerza. Esto aplica a aquellos y a los exiliados de hoy.
En Las Españas la represión fernandina fue cediendo, en particular desde 1827, y en la nueva situación nace en La Atenas de Cuba, el periódico La Aurora, que se publicaba tres veces a la semana.
Si bien es cierto que la primicia en periodismo tiene un especial valor añadido, la calidad informativa es un concepto mucho más amplio. Quiero decir: si es importante llegar primero, es imprescindible, y preferible llegar al público con un retrato de la realidad que al mismo tiempo la haga crecer, progresar y humanizarse. Tal es el caso de La Aurora que llevaba por subtítulo el de Diario político-mercantil de Matanzas. Fundado en 1828, propiedad de una filial de la Sociedad Económica de Amigos del País, tuvo entre sus fines el de promover los adelantos de la enseñanza.
No es casual que La Aurora de Matanzas[13] surgiera al calor de las tertulias literarias de Domingo del Monte, que entre sus redactores destacaran Cirilo Villaverde, el mismo Domingo del Monte, Idelfonso Estrada y Zenea y entre sus colaboradores contara con intelectuales de la talla de José Antonio Saco, José María Heredia, José Jacinto Milanés, Plácido, Gertrudis Gómez de Avellaneda, y José Fornaris.
Este periódico, aunque técnicamente oficialista, impactó la cultura reformándola con sus diseños tipográficos, por su contenido literario, político y sociológico y porque, al decir del escritor Pedro José Guiteras Font, La Aurora se erigió en tribuna de la vanguardia artística en disímiles expresiones, como la literatura, las artes visuales y la música, llegando a publicar incluso las partituras de un Vals de Beethoven.
Sobre la Aurora, Antonio Bachiller y Morales afirmó que se trata de “el mejor periódico político y literario de esta isla” destacando no solo la inigualable prontitud y veracidad de sus informaciones y comentarios y la calidad literaria de sus artículos, sino además la belleza de sus formas.
Desde su fundación en 1828 hasta su cierre definitivo en 1900, La Aurora– que también se llamó Aurora de Matanzas o Aurora del Yumurí– albergó variadas secciones, a través de las cuales barrió un abanico de temas de interés público de sus contemporáneos: noticias relacionadas con su localidad y con la isla de Cuba, acontecer de otras latitudes, las ordenaciones oficiales, el quehacer jurídico, los negocios mercantiles, la actividad del puerto, crónicas, clasificados, secciones de variedades, adelantos científicos, artículos históricos y de costumbres, además de venta, compra, alquiler y fugas de esclavos. También entre sus páginas se encuentran materiales bien escogidos, tomados de prestigiosos periódicos y revistas, principalmente españoles.
No se debe pasar por alto el dato de que fue el primer periódico en divulgar crónicas de guerras extranjeras, y fue el primer órgano de prensa en Cuba y toda Latinoamérica en reseñar un partido de baseball el 29 de diciembre de 1874. En el Palmar de Junco, cuando La Habana ganó a Matanzas 51 corridas a 9, todo un hito del periodismo deportivo, antecedido solo por el de Los Estados Unidos.
[1]Cfr.https://www.ecured.cu/Prensa_colonial_cubana
[2]Cfr.https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&ved=2ahUKEwjWn7Kzv7j7AhVTTjABHW-xCJUQFnoECA8QAQ&url=https%3A%2F%2Frevistas.ucm.es%2Findex.php%2FRCHA%2Farticle%2Fdownload%2FRCHA9696110337A%2F29068%2F&usg=AOvVaw1sFWKyQjLlgGb3vuE_fobU
[3]Cfr. https://www.ecured.cu/Papel_Periódico_de_La_Havana
[4]Cfr. https://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2015/10/papel-periodico-de-la-havana-fundado-hace-225-anos/
[5]Cfr. https://www.ecured.cu/Luis_de_las_Casas
[6]Cfr. https://www.ecured.cu/Prensa_colonial_cubana
[7]http://www.adelante.cu/index.php/es/lecturas/45-cronicas-sueltas/11695-del-primer-periodico-lugareno-le-diremos-algo
[8]Cfr. https://www.ecured.cu/El_Patriota_Americano_(periódico)
[9]Cfr. el Prólogo de María Antonia Borroto Trujillo en Escenas Cotidianas de Gaspar Betancourt Cisneros, Ediciones El Lugareño, Camagüey, 2017.
[10] Cfr. https://www.ecured.cu/Prensa_colonial_cubana
[11] Cfr. https://www.ecured.cu/El_Observador_Habanero_(Periódico)
[12] Se ha respetado la ortografía original.
[13]https://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2021/09/la-aurora-de-matanzas-insignia-del-periodismo-insular/
Pbro. Rolando Montes de Oca.