Lunes de Dagoberto
Todo el mundo en Cuba, o casi todo el mundo, queremos cambios hacia la democracia. Creo que hay dos problemas fundamentales para alcanzar ese cambio y que sea pacífico, ordenado, ágil y eficaz: la falta de voluntad política para el cambio por parte del régimen, y la falta de visiones estratégicas hacia el futuro de Cuba por parte de la sociedad civil cubana. Cambiar es necesario. Cambiar es urgente. Cambiar es indispensable. Pero el cambio no lo trae todo consigo.
El cambio solo es el primer paso. El cambio puede fracasar si los cubanos no generamos, desde ya, visiones y propuestas de futuro. Sin visión estratégica, el cambio es ciego y los ciegos caen, una y otra vez, en el mismo hueco.
Cuba lleva más de 70 años cayendo en los mismos errores e improvisaciones, precisamente por no prever, por no pensar, por esperar a que pasen los acontecimientos para ponernos precipitadamente a generar sobre la marcha soluciones a lo que se vaya presentado sin tener tres componentes fundamentales para construir el futuro: visión estratégica, objetivos precisos y evaluables, consensos en mínimos comunes.
Visión estratégica
Todos los cubanos debemos tener nuestra propia visión de futuro. Y, además, deberíamos consensuar una visión para la Cuba que queremos construir después del cambio. Varela y Martí han sido dos ejemplos eminentes de cubanos que previeron y adelantaron sus visiones para la Cuba que soñaron.
Veamos una definición de visión estratégica:
La visión estratégica es una representación del futuro deseado, que es a la vez racional e intuitiva, abarcadora y prospectiva. Propone un marco de intervención convergente y coherente para la realización de una obra común.
Destaco que concebir una visión futura para Cuba no es un ejercicio de adivinación, es adelantar cómo queremos que sea nuestro país, pero de forma racional, intuitiva, abarcadora y prospectiva. Esto trata de hacer para servir a Cuba el think tank del Centro de Estudios Convivencia. (Cf. Los 13 Informes del CEC en www.centroconvivencia.org/propuestas)
Objetivos precisos y evaluables
No basta con diseñar visiones estratégicas para evitar la improvisación y no repetir los errores del pasado y el presente. Es necesario identificar los objetivos que habría que alcanzar para hacer realidad las visiones propuestas.
Recordemos qué es un objetivo:
Un objetivo o finalidad es una meta o fin último hacia el cual se dirigen las acciones o las operaciones de algún proyecto específico. Todo lo que hacemos tiene un fin, un sentido final adonde queremos llegar, que es la sumatoria de los pasos dados para alcanzarlo. Eso es un objetivo, y de nuestra capacidad para alcanzarlo o no, dependerá generalmente nuestra medida del éxito o del fracaso. (https://concepto.de/objetivo/#ixzz7htD0sDlP)
Al redactar los objetivos debemos tener en cuenta las siguientes características: Ser específicos, es decir, asegurarse de que el objetivo es muy específico; cuanto más lo sea, más fácil es que se llegue a lograrlo. Deben ser medibles, es decir, deben establecer una forma cuantitativa de medir cuánto se ha logrado. Además, los objetivos deben ser alcanzables, realistas y limitados en el tiempo.
Tener visiones prospectivas sin concretar los objetivos para alcanzar esas visiones es como tener los planos de un edificio sin comenzar a planear las etapas de construcción de los cimientos, las paredes, los techos, hasta terminarlo. Los objetivos concretos y evaluables van construyendo el edificio del futuro de Cuba.
Construcción de consensos de mínimos
Si miráramos al futuro de Cuba como la construcción del edificio de la nueva república, no bastaría con las visiones generales y sectoriales hacia donde queremos caminar, ni basta con los objetivos bien trazados. Es estrictamente necesaria la construcción de consensos a partir de unos mínimos comunes aceptados por todos, o por la mayoría, en un nuevo pacto social.
La construcción de consensos mínimos para el futuro de Cuba evitaría que el edificio de la nueva sociedad cubana se convierta en una Torre de Babel. Según el relato bíblico, la soberbia de los constructores provocó que la construcción del edificio se transformara en una anarquía debido a que cada cual trabajaba en una dirección diferente o, incluso, se llegó a tal desorden que unos destruían lo que otros construían. Al final, todo el trabajo se perdió.
Cuba no merece destruir su futuro como en una Torre de Babel. Cuba merece que los cubanos, ejerciendo nuestra responsabilidad cívica, nos pongamos de acuerdo, respetando la diversidad, pero alcanzando unos consensos de mínimos denominadores comunes.
Ojalá que los cubanos no nos dejemos hundir y aplastar en las terribles condiciones en que vivimos, sino que, por el contrario, nos levantemos sobre esas cruces para resucitar juntos como nación. El lamento, la desesperanza y la depresión no construyen futuro. El desaliento nos entierra en el pasado. Elevemos la vista, oteemos el horizonte y ejercitemos el alma de la nación en la gestación de visiones y propuestas de futuro. Creo que estas actitudes constituyen algunas de las claves fundamentales para que Cuba no naufrague en la violencia y la muerte.
Para ello no hay que esperar a que llegue el cambio. Es urgente que nos pongamos a buscar visiones y propuestas de futuro consensuadas a partir de los mínimos comunes poniendo a Cuba primero que los intereses económicos egoístas, antes que las políticas partidistas excluyentes y por encima de los egos personales.
Al cumplir este 15 de octubre sus 15 años de servicio a Cuba, el Centro de Estudios Convivencia ofrece su experiencia y comparte la satisfacción de haber dedicado lo mejor de sus esfuerzos para consensuar trece Informes con visiones y propuestas para el futuro de Cuba.
Agradecemos a tantos cubanos, de la Isla y de la Diáspora, de tan diferentes ideologías, opciones filosóficas y creencias religiosas, ateos y agnósticos, por sus invaluables aportes que han hecho posibles estas propuestas para contribuir a la obra común de abrirle las puertas al porvenir de Cuba.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.
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