Lunes de Dagoberto
El 10 de octubre, inicio de la Guerra de los Diez Años en Cuba, requiere hoy una nueva lectura. Los tiempos de la épica violenta y guerrerista han quedado como fósiles de siglos de enfrentamiento entre hijos de una misma tierra. El actual recurso al palo y a la represión, a la cárcel y a la descalificación, son solo zarpazos decadentes de una forma de vida que no tiene nada que ver con nuestra identidad ni con la eticidad cubana.
Los nuevos tiempos en el desarrollo de la conciencia universal reprueban el recurso a la violencia y, cada vez más, se intenta colocar a la persona humana, su dignidad plena y todos sus derechos, en el centro de la cultura de la convivencia.
Cuba vive hoy en medio de una “tormenta perfecta”. Nuestro enemigo principal no es una nación extranjera sino la ineficacia de un sistema, la decadencia de un modelo, la recurrencia peligrosa a los métodos violentos. El camino sin regreso de la muerte. Esa es hoy la “guerra de Cuba”.
Cuando vemos a jóvenes cubanos armados de palos para descargarlos contra otros jóvenes cubanos por el solo hecho de manifestarse pacíficamente, no podemos pensar en el tañer de la Campana de la Libertad en la Demajagua sino en el poema de José Martí: “Dos Patrias”:
“Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…”
En Cuba hoy parece que “la luz estorba”, la luz de la verdad que estamos viviendo, enceguece al odio. Decirla, compartirla en las redes, ha sido criminalizado. La mentira es la noche de Cuba. Esa manipulación de la realidad, para retorcerla hasta cambiarle el sentido, es el “clavel sangriento”que tiembla en las manos del futuro de Cuba. Si el camino del porvenir de Cuba es la violencia que hoy constatamos, el pecho de la nación “destrozado está y vacío en donde estaba el corazón”.
Pareciera que en Cuba “el universo habla mejor que el hombre”. Los desastres naturales son elocuentes. No se trata de castigos de Dios, son prueba de la maldad de los hombres y de la caducidad del sistema. Catástrofes ocurren dondequiera, pero la imprevisión, la falta de recursos, la centralización paralizante y el discurso triunfalista y vacío como la noche, son características propias de una forma de enfrentar las crisis de hoy en Cuba.
Pero no nos quedemos en la noche que parece eterna. No quiero quedarme en la noche del desastre, ni en el encierro del poder. Como Martí: “las ventanas abro” para buscar las salidas, para adelantar el sol. Por eso propongo que, estrechando en cada uno de nosotros a la Cuba que sufre, demos un nuevo significado a nuestro “10 de Octubre”.
- Que las viejas e inútiles ruedas dentadas de las estructuras del viejo “ingenio”, inmovilizadas para siempre por el fuerte tronco de lo nuevo que crece, sea el monumento a la Memoria Historia y a la Verdad de la Cuba que muere.
- Que la Campana de la Demajagua sea hoy símbolo renovado y diferente del tipo de libertad con responsabilidad y paz que queremos.
- Que la libertad de aquellos esclavos sea el ejemplo para emprender el largo camino de liberación de todo tipo de esclavitud moderna en Cuba.
Por eso, es un error histórico grave identificar el 10 de octubre como “el día de los negros” en Cuba. Es, por lo menos, una interpretación racista del acontecimiento. Y por lo más, es un intento de diluir el verdadero mensaje del Grito de Céspedes: su esencia y programa es la libertad. Y la libertad no tiene raza, ni color, es constitutiva de la naturaleza de toda persona y es el hábitat natural para todo desarrollo humano integral.
Entonces, si la libertad es el mensaje central del “10 de Octubre”, esa libertad se traduce hoy en Cuba como cambio, libertad y solidaridad.
Cambio de las noches que llevamos dentro los cubanos y cambio de la noche que hace más de 70 años se cierne sobre Cuba cerrando sus caminos. En los “largos velos” de esta noche espesa nos han robado, otra vez, el badajo de la Campana de la Libertad. Es hora de abrir las ventanas.
Libertad, pero con responsabilidad ciudadana, ejercicio de la soberanía democrática personal y protagonismo transformador de la sociedad civil cubana.
Solidaridad, que es otro nombre de la libertad con responsabilidad: solidaridad puntual y efectiva con las personas concretas que se ha quedado sin nada; y solidaridad para con la nación que “muda, rompiendo las hojas del clavel, como una nube que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…”. Cuba se desangra. Cuba es hoy, a la vez, huérfana y viuda. Permanecer es hoy el más alto grado de compromiso con Cuba. “Dejemos atrás la violencia y la descalificación entre cubanos y hagamos que sea parte del sol de hoy el repique de la campana de la libertad y la solidaridad.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.
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