Si bien la solidaridad es un valor, una actitud de vida, que debe desarrollarse y practicarse en todo momento y lugar donde nos encontremos, en los tiempos de crisis (y más aún cuando estas se agudizan) es imprescindible y hasta vital. Los seres humanos no podemos desarrollarnos a plenitud si no es por medio de las relaciones que desarrollamos con los otros, los que nos rodean. Vivir bien, es en este sentido, vivir para los demás , con los demás y por los demás.
No caigamos nunca en la trampa de pensar que nuestra vida será más miserable por pensar “mucho” en los demás y quitarnos lo que tenemos para compartirlo con otros. Al contrario, mientras más entregamos a quienes nos rodean, mientras más vivimos para el servicio a los otros, más felices somos, y más sentido encontramos a nuestra existencia. Especialmente si vivimos el servicio de forma auténtica, es decir sin esperar nada a cambio, como un gesto de amor hacia los otros.
Puede parecer un poco alejado de la realidad toda esta reflexión sobre la importancia de la solidaridad y el servicio a los otros como mejor y única forma de vivir una vida verdadera mente plena. Pero el testimonio de muchos hombres y mujeres que se han atrevido a “entregar” sus vidas por el servicio a otros nos demuestra que no es así, nos demuestra que mientras hay solidaridad y disposición para hacer el bien para servir, hay esperanza de transformar la realidad, por más adversa que esta sea.
Por otro lado, la solidaridad es algo que nadie nos puede quitar. Algunas formas de vivirla pueden verse entorpecidas por políticas y regulaciones gubernamentales, pero siempre es posible encontrar nuevas formas de solidaridad. Siempre hay gente necesitada que clama por nuestro sí, que necesitan de nosotros aunque a veces creamos que no tenemos nada para ofrecer. Todos tenemos algo que dar, y todos a la vez necesitamos de lo que otros nos dan, así somos los seres humanos.
La Cuba de hoy, es una invitación constante a la solidaridad, una provocación para que demos un paso hacia quienes nos necesitan, para que nos salgamos de nosotros mismos y de nuestros problemas y demos espacio a otros. No significa que nos abandonemos a nosotros mismos, sino que intentemos tener una mirada que nos incluya pero que no se quede en nuestra propia realidad personal.
Así, podemos encontrar en la Cuba actual, gente necesitada de dinero, de techo, de comida, de medicinas, de ropas, de transporte, y de muchos otros recursos materiales que son a la vez vitales y escasos en el contexto presente. Al mismo tiempo podemos encontrar gente necesitada de un abrazo, de un consejo, de compañía, de alguien que escuche, de alguien con quien compartir el camino, de una sonrisa, un saludo, un agradecimiento, un perdón, y muchas otras cosas. Hay también mucha gente necesitada de Dios, que quieren o necesitan crecer en la fe, que quieren ser parte de una comunidad cristiana, etc.
La lista de necesitades es mucho mayor. Basta abrir los ojos, afilar los oídos, y salir al encuentro de nuestros vecinos, familiares, compañeros de trabajo, amigos, parejas, etc. Estoy convencido que uno de los mayores servicios que podemos hacer a nuestro tan sufrido país, es ser solidarios entre cubanos, no importa si estamos fuera o dentro, no importa si preferimos unas ideas u otras. La solidaridad es un lenguaje universal, habla más algo que ideologías, credos, raza o cualquier otra condición. Como dije al inicio, el momento de la solidaridad no pasa, es siempre, pero especialmente por estos días en que tanto sufrimiento ha caído sobre los cubanos, vale la pena pensar sobre la importancia de vivir la solidaridad en nuestro día a día.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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