Dos factores se conjugan para deteriorar cada vez más las condiciones de vida de los cubanos: por un lado la crisis creciente (fundamentalmente económica y política) y por otro lado la inacción de las autoridades en cuando a generar soluciones verdaderas y profundas a los problemas existentes. Esta ha sido una realidad constante en los últimos años o décadas, pero sin dudas, el punto en el que nos encontramos hoy es probablemente el más bajo desde el período especial de los años noventa.
Listar los problemas y dificultades a los que se enfrentan los cubanos de a pie en su cotidianidad resulta un ejercicio interminable y a la vez repetitivo, pues son muchas las denuncias y quejas que por diversas vías se publican y dan a conocer. No obstante, vale la pena señalar algunas facetas de la vida de los cubanos que por su estado de gravedad atentan directamente contra el bienestar social y por tanto disminuyen el nivel y la calidad de vida de las personas. Entre otros “indicadores de bienestar social” que se encuentran sensiblemente deteriorados hoy resaltan los siguientes:
– Niveles de ingreso: con alta inflación y salarios sin poder adquisitivo real, para los cubanos este se torna en uno de sus principales problemas cotidianos. No tener con qué comprar comida, medicinas, ropa, transporte, comunicaciones y otros bienes y servicios básicos atenta –sin lugar a dudas– contra el bienestar social.
– Niveles de consumo: En relación directa con el punto anterior, los niveles de consumo se ven fuertemente limitados, pero no solo por el lado de los ingresos, sino también por la escasez de oferta. No hay qué consumir, y por tanto es común que las personas se tengan que privar de aquellos bienes y servicios que podríamos considerar cono lujos pero también de otros que son básicos o de subsistencia.
– Libertad ciudadana: La libertad ciudadana es otro de los factores que atenta contra el bienestar de los cubanos. En un ambiente donde se coartan derechos y libertades fundamentales, los ciudadanos están de manos atadas. No hay manera de generar soluciones a los problemas anteriormente mencionados si los ciudadanos no pueden emprender libremente, asociarse, expresarse, entre muchas otras libertades fundamentales. Si los ciudadanos están de manos atadas por un lado, y por el otro, el estado es incapaz como ha demostrado en 63 años, de generar las riquezas y recursos para satisfacer las necesidades de las personas, entonces el resultado no puede ser otro que el creciente deterioro de las condiciones de vida.
– Seguridad social: Por último, pero no menos importante, ante una población cada vez más envejecida, y con un número significativo de jóvenes abandonando el país, resulta vital que funcione un sistema de seguridad social. La atención a las personas que no pueden valerse por sí mismas, o que ya no están en edad laboral, debe ser una prioridad en un país como Cuba. Basta salir a las calles para percibir como los mayores son los que están pagando más caras las consecuencias del deterioro de las condiciones de vida. Una realidad que duele, y ante la que las autoridades no han dado respuesta contundente y eficaz.
Muchas otras variables se podrían analizar para reflexionar sobre el deterioro del bienestar en Cuba. Por estos días, los crecientes apagones en toto el país, son de las más visibles vicisitudes que nos recuerdan qué tan bajo está nuestro nivel de vida. Sin dudas, una realidad frustrante y dolorosa, pero ante ella, no nos queda otra opción que hacer lo que podamos desde nuestros espacios para cambiar la realidad que se nos presenta. No esperemos a qué el gobierno solucione lo que han demostrado en seis décadas que son incapaces de solucionar. Ni nos sentemos a esperar a que de afuera o del cielo caigan las soluciones que esperamos.
La realidad cubana actual nos invita a los ciudadanos a que participemos cada vez más en la solución de los problemas. Nos plantea el desafío de tomar las riendas de nuestro futuro personal y social, nos pide que hagamos lo poco que podamos desde los espacios en los que estemos para transformarla. La realidad tan precaria que se vive, es la mayor de las motivaciones que debemos tener para intentar poner nuestro grano de arena: exigiendo, protestando, denunciando, proponiendo, creando conciencia en quienes nos rodean, desenmascarando el actuar corrupto y dictatorial del sistema, acompañándonos unos a otros, y de muchas formas más que cada uno seguramente podrá identificar en su contexto personal.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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