VARELA Y MARTÍ: EL PROYECTO DE NACIÓN CUBANA

Lunes de Dagoberto

Cuba está en una crisis terminal. Es del todo necesario tener la visión y las propuestas actualizadas para el proyecto de nación que deseamos reconstruir. Mientras más grave es la crisis, más larga debe ser la visión de futuro. Mientras más profunda sea la desesperanza, más alta debe ser la mirada sobre el horizonte. Mantener esta actitud es lo único que puede dar vida y esperanza en Cuba hoy.

En esa mirada alta y visión de futuro debemos recordar que Cuba no necesita buscar su proyecto futuro fuera de sí misma. Hoy se debate si lo que se está urdiendo en la sombra es aplicar en Cuba el modelo ruso, o el chino, o el vietnamita. Se debate si lo que se busca es un proyecto de capitalismo de Estado con partido único; o si la reforma económica traerá automáticamente consigo la reforma política.

La académica cubano-americana Giselle de Bruno Jamison ha estudiado los procesos de transición en varios países y ha llegado a la conclusión de que no es verdad que siempre que se hace una reforma económica esto desemboca en una reforma política. Y también concluye que esta reforma política como consecuencia de una apertura económica solo ha ocurrido en aquellas naciones cuyos ciudadanos tienen una alta conciencia crítica y una aceptable educación ética y cívica.[1]

Apliquemos esta investigación académica a las circunstancias concretas y actuales de Cuba.

Analfabetismo cívico y relativismo moral: el fin no justifica los medios

Es consenso asumido que Cuba padece de un daño antropológico causado por el totalitarismo durante más de medio siglo y que una de las señales del desastre del “humanismo marxista” es precisamente el “hombre-masa”, el homo saucius el hombre dañado, la reducción de la persona humana, la castración de la conciencia ciudadana y el bloqueo del ejercicio cívico.

Dos consecuencias patentes de la castración de la conciencia y de su deformación alienante son: el analfabetismo cívico y el relativismo moral del “todo vale”, o de que “el fin justifica los medios”, o de que los intereses comerciales están primero que los derechos humanos. Ningún interés partidista, ninguna ideología o competencia política venida de dentro del país o de una nación extranjera debe sobreponer las estrategias económicas o el empoderamiento empresarial por encima de los derechos humanos. Esto es una perversión de la política.

No buscar fuera lo que ya tenemos dentro

Cuba, es decir, los cubanos todos, de la Isla y de la Diáspora, no tenemos ninguna necesidad de buscar fuera, en modelos espurios de China, Rusia o Viet Nam lo que ya tenemos dentro, en las entrañas de nuestra propia historia fundacional: el proyecto de nación de Varela y Martí.

Cuba, es decir, todos los cubanos de la Isla y de la Diáspora, no tenemos que inventar más con seres humanos experimentando esas estrategias políticas que priorizan lo económico sobre lo humano, la empresa que olvida las libertades y los derechos humanos propios y los de aquellos que serán los posibles clientes cubanos. Es inmoral hacer negocios extranjeros en Cuba para turismo extranjero con mano de obra cubana explotada y mal pagada. El apartheid económico y político con los ciudadanos cubanos de a pie es inhumano, inmoral e inadmisible.

No hay emprendedurismo ético sin derechos humanos. Cuba no emprende silenciando la represión. Cuba no debe emprender en connivencia con la violación de los Derechos Humanos. Cuba no emprende, ni debe, sin empresa ética. No hay empresa ética obviando la dignidad suprema de la persona humana. Pero no teóricamente, o en declaraciones, sino en la práctica. Parece que resuena, hoy más claro que antes, aquella descripción de la realidad cubana del Venerable Padre Félix Varela desde el siglo diecinueve, en el periódico El Habanero, en su artículo “Consideraciones sobre el estado actual de la Isla de Cuba”:

“Es preciso no equivocarse. En la Isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia, ni a México, ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café.”

En nuestros días, tanto los que ostentan el poder como algunos de los que quieren un cambio en Cuba, pareciera que reducen esos cambios solo a las reformas económicas; y otros postulan, como un dogma de fe, que favoreciendo primero la reformas económicas, antes que los derechos humanos, después vendrá como obligada consecuencia el cambio político.

Otro aspecto de este mismo tema es que los cubanos no tenemos necesidad alguna de buscar en teorías filosóficas, ideologías o modelos políticos foráneos, un proyecto de Nación que ya nos legaron nuestros padres fundadores.

Muchos fueron los que aportaron a esos cimientos y arquitrabes de la Nación, pero tenemos dos fundadores que son hacedores de síntesis, hombres de consenso, pontífices, hacedores de puentes, entre las diversidades, para la unidad nacional: uno, el profeta y padre de la nación y el otro el apóstol y padre de la República: Varela y Martí. Cuba tiene en su “ADN fundacional” todo lo que necesita para reconstruir la República: el proyecto de Varela y de Martí:

  1. Existe un “corpus filosófico” en Varela y Martí vigente y suficiente para inspirar, enrumbar y reconstruir a Cuba, su cultura, su eticidad y su espiritualidad.
  2. Existe un proyecto de humanismo renovado, integral y trascendente en Varela y Martí para sanar el daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba y rescatar el anhelo de que “la ley suprema de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
  3. Existe un proyecto de República libre, democrática, occidental y próspera en Varela y Martí para buscar el bien común, “con todos y para el bien de todos”.

En esta hora peligrosa, en esta profunda noche del espíritu en Cuba, en medio de estos dolores de parto del alumbramiento de los tiempos nuevos, no perdamos el rumbo, guiémonos por estas dos estrellas señeras, por estas dos lumbreras del espíritu, por estos dos fundadores del humanismo cubano: Varela y Martí.

Varela y Martí: ellos son ancla y vela. Cimiento y cúpula de la Nación cubana. Cuerpo y espíritu de la nueva República.

No necesitamos proyectos ni ideologías extrañas. Nadie, en ninguna época, debe ocupar un lugar junto a nuestros padres fundadores. Todos somos y debemos ser discípulos y servidores de su proyecto de nación. Aferrémonos a Varela y a Martí.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

[1] De Bruno Jamison, Giselle. (2016) Cambio en Cuba: ¿económico, democrático o cultural?”. Revista Convivencia, No. 51. Pág. 42.  Disponible en https://centroconvivencia.org/convivencia/debate-pblico/4943/cambio-cuba-economico-democratico-cultural# . De Bruno Jamison es Doctora en Ciencias Políticas y Máster en Estudios Internacionales con especialización en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Internacional de la Florida. Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Córdoba, Argentina. Actualmente, es directora del programa de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Santo Tomas (St. Thomas University) en Miami, Florida. Cf.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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