“NO SE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES”

Lunes de Dagoberto

¿A quién o a quiénes servimos en nuestra vida? La frase de Jesucristo que sirve de título a esta columna se refiere directamente a que no se puede servir a dos dioses: a Dios y al dinero. Pero podemos aplicarlo a otros dioses a los que, con frecuencia, servimos como si fuera el verdadero Dios: el poder, la ideología, los líderes convertidos en mesías, los vicios, la simulación, el relativismo moral, el oportunismo y tantos otros.

¿A quién servimos? Lo que equivale a decir, ¿a quién entregamos nuestra vida? ¿Quién domina nuestra existencia? ¿Quién oprime o manipula nuestra conciencia? ¿Por quiénes nos vemos obligados o compelidos a simular, a tener doble cara?

Casi imperceptiblemente, como si fuera humano, como si fuera lógico, como si fuera normal, se nos exige desde nuestra niñez tener como modelo de vida, no a un Dios trascendente sino a seres humanos con defectos como cualquiera. Se nos va introyectando que debemos ser fieles a proyectos políticos, o a modelos económicos, o a filosofías foráneas, incluso en el colmo de las nuevas idolatrías que no son más que regresiones a eras superadas, se nos exige ser fieles a ideologías y a líderes como si fueran Dios.

No se puede servir a dos señores (Mateo 6,24). Hay que escoger entre reconocer a un Dios sobrenatural, trascendente, el único absoluto, que habita en nosotros; o a falsos dioses que han intentado desplazar al verdadero para, poco a poco, ir ocupando el lugar del Supremo. No debemos “normalizar” que lo absoluto, que lo irrevocable, que lo supremo, pueda sea un ser humano, o una ideología, o el dinero, o el poder.

En este mundo cuando ignoramos al Absoluto Trascendente pasamos a adorar cualquier cosa relativa a ras de suelo. Cuando se rechaza doblar la rodilla ante Dios se termina doblando la rodilla ante los hombres. Cuando intentamos huir de Dios o de nuestra conciencia bien formada, todo huye de nosotros… hasta nuestra propia integridad.

Revisemos nuestras fidelidades: ¿Somos primero fieles a los dictados de nuestra conciencia o hemos caído en rendirle fidelidad a lo que otros demandan de nosotros? ¿Somos fieles a nuestros principios libremente elegidos o desechamos principios por estrategias oportunistas? ¿Somos fieles a nuestro proyecto de vida o somos marionetas manipuladas por los hilos del poder, del tener o del parecer para complacer? Pero sobre todo: ¿Somos fieles a los valores universales del bien, de la verdad, de la belleza, de la justicia, de la libertad, de la dignidad humana, o nuestra vida es una veleta sin rumbo a merced del relativismo moral que nos hace girar buscando los vientos de la conveniencia y de la mentira? No se puede servir a dos señores.

Revisemos quién manda, decide, elige, en mi vida: ¿A quién o a qué obedecemos? ¿Es el miedo quién manda en nuestra vida? ¿Es el interés egoísta quien rige nuestra existencia? ¿Es la conveniencia oportunista quien manda en mi vida? ¿Dejamos que otras personas o instituciones violen nuestra conciencia y tomen las riendas de nuestra alma? ¿Dejamos que otros elijan y decidan sobre el destino de mi vida y sobre la suerte y el futuro de mis hijos, nietos y toda la familia? No se puede servir a dos señores.   

Unos años atrás se suscitó el criterio que se podía ser creyente y al mismo tiempo ser miembro de un partido ateo con una concepción de la persona humana al servicio del Estado y no este al servicio de cada ciudadano. El ateísmo es incompatible con la fe. Y el humanismo cristiano es incompatible con el totalitarismo marxista. No se puede servir a dos señores.

La simulación es incompatible con el civismo. La eticidad es incompatible con el relativismo moral. El “todo vale” para “no señalarse” es incompatible con los principios, valores y virtudes de un proyecto de vida coherente. No se puede servir a dos señores.

Cuba necesita ciudadanos que sepan escoger, en conciencia, a qué “señor” decide servir y entregar la vida. Yo, por fe, he escogido a Dios, a Jesucristo. Por quién quiero entregar toda mi vida. Él es el sentido, la inspiración y el modelo supremo de mi vida. Él es mi amor y mi esperanza. Él es mi único Dios. Y no doblo mi rodilla ante nada ni ante nadie más. Por Él, en Él y para Él, vivo como una ofrenda permanente al servicio de mi Patria y de mi Iglesia. 

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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