Palabras del Sr. Alexéi Gorinov ante el tribunal que lo juzgó por criticar la invasión de Rusia a Ucrania.
(Traducción del ruso a cargo del Dr. René Gómez Manzano)
A continuación transcribo, por su importancia y pertinencia, las últimas palabras pronunciadas este 8 de julio de 2022 por el destacado activista, político y defensor de los derechos humanos Alexéi Gorinov ante el Tribunal de la Región de Meschanski, en la ciudad de Moscú. Por oponerse a la guerra de Putin en Ucrania, la fiscalía solicita para él una sanción de 7 años de privación de libertad. Este texto me fue facilitado en idioma ruso por el destacado disidente Alexánder Podrabínek. La traducción al castellano es de mi autoría.
René Gómez Manzano
Señores del Tribunal:
Pienso (o siempre me pareció) que nuestro pasado común nos enseña varias lecciones fundamentales.
Mi padre regresó inválido de la Segunda Guerra Mundial. Igual que su hermano. Y ellos tuvieron suerte. Pero ellos cumplían —¡y cumplieron! — su deber sagrado de defender a su Patria del enemigo.
Yo alcancé a vivir en el Moscú de los años sesenta. Con veteranos sin brazos, sin piernas, sin vista. En nuestro edificio había una buena cantidad de ellos. Crecí entre ellos.
Quienes sobrevivieron a aquella guerra no solían hablar de ella. Con la edad, comprendí por qué. Porque la guerra en sí misma, como actividad humana, y cualquiera que sea el sinónimo que empleemos para denominarla, representa lo último, lo más asqueroso y lo más sucio. Es algo indigno del título de ser humano, sobre quien el Universo y la evolución han hecho recaer el cuidado de conservar y multiplicar todo lo que vive en nuestro planeta.
De algo estoy convencido: la guerra es el más rápido medio para deshumanizarse, para que se borre la frontera entre el bien y el mal. La guerra entraña siempre violencia y sangre, cuerpos destrozados y desmembrados. Ella significa la muerte. Yo esto no lo acepto; lo rechazo.
Esto me lo enseñó nuestro pasado común. Y, seguramente, no solo a mí: En el Código Penal de Rusia contamos con los artículos 353 y 354, que establecen una seria responsabilidad por preparar, ejecutar o hacer propaganda a la guerra de agresión. Y pienso que Rusia alcanzó ya en el Siglo XX su límite en este asunto de las guerras.
Hace ya cinco meses que Rusia realiza, acciones bélicas en el territorio de un estado vecino, acciones bélicas a las que llama eufemísticamente “operación militar especial”. Nos prometen la victoria y la gloria. ¿Entonces por qué una parte considerable de mis conciudadanos siente vergüenza y culpa! ¿Por qué muchos se han marchado de Rusia y otros siguen marchándose? ¿Y por qué de pronto a nuestro país le han surgido tantos enemigos! ¿Tal vez es que entre nosotros hay algo que no marcha como es debido? ¡Pensemos en ello! Dennos al menos la posibilidad de juzgar lo sucedido; de intercambiar opiniones. ¡En definitivas cuentas, se trata de nuestro derecho constitucional!
En puridad, fue eso lo que yo hice. En la reunión del Concejo Municipal expresé mi opinión, mi enfoque personal sobre un asunto sometido a votación. Esa opinión, ese enfoque los argumenté partiendo de mis convicciones. ¡Y fui apoyado por la mayoría de los presentes!
Y ahora estoy sometido a juicio.
Tal parece que también esto es una lección no aprendida de nuestro pasado común. Las persecuciones por hablar, las causas penales fabricadas, los juicios exprés, la comprensión tardía (“¡Cómo pasó eso; nosotros no sabíamos!”).
En los años del terror estalinista, mi abuelo fue acusado de hacer llamamientos en pro del derrocamiento del régimen soviético, en cuyo establecimiento y fortalecimiento él había participado de la manera más directa. Mi abuelo sobrevivió hasta ser plenamente rehabilitado… medio siglo más tarde.
Confío en que para mi rehabilitación se requiera mucho menos tiempo. Pero por el momento me encuentro aquí, en la sala de un tribunal. Mi caso es uno de los primeros en ser juzgados, pero en Rusia hay incoadas cientos de causas penales similares contra conciudadanos míos, que piensan y se pronuncian sobre lo que sucede. Las familias son destruidas; desgracian la vida de los jóvenes.
Y al hacer uso de la palabra aquí, hablo por todos aquellos que aún no han comparecido ante el tribunal.
Algunas frases pronunciadas por mí en la reunión ordinaria del Concejo Municipal fueron objeto de un análisis de microscopio. Se constituyó un grupo de investigación integrado por nueve oficiales, de los cuales cinco están especializados en “asuntos de importancia excepcional”. Cinco de los peritos son lingüistas y psicólogos. Hurgaron en mis pensamientos, tratando de comprender qué hay detrás de la opinión expresada por mí a mis colegas delegados sobre uno de los puntos de la agenda de la reunión. ¿Cuáles eran el sentido secreto y las premisas ocultas de mis ideas? Parieron dos dictámenes periciales que abarcan 120 cuartillas…
En el ínterin, el artículo 29 de la Constitución de Rusia garantiza a cada uno la libertad de pensamiento y de palabra, siempre que no se haga propaganda del odio, la enemistad o la supremacía. Cada uno tiene derecho a buscar, recibir, transmitir, crear y difundir información de manera libre, y por cualquier medio lícito. Se garantiza la libertad de información masiva. Se prohíbe la censura.
En los días del putsch de agosto de 1991, yo también era diputado. Junto a otros defensores estuve frente al edificio del Sóviet Supremo de la República: la “Casa Blanca”. Defendíamos nuestro futuro; nuestro derecho a vivir en libertad (y, por ende, a hablar, a expresar nuestros pensamientos, recoger información y diseminarla de manera libre).
Si entonces me hubieran dicho que treinta años más tarde una corte penal me juzgaría por mis palabras, por mi opinión, yo no lo hubiera creído. Las causas de este resultado tan lamentable al cual ha arribado nuestra sociedad ameritan ser investigadas y analizadas detalladamente por los historiadores. Se requiere que no sólo analicen esto, sino también que saquen conclusiones. No será fácil, pero deberemos reconocer que una guerra es una guerra. Deberemos rehabilitar a las víctimas y juzgar a los criminales. Deberemos restablecer el buen nombre de nuestro pueblo, de nuestro país.
Mientras tanto, le deseo sapiencia a nuestras autoridades. Al Tribunal, sabiduría. A todos sobre los que se cierne la nueva ola de represiones, firmeza, al igual que se la deseo a todo el pueblo ucraniano. Para mí mismo, deseo convertirme en un futuro en Embajador de Rusia en Ucrania.
A todos los que me apoyaron directamente o en la distancia, les deseo no cejar. ¡Estoy con ustedes!